RESUMEN: Los primeros capítulos de Génesis a menudo quedan enterrados en las discusiones modernas sobre la edad de la tierra o la extensión del diluvio. Leer sabiamente estos capítulos requiere que no nos desviemos del contexto y la audiencia originales. Génesis 1-11 forma la introducción al Pentateuco, los libros de Moisés que fueron dados a Israel para guiarlos en la fidelidad del pacto en la tierra prometida. Cuando entendemos la naturaleza y el propósito de estos capítulos (un resultado que se logra haciendo las preguntas correctas), los cristianos hoy en día somos fortalecidos para luchar contra la tentación y dedicarnos a nuestro llamado en el mundo como el pueblo de Dios.
Si queremos ser buenos lectores, independientemente de lo que estemos leyendo, tratamos de captar lo que el autor pretende transmitirnos. Dependiendo del autor, podríamos hacer algo más: quizá establezcamos conexiones que el autor no hizo, o tal vez estemos en desacuerdo en cuestiones pequeñas o grandes. Pero mostramos respeto al autor si comenzamos por lo que él pretendía que entendiéramos.
Cuando se trata de la Biblia, nuestro enfoque es similar, pero a la vez un poco diferente. La Biblia es un texto sagrado que se adjudica la autoridad de Dios, y los creyentes aceptan esa afirmación. Eso no hace que el proceso de leer la Biblia sea sencillo, pero sí exige nuestra cooperación. Después de todo, la Biblia, a pesar de su unidad teológica, es una biblioteca de libros diversos, y cada uno de ellos puede hacer cosas diferentes en y para nosotros, de maneras diferentes. Voy a analizar específicamente una parte de la Biblia, Génesis 1-11, un fragmento que plantea muchos retos interpretativos. (Me atrevo a esperar que las ideas aquí expuestas se puedan extender a otras partes de la Biblia, ¡pero eso quedará para otro artículo!).1
Debemos abordar cualquier pasaje bíblico con la convicción de que Dios inspiró la Biblia para que fuera la herramienta adecuada para cumplir con su trabajo. Si podemos hacernos una buena idea del tipo de herramienta que es un pasaje, podremos discernir cuál era el propósito de Dios y lo que Él quería hacer con ese texto. Eso significa que debemos estar dispuestos a ajustar lo que estamos buscando y a encontrar otras formas de abordar algunas preguntas.
Permíteme resumir lo que espero que obtengas de este ensayo: si queremos ser buenos lectores, debemos cooperar con el autor y, para ello, es necesario que ejercitemos una imaginación disciplinada. Afortunadamente, algunas ideas de C. S. Lewis nos muestran el camino.
Debemos abordar cualquier pasaje bíblico con la convicción de que Dios inspiró la Biblia para que fuera la herramienta adecuada para cumplir con su trabajo
Los escritos de Lewis me han enseñado no solo a pensar bien, sino que también me han dado las habilidades para leer bien. Empiezo con la primera línea de sus conferencias sobre la epopeya de John Milton, El paraíso perdido, donde Lewis resume la tarea interpretativa:
El primer requisito para juzgar [e interpretar] cualquier obra hecha por el hombre, desde un sacacorchos hasta una catedral, es saber qué es: para qué propósito se creó y cómo debe utilizarse.2
Aquí Lewis atrae nuestra atención a tres aspectos de una obra de arte literario:
- Qué es: ¿Cuál es, digamos, su forma literaria, estilo y registro?
- Cuál era su propósito: ¿Qué efecto pretende producir esta obra en sus lectores?
- Como debe ser usado: ¿Qué tipo de lectores concibe esta obra? ¿Qué conocimiento y creencias comparten con el autor? ¿Qué tipo de entorno social es el sitio normal para su uso?
Pero, ya que estamos hablando de la Biblia, tenemos que añadir otra pregunta: ¿qué significa para nosotros creer y apropiarnos de esta obra hoy en día? Este elemento adicional enriquecerá nuestras reflexiones sobre las preguntas dos y tres de Lewis.
1. ¿Qué es Génesis 1-11?
Entonces, ¿qué es Génesis 1-11? Lo primero que hay que decir es que estos capítulos forman parte del libro de Génesis; de hecho, son la parte frontal, y Génesis es la parte inicial del Pentateuco. Estos cinco libros de Moisés sirven como una especie de constitución para Israel, el pueblo que Dios eligió para —a través de él— bendecir al mundo entero (ver Gn 12:1-3; Éx 19:5-6).
Esta constitución viene en forma de una narrativa continua, la cual le dio al antiguo Israel una gran Historia: explicaba quiénes eran y por qué estaban en el mundo, y los invitaba a tomar su lugar en la historia a medida que esta avanzaba. Para los cristianos, también es parte de nuestra gran Historia. Todos notamos que Génesis 1-11 es una narrativa, una historia de personas y acontecimientos, pero que forma parte de una historia más grande, y sirve para llevarla a cabo.
Los libros de Moisés sirven como una constitución para Israel, el pueblo que Dios eligió para —a través de él— bendecir al mundo entero
Génesis 1-11 es una narrativa, pero no todas las narraciones son iguales. Esta ciertamente no pretende ser completa: sin importar cuánto tiempo creamos que cubren estos capítulos, hubo muchos más eventos que el narrador no contó. En efecto, todas las narraciones son selectivas, y ninguna narración bíblica pretende ser exhaustiva (ni siquiera los evangelios; ver Jn 20:30-31). Comenzando en Génesis 12, hay mