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De las diversas tareas en una iglesia surge una importante cantidad de pequeños y grandes compromisos que cada miembro debe cumplir. A medida que el día y la hora de esos compromisos se acercan, algunos creyentes tienen por costumbre echar mano a dos recursos: la cancelación y la postergación.

Quiero meditar en esta realidad tan común entre creyentes, para animarte a que puedas ser fiel a tus compromisos como una forma de bendecir a tus hermanos y reflejar a Jesús.

Buena comunicación, mala argumentación

En mi experiencia, he notado que la cancelación y la postergación de los compromisos ministeriales son convincentes en su comunicación, pero pobres en su argumentación.

Por ejemplo, cuando alguien cancela, suele decir algo como: «No podré estar en esta oportunidad, lo lamento de todo corazón». Lo comunica bien y de manera sentida, pero carece de argumento porque no explica la razón de su conducta.

De manera similar, la postergación suele ser algo así: «Creo que debemos dejar esta reunión para más adelante, realmente siento que es mejor así». Este tipo de mensaje tampoco tiene explicación, solo queda tenuemente informada su decisión que puede ser irresponsable.

La confianza es el producto de un testimonio fiel, es la garantía que genera el historial de vida

Además, para hacer la comunicación más convincente, podemos añadir un sello de aprobación divina que se logra, o se cree lograr, usando lenguaje piadoso como: «Oren por mí», «Dios sabe» o «los amo en Cristo», entre otras expresiones.

Respecto a esta mala costumbre de faltar injustificadamente a los compromisos de la iglesia, el doctor Erwin Lutzer escribió incisivamente:

Nuestras congregaciones también están compuestas por aquellos que justifican su negligencia con excusas superfluas. «Teníamos visitas», alguien dirá. «El clima se puso muy frío [o muy caliente, o muy húmedo o con mucho viento dependiendo de la ubicación] », dirán otros. Tales desempeños no serían tolerados en el mundo secular (De pastor a pastor, p. 40).

Por supuesto, entiendo que hay veces en las que la cancelación o la postergación de los compromisos ministeriales está bien justificada, pero sospecho que la mayoría de las veces esto se podría evitar con un poco de planificación o estando dispuesto a sacrificar la comodidad personal.

Algo que podemos hacer para vencer esta mala costumbre es medir el costo que esta conducta tiene para nuestro testimonio y para la iglesia en general.

La confianza rota en el ministerio

Las personas que usan estas puertas de emergencia para escapar del compromiso, sin realmente necesitarlas, pueden sentirse aliviadas por evitar el contratiempo, pero hay una pérdida enorme que no están calculando: la confianza de sus compañeros en el ministerio.

La confianza es el producto de un testimonio fiel, es la garantía que genera el historial de vida. La confianza surge de la experiencia en el tiempo que indica que una persona no falla a sus compromisos fácilmente.

Sin embargo, si las experiencias dan la sensación de que un hermano «siempre» cancela o posterga sus compromisos (incluso por buenos motivos), su historial le acreditará el título de persona poco fiable. Quedar etiquetado de esta manera en el servicio al Señor pone tropiezo en nuestro desempeño ministerial y es posible que sea un síntoma de una falla en el carácter. Como dice la Escritura:

Que todo hombre nos considere de esta manera: como servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios. Ahora bien, lo que se requiere además de los administradores es que cada uno sea hallado fiel (1 Co 4:1-2, énfasis añadido).

El cristiano no solo debe ser hallado fiel y digno de confianza en los servicios oficiales de la iglesia, sino que también debe ser una marca de su carácter que se demuestra en todos los ámbitos de la vida. Esta es una forma de imitar a Jesús.

La fidelidad del creyente debe ser una marca de su carácter que se demuestra en todos los ámbitos de la vida

Nuestro Señor Jesús, al cumplirse la plenitud del tiempo, vino al mundo (Gá 4:4). Él siempre supo cuál era la obra que Su Padre le había encomendado y no canceló ni postergó Su compromiso, aun en la hora más oscura. «Ahora Mi alma se ha angustiado; y ¿qué diré: “Padre, sálvame de esta hora”? Pero para esto he llegado a esta hora» (Jn 12:27). Jesús enfrentó la cruz para cumplir con la voluntad de Dios y podemos seguir confiando en Él, porque sabemos que cumple con lo que promete.

Fieles con nuestros compromisos

Los que mantienen sus compromisos, y no tienen la costumbre de cancelar ni postergar, son creyentes que se ganan el respeto y la confianza de sus hermanos. Al reflejar a Jesús de esta manera, se vuelven ejemplos a imitar por la generación de nuevos creyentes.

Recuerda, se requiere de los administradores que cada uno sea hallado fiel. Por eso, procura no cancelar ni postergar tus compromisos ministeriales con la iglesia por motivos que no son aceptables por el Rey de reyes.

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