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Cantar de los Cantares 1-8 y Romanos 16- 1 Corintios 1

“Ponme como un sello sobre tu corazón,
Como un sello sobre tu brazo,
Porque fuerte como la muerte es el amor,
Inexorables como el Seol, los celos;
Sus destellos, son destellos de fuego,
La llama misma del Señor”
(Cantar de los Cantares 8:6).

Quiero reconocer con absoluta sinceridad que hubiera querido pasar por alto el precioso Cantar de los Cantares debido a que se me hacía imposible articular una reflexión que parta directamente de lo que dice el texto, ya que este libro bíblico es, en realidad, una potente y sobrecargada epístola amorosa. ¿Qué podría escribir de un discurso tan íntimo en donde dos personas se reconocen hermosas, deseables, y únicas? Basta un solo ejemplo que demuestre lo que les estoy diciendo: “‘Paloma mía, en las grietas de la peña, En lo secreto de la senda escarpada, Déjame ver tu semblante, Déjame oír tu voz; Porque tu voz es dulce, Y precioso tu semblante” (Cnt. 2:14).

Para clarificar mi visión del amor, me dedique a visitar el Internet buscando algunas definiciones. Para mi sorpresa, encontré miles de páginas que intentaban dar una definición a la consabida palabra. Pero lo que más me llamó la atención fue que la mayoría de los que se atrevían a escribir en extenso acerca del tema eran principalmente grandes académicos y doctores que, con gran verborrea, trataban de darle sentido a uno de los elementos más esenciales de la vida humana. Sin embargo, fueron las definiciones más sencillas las que me dieron un mayor significado del amor desde su propia esencia. Por ejemplo, vale señalar unas cuantas de ellas que son sencillas y hasta algo cómicas:

  • “Amor es cuando tú vas a comer fuera y dejas que alguien coma de tus papas fritas sin siquiera tocar una de las suyas”
  • “Amor es cuando despiertas y la persona con la que soñaste descansa plácidamente a tu lado”
  • “Amor es cuando tú le dices a alguien que te gusta su camisa, aun cuando él la usa todos los días”
  • “Amor es cuando tu perrito lame tu cara con entusiasmo a pesar de que tú lo dejaste solo todo el día”
  • “Amor es cuando dos personas usan solo un tercio de una cama king size”.
  • “Amor es historias que nunca serán contadas”

¿Verdad que son hermosas y muy ilustrativas las breves definiciones que acabamos de presentar? De seguro más de uno de ustedes ya hizo copy-paste de ellas para reenviarlas a alguien, ¿no es cierto?

No quiero dejar de reconocer que tampoco dejan de ser hermosas las intenciones de definición del mundo académico. Tal es el caso del profesor Paul Wong, PhD, Director de Investigación y Profesor del Departamento de Consejería Sicológica de Trinity Western University. En un sesudo artículo, el Dr. Wong trata de poner en orden las diferentes definiciones del amor. De todas las mencionadas, me quedo con la de Sternberg (1986) que “ve el amor como una estructura triangular, consistente en tres componentes: Intimidad (familiaridad), pasión, y compromiso/decisión. Varias combinaciones de estos componentes resulta, según el autor, en siete clases de amor: (1) no-amor (ausencia de los tres componentes), (2) unión (intimidad en separación), (3) Infatuación (pasión), (4) amor-vacío (compromiso/decisión), (5) amor romántico (pasión e intimidad), (6) amor-compasión (intimidad y compromiso/decisión), y (7) amor consumado (el cual incluye los tres componentes)”. Bueno, mucho que reflexionar, ¿no es cierto?

El amor nunca podrá ser definido a cabalidad, pero sí podrá ser gozado en toda su hermosa complejidad.

