Satanás sabe que los “pecados grandes” son acumulaciones de “pecados pequeños” en los que un creyente puede caer con mayor facilidad si no está al tanto de ellos.
A veces justificamos rápidamente nuestros pecados y errores, lo cual puede llevarnos a pecar más contra el Señor y nuestro prójimo. Pensando en esto, te animo a considerar estos tres errores que necesitamos evitar en nuestro caminar espiritual:
1. El error de no reconocer nuestra vulnerabilidad.
Este error fácilmente se convierte en pecado; el pecado del orgullo.
Cuando pensamos que no somos tan susceptibles a las tentaciones y que somos capaces de mantener nuestra guardia en alto, ignoramos la realidad de nuestra naturaleza caída, y al mismo tiempo la voz del Espíritu Santo. Como explica el pastor Miguel Núñez: “Un hombre que no se ve a sí mismo tan corrompido como es no verá a Dios tan santo como verdaderamente es”.[1]
Todos los seres humanos estamos en un estado “caído”. Los cristianos todavía tenemos serios problemas con la carne (Ro. 7:7-25). Por lo tanto, la iglesia y los líderes deben estar conscientes de que todos podemos caer y fallar (1 Co. 10:12).
Esto debe conducirnos a reconocer nuestra vulnerabilidad ante el Señor y buscar depender más de Él, cuidándonos del ocio y las situaciones que pueden tentarnos.
2. El error de descuidar nuestro compromiso con la santidad.
Si no nos esforzamos en vivir en pureza, comenzaremos a justificar nuestros fracasos morales en vez de arrepentirnos. Hay cristianos que ven la santidad como “legalismo”, y después caen en pecados en los que no pensaron que caerían. Pero la santidad es la defensa que tenemos contra el ataque de nuestro enemigo (Ef. 6:14).
No podemos llenar nuestra mente con la oscuridad de este mundo y esperar que la luz de Cristo brille en nuestras vidas
No podemos llenar nuestra mente con la oscuridad de este mundo y esperar que la luz de Cristo brille en nuestras vidas. Somos santificados por medio de la obra perfecta de Cristo, pero esto no nos quita la responsabilidad de vivir en integridad por el camino estrecho que nos lleva a la vida eterna (Mt. 7:13-14).
3. El error de dejar de rendir cuentas a otros.
Ningún sistema de rendición de cuentas es perfecto, pero es sabio tener uno con otros hermanos en Cristo. “Donde no hay buen consejo, el pueblo cae, pero en la abundancia de consejeros está la victoria” (Pr. 11:14).
Si eres creyente, formas parte de una familia en la fe que tiene la responsabilidad de velar por ti y ayudarte a crecer a imagen de Cristo (Ef. 4:11-13). Por eso, en medio de tus tentaciones y debilidades, no trates de luchar solo. Recordemos las palabras de Hebreos 13:24-25:
“Consideremos cómo estimularnos unos a otros al amor y a las buenas obras, no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos unos a otros, y mucho más al ver que el día se acerca”.
No importa cuánto tiempo hemos caminado con Cristo, el pecado siempre buscará atraparnos en sus garras. Por la gracia de Dios, Él ha provisto todo lo necesario para que andemos en santidad (1 Ts. 4:3-8) y podamos acercarnos a Él cuando hayamos fallado (1 Jn. 1:9).
Entendiendo el inmenso amor que Dios nos ha mostrado en la cruz, perseveremos en tomarnos la santidad en serio y vivir para el Señor.
“Por tanto, puesto que tenemos en derredor nuestro tan gran nube de testigos, despojémonos también de todo peso y del pecado que tan fácilmente nos envuelve, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante” (He. 12:1).
[1] Ed. Juan Sánchez, Gracia Sobre Gracia (Poiema Publicaciones, 2015), p. 119.