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Los hombres de Nínive se levantarán en el juicio con esta generación, y la condenarán; porque ellos se arrepintieron a la predicación de Jonás, y he aquí más que Jonás en este lugar”, Mateo 12:41.

Después de Jonas predicar la Palabra de Dios a Nínive, la respuesta de la ciudad fue sorprendente. Para nosotros, los que compartimos regularmente la Palabra de Dios, nos cuesta creer cómo este predicador mal dispuesto pudo tener tanto éxito. ¡Qué noticia sería hoy que una ciudad pagana en su totalidad llegara a la reconciliación con Dios por medio de un mensaje tan simple y un misionero tan cuestionable!

Hagámonos algunas preguntas:

¿Qué interpretaron los ninivitas por arrepentimiento?

“…y clamen a Dios fuertemente; y conviértase cada uno de su mal camino, de la rapiña que hay en sus manos. ¿Quién sabe si se volverá y se arrepentirá Dios, y se apartará del ardor de su ira, y no pereceremos?”, Jonás 3:8-9.

Quien habla aquí no es Jonas, sino el rey de Nínive, aplicando el sermón oído. Ellos entendieron que no era algo solamente ideológico. Su reacción fue integral. Afectó toda su personalidad, comenzando desde su mente hasta sus hábitos. Se volvieron desde su pecado al Dios verdadero (1 Ts. 1:9).

¿Cómo sabemos que Nínive se arrepintió verdaderamente?

Porque lo confirma el mismo texto bíblico, y Jesús no solo acredita la autoridad canónica del libro y su veracidad histórica, sino también la autenticidad del arrepentimiento de la ciudad. Por muchos años la ciudad no fue visitada por el juicio de Dios. Varias generaciones se beneficiaron de esta conversión. Recién en los días de Nahúm regresó la predicación con juicio divino, 150 años más tarde.

¿Qué entendía el profeta Jonas por arrepentimiento?

“Y salió Jonás de la ciudad, y acampó hacia el oriente de la ciudad, y se hizo allí una enramada, y se sentó debajo de ella a la sombra, hasta ver qué acontecería en la ciudad”, Jonas 4:5.

Jonas no veía los corazones como Dios. Dios sabe si una persona se arrepiente genuinamente en el acto: no necesita ver frutos de arrepentimiento. Pero no es nuestro caso. El profeta se quedó estacionado en una posición panorámica estratégica para ver la ciudad ardiendo al mejor estilo Hollywood. Solo motivado para ver la autenticidad del arrepentimiento de estos enemigos de Israel y de Dios, Jonás esperó expectante.

Si el arrepentimiento fuese solo algo intelectual, el profeta se hubiese marchado inmediatamente a su casa en tierra santa en vez de estar en Nínive, su pesadilla más grande. Pero él sabía que arrepentimiento es más que eso.

¿Qué entendemos nosotros por arrepentimiento?

Una definición deficiente de arrepentimiento tiene consecuencias negativas en la vida de la iglesia hoy, y por ende en el cristianismo moderno.

Una definición de arrepentimiento incompleta (y clásica) es esta: “Un cambio de manera de pensar en relación a Dios, consigo mismo y con Cristo”. La deficiencia de esta declaración es que alguien puede cambiar su manera de pensar en estos aspectos teológicos y aun así irse al infierno:

“No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad”, Mateo 7:21.

Observen que Jesús los condena porque ellos no le conocieron. La evidencia era su falta de obediencia a la voluntad de Dios. El fruto de un verdadero arrepentimiento es la sujeción a la autoridad de Dios. Nadie puede venir a Cristo caminando erguido abrazando sus pecados y en compañía de sus ídolos. Al Rey de reyes solo llegan los que vienen como los ninivitas, en fe, con corazones arrepentidos y una voluntad rendida.

No es posible una fe salvadora en Cristo sin arrepentimiento radical. Esta clase de fe hubiese sido el fin de Nínive (y la alegría de Jonás). Una fe así puede ser teológicamente correcta y a la misma vez  diabólica (Stg. 2:19)

El arrepentimiento es como una moneda que teniendo dos caras sigue siendo una sola moneda. La cara del obrar divino, Dios concede el arrepentirnos (Hechos 11:18, 2 Tim.2:25); y el lado de la responsabilidad del hombre, nuestro deber arrepentirnos (Hechos 17:30, Marcos 1:15).

Aplicándolo a nuestro evangelismo

Como el rey de Nínive, debemos llamar a quienes nos escuchen a dejar su trono irreal y escuchar con fe la Palabra del Dios verdadero, las buenas nuevas de salvación. Debemos llamarlos a venir a Cristo, el Señor, el Hijo de Dios, Rey de reyes, y huir de la ira de Dios que pesa sobre el pecador hacia el único que puede dar salvación, Jesucristo. Él satisfizo todas las demandas de la justicia de Su Padre por los pecadores en Su vida perfecta, y en la cruz pagó el precio judicial del pecado, tu muerte. Él fue recibido a la diestra del Padre, resucitado de los muertos, humano y Dios, Salvador de todo aquel que se arrepiente y cree.

Si acaso tenemos en medio nuestro a algunos que dicen haberse arrepentido, pero sus vidas todavía no lo muestran, unámonos a lo que dice nuestro Señor: “¿Y por qué me llamáis: “Señor, Señor”, y no hacéis lo que yo digo?”, Lucas 6:46.

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