Yo creo que es posible que haya más de 7,000 millones de formas para hablar del amor porque cada ser humano que habita nuestro pequeño planeta azul nos podría entregar su propia definición con un matiz diferente y muy personal. Justamente, la universalidad del Cantar de los Cantares radica en su intimidad, en el hecho de que parece que estuviéramos leyendo un diario o un poema de amor privado, sumamente íntimo entre dos personas que se aman con verdadero amor. Pero al mismo tiempo, aunque su lenguaje y sus expresiones se quedaron en el tiempo, su intención sigue cautivando nuestros corazones, Más de tres mil años después sigue demostrando que el amor sigue siendo el mismo, aunque los protagonistas sean distintos.

No podría terminar sin mostrar algunas bellezas literarias de este precioso libro.  En el Cantar de los Cantares vemos al amor que está por encima de todo otro placer terrenal: “¡Que me bese con los besos de su boca! Porque mejores son tus amores que el vino” (Cnt. 1:2). Además, el amor es descrito como un fuerte lazo que cautiva los corazones: “Has cautivado mi corazón, hermana mía, esposa mía; Has cautivado mi corazón con una sola mirada de tus ojos, Con una sola hebra de tu collar” (Cnt. 4:9). Por otro lado, el amor siempre tendrá un elemento de inquietud, de cosquilleo que nos hace buscar con ansia la fuente de nuestro amor: “Yo dormía, pero mi corazón velaba, ¡Una voz! ¡Mi amado toca a la puerta!… Mi amado metió su mano por la abertura de la puerta, Y se estremecieron por él mis entrañas… Abrí yo a mi amado, Pero mi amado se había retirado, se había ido. Tras su hablar salió mi alma” (Cnt. 5:2,4,6a). Sin embargo, el amor maduro también es descrito como la profunda paz de dos personas que se han encontrado y se describen a sí mismas como perteneciéndose mutuamente en toda las dimensiones: “Este es mi amado y éste es mi amigo… Pero sin igual es mi paloma, mi perfecta… Yo soy de mi amado, Y para mí es todo su deseo” (Cnt. 5:16b; 6:9; 7:10).

El amor nunca podrá ser definido a cabalidad, pero sí podrá ser gozado en toda su hermosa complejidad: “Las muchas aguas no podrán extinguir el amor, Ni los ríos lo apagarán” (Cnt. 8:7a).

Es cierto que el amor que se expresa en Cantar de los Cantares es un amor de pareja, de esposos. Es un amor sublime, físico e íntimo. Pero el verdadero amor no queda reducido a esta categoría. Nosotros sabemos que Dios mismo es amor y sabemos que toda la obra de redención que nuestro Señor Jesucristo realizó a nuestro favor es producto de un amor eterno e inmerecido que llegó al punto de que el mismo Dios se encarnara, se ofreciera en nuestro lugar, nos concediera el arrepentimiento y la fe y nos prometiera un lugar con Él por toda la eternidad. ¿No es ése un tremendo amor?

Ahora, el amor entre los cristianos también es una prueba de nuestra filiación con Dios y es parte de nuestra obediencia (Jn. 13:34-35). Cuando Pablo recomienda a Febe a la iglesia de Roma, sus palabras encierran los aspectos de un amor cristiano genuino: recepción, honra, ayuda, reconocimiento, aprecio personal (Ro. 16:1-2). También lo muestra con Priscila y Aquila al reconocerlos como sus pares en el ministerio, personas con las que está agradecido porque expusieron su vida por él (Ro. 16:3-4).

Pablo muestra que el amor es evidente como una demostración de su filiación con Cristo al nombrar entre sus saludos a veintisiete personas que recuerda, estima y ama al final de la carta a los Romanos. Y serían muchos más porque entre ellos menciona también a iglesias que se reúnen en las casa de algunos de ellos. Pablo se esmera diciendo que son amados, que los reconoce como sus colaboradores, que han trabajado mucho, que son estimados por los apóstoles, que le antecedieron, que son aprobados en Cristo, que son santos en el sentido de pureza, pero más aún porque son propiedad del Señor.

