“¿Te puedo hacer una pregunta personal?”, dijo ella.
“Claro”, contesté. Ya sabía lo que iba decir. Muchas antes que ella ya habían preguntado, pero aún estaba tratando de resolver cómo podía contestar la pregunta.
Ella vaciló, como si se estuviera preparando para hablar palabras físicamente dolorosas de pronunciar.
“¿El abuso sexual de tu padre afectó negativamente tu relación romántica con tu marido?”, preguntó. “Llevo 20 años de casada, y todavía no me puedo quitar este sentimiento de vergüenza y ansiedad. Cada vez que tenemos intimidad, me siento enferma. Tengo temor de que algo en mi mente esté roto. Me temo que mi trauma está lastimando a mi marido y destruyendo nuestro matrimonio. ¿Qué debo hacer? ¿Cómo puedo sanar esto?”
Si eres pastor o consejero, probablemente te has encontrado con preguntas similares. Si eres sobreviviente de abuso, tal vez te las has preguntado tú mismo. El devastante trauma del abuso es incalculable. Su dolor invasivo afecta los aspectos más íntimos de la vida.
El devastante trauma del abuso es incalculable. Su dolor invasivo afecta los aspectos más íntimos de la vida
Y no son solamente mujeres las que hacen estas preguntas. Hombres y mujeres han confesado que mientras desean intimidad, no pueden imaginar sentirse seguros en una relación. Temen que su matrimonio está destinado a la miseria y al divorcio, o que serán padres terribles. Los esposos y esposas de sobrevivientes de abuso me han preguntado cómo pueden ayudar a su cónyuge traumatizado a sentirse seguro, amado, y atractivo.
Parte de la razón por la que me cuesta responder preguntas tan sensibles y complicadas es porque todavía estoy experimentando y trabajando para entender mi propia recuperación. Sé por experiencia que estas lesiones son crudas, dolorosas, y personales. No quiero dar consejos superficiales, ni agobiar a los sobrevivientes con listas de tareas orientadas a las obras.
Afortunadamente, Dios nos ha bendecido con terapeutas, médicos, y medicamentos que pueden ayudarnos a controlar la depresión, la ansiedad, y otras lesiones emocionales resultantes del trauma. A la larga, sin embargo, sólo Dios puede sanar el alma.
Con esto en mente, he redactado una serie de oraciones, con la esperanza de que puedas adaptarlas para que encajen a tu propia situación, hacer estas oraciones por algún ser querido, o compartirlas con un amigo en necesidad.
1. Dios, ayúdame a entender que Tú creaste el sexo
Señor, en el principio Tú le dijiste a Adán y a Eva: “sean fecundos y multiplíquense” (Gn. 1:28). Tu diseñaste a Adán para que fuera atractivo para Eva, y a Eva para que fuera atractiva para Adán. Tú dijiste: “No es bueno que el hombre esté solo” (Gn. 2:18).
No es bueno para mí sentirme avergonzada, abochornada, o temerosa de mi propia sexualidad; [Dios] Tú la creaste, y la diseñaste para que yo la disfrutara
No es bueno para mí sentirme sola. No es bueno para mí sentirme avergonzada, abochornada, o temerosa de mi propia sexualidad; Tú la creaste, y la diseñaste para que yo la disfrutara. El dolor de mi pasado y el mal de otros ha nublado mi percepción de lo que has hecho; sin embargo, sé que todo lo que haces es bueno.
Por favor, ayúdame a entender que el sexo no es pecaminoso, degradante, o dañino. Líbrame de la ansiedad, la humillación, y los recuerdos oscuros. Déjame sentir la paz y el amor que Tú propusiste para mí. Permíteme descansar en el conocimiento de que Tú eres mi Creador y cada parte de mi cuerpo, desde mi figura hasta mis hormonas, fue diseñada por Ti.
2. Muéstrame que el sexo es puro
En Cantar de los Cantares la novia exclama: “¡Que me bese con los besos de su boca! Porque mejores son tus amores que el vino… Por eso te aman las doncellas. Llévame en pos de ti y corramos juntos. El rey me ha llevado a sus cámaras” (Cnt. 1:1-4).
Señor, no puedo imaginar sintirme como se siente esta novia. No puedo imaginar ver el sexo o la sexualidad con tanta inocencia o seguridad. Ella es atrevida. Ella muestra su deseo y coquetea sin sentir vergüenza. Ella encuentra atractivo a su prometido, y no culpa a las otras doncellas por pensar eso también. Ella está ansiosa por expresar su amor físicamente.
Yo aprendí por experiencia a sentirme avergonzada y temerosa del sexo. La sexualidad impía distorsiona mi entendimiento, inhibe mi expresión, y agobia mi alma.
Señor, quita la confusión causada por el abuso, la traición, la injusticia, y el mal de otras personas. Ayúdame a ver el sexo como Tú lo ves: un regalo puro de un Dios santo
Señor, quita la confusión causada por el abuso, la traición, la injusticia, y el mal de otras personas. Ayúdame a ver el sexo como Tú lo ves: un regalo puro de un Dios santo. Ayúdame a darme cuenta de que, aunque mi abusador es culpable, yo soy inocente. Aunque mi abusador expresó la sexualidad de maneras atroces y distorsionadas, puedo expresar la mía de maneras justas y amorosas. Debido a tu obra en mí, puedo desear a mi cónyuge sin vergüenza ni reserva. Puedo expresar los anhelos que me diste en santidad y de manera saludable.
3. Muéstrame a Jesús en mi cónyuge
Señor, Tú me has bendecido con un cónyuge piadoso. No es perfecto, pero me ama. A veces peca, pero no es abusivo. Señor, enséñame a visualizarlo como Tú los visualizas. Déjame ver a Jesús trabajando en su vida. Permíteme buscar y atesorar el fruto del Espíritu en sus palabras y acciones. Señor, permíteme ver a mi cónyuge como Tú los ves; alguien que Tú estás conformando a la imagen de Cristo.
Señor, libérame de asociar nuestra intimidad con el abuso, o sus motivos con los motivos de mi abusador. En cambio, permíteme asociar su buen carácter con el Buen Pastor. Hazme crecer en fe para querer a mi amado con pasión y gracia sin sentir vergüenza. Porque no nos has dado un espíritu de cobardía, sino de poder, de amor, y de dominio propio (2 Ti. 1:7). Libérame para amar sin miedo.
4. Bendice a mi cónyuge
Dios, es difícil confiar en que eres bueno y fiel. Es aún más difícil creer que mi cónyuge en verdad me ama. Mi abusador me traicionó. Aquellos que tuvieron que haber intervenido me abandonaron. Mi expectativa es decepción y rechazo, porque a eso estoy acostumbrada. Pero Tú, Dios, eres inmutable, recto, y verdadero. Tú eres soberano sobre el corazón de mi cónyuge. Lléname con tal certeza de tu devoción que yo no pueda dudar de tu trabajo en mi corazón o el suyo.
Ayuda a mi cónyuge a perdonarme cuando estoy equivocada y a ser paciente cuando soy débil. Ayúdame a perdonarlo cuando esté equivocado y a ser paciente cuando falla. Bendícelo con sabiduría, Señor. Dale la claridad que necesita para ayudarme a manejar estos desafíos, y el sabio consejo para apoyar mi sanación. Reafírmalo completamente. Que mi recuperación sea una obra tan milagrosa, que su fe sea fortalecida a causa de ella.
5. Muéstrame cómo Tú me ves
Ante tu rostro, Dios, mi valor no está definido por lo que me ha pasado, o incluso por lo que he hecho. Más bien, mi valor está definido por lo que Jesús ha hecho por mí.
Enséñame, Señor, a verme como me ves Tú. Ayúdame a conocerme a mí misma como tu hija perfecta, sin tacha, hermosa, y preciada heredera del cielo. Si realmente entendiera en lo profundo de mi corazón lo preciada, amada, y pura que me consideras, nunca volvería a avergonzarme. Disipa las sombras que me persiguen. Levanta el velo que cubre mi cara. Déjame verme como amada y aceptada por Ti.
6. Toma mi corazón y que sea consagrado, Señor, a Ti
Jesús, no puedo superar mi dolor. Hay demasiado miedo, tristeza, ansiedad, y confusión para que yo lo pueda desenredar, y mucho menos arreglar. Pero Tú eres el Gran Médico. Tú eres mi Admirable Consejero (Is. 9:6). Cargaste mi pecado en la cruz. Jesús, Tú también puedes cargar mi trauma. Entiérralo lejos de mí. Que no me agobie más.
Cargaste mi pecado en la cruz. Jesús, Tú también puedes cargar mi trauma
Tú eres el Redentor que hizo que los cojos caminaran y los ciegos pudieran ver. Por tu poder, los enfermos son sanados y los muertos resucitan a la vida de nuevo. Tú puedes sanar mi corazón roto.
Mi recuperación no es una lista de tareas. Mi felicidad no es un estándar que tenga que cumplir, o un objetivo que deba luchar por lograr. Cuando confío en mis propios esfuerzos, confío menos en los tuyos. Fija mis ojos en Ti, Señor. Tú eres mi gozo. Tú eres mi paz. Tú eres amor. Me hiciste en el seno de mi madre (Sal. 139:13); entretéjeme entera otra vez. Sáname para tu gloria, Señor. Ayúdame a amarte mejor, no porque merezca tu amor, sino porque Tú mereces el mío.
En el nombre de Cristo oro,
Amén.