Lo opuesto al amor cristiano es la disensión, el poner tropiezos, y el levantar intereses egoístas por sobre el bien común de la iglesia.

Por eso es importante recalcar que lo opuesto al amor cristiano es la disensión, el poner tropiezos, y el levantar intereses egoístas por sobre el bien común de la iglesia. Luego de los saludos amorosos, Pablo advierte al final de la carta a los Romanos, “Y os ruego, hermanos, que vigilen a los que causan disensiones y tropiezos contra las enseñanzas que ustedes aprendieron, y que se aparten de ellos” (Ro. 16:17). Esas mismas personas amadas, recordadas y estimadas, reconocidas por su amor por Cristo y por sus sacrificios ministeriales tenían que cuidarse de aquellos que llamándose cristianos todavía no habían aprendido el verdadero significado del amor en Cristo porque, “… los tales son esclavos, no de Cristo nuestro Señor, sino de sus propios apetitos, y por medio de palabras suaves y lisonjeras engañan los corazones de los ingenuos” (Ro. 16:18).

Pablo estaba usando palabras suaves y amorosas, pero no lisonjeras para con sus hermanos amados. Una lisonja es una alabanza hacia alguien con el fin de ganar su voluntad y obtener algún beneficio. Una persona que no ama conforme a Cristo, es esclava de sus propios deseos y solo busca obtener algo de aquellos a los que adula con un amor ficticio. Es alguien que no ha entendido el amor del Padre que entregó a su propio Hijo; el amor del Hijo que se dió a sí mismo, y el amor del Espíritu Santo que intercede por nosotros con gemidos indecibles.

Para poder amar de verdad tengo que ser primero esclavo de mi Señor Jesucristo, atado a Él con la cadenas de su amor para conmigo. ¿Cómo es que se observa el amor de Cristo para con nosotros? Pablo inicia su primera carta a los Corintios con una clara explicación de ese amor, “Siempre doy gracias a mi Dios por ustedes, por la gracia de Dios que les fue dada en Cristo Jesús. Porque en todos ustedes fueron enriquecidos en Él, en toda palabra y en todo conocimiento, así como el testimonio acerca de Cristo (el Mesías) fue confirmado en ustedes; de manera que nada les falta en ningún don, esperando ansiosamente la revelación de nuestro Señor Jesucristo. El también les confirmará hasta el fin, para que sean irreprensibles en el día de nuestro Señor Jesucristo. Fiel es Dios, por medio de quien fueron llamados a la comunión con Su Hijo Jesucristo, nuestro Señor” (I Cor. 1:4-9).

El amor de Cristo es un amor inmerecido que enriquece en todo sentido, siendo fructífero, y evidente en nuestras vidas.

El amor de Cristo es un amor inmerecido que enriquece en todo sentido, siendo fructífero y evidente en nuestras vidas; no es teórico, es gratificante, es esperanzador y es fuerte e irrompible. Por eso, si el amor de Cristo reina en la iglesia, es imposible que se permita la disensión, el egoísmo o la lisonja barata. Por eso, terminemos esta breve reflexión acerca del amor, volviendo a la exhortación con la que Pablo terminó su carta a los Romanos y empezó su carta a los Corintios, “Les ruego, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que todos se pongan de acuerdo (que hablen lo mismo), y que no haya divisiones entre ustedes, sino que estén enteramente unidos en un mismo sentir (de una misma mente) y en un mismo parecer” (1 Cor. 1:10).

Si el amor de un hombre y una mujer queda sellado con la frase, “lo que Dios unió, no lo separe el hombre”, el amor entre los cristianos queda establecido bajo el mismo principio, lo que nos vincula en amor no solo son nuestros intereses, afectos o gustos, sino la fidelidad y amor de un Dios que nos llamó a todos a la comunión con su Hijo Jesucristo, nuestro Señor. ¡Allí está el sello de un amor que es más fuerte que la muerte y, por ende, a cualquier intento de disensión o división!


Imagen: Lightstock.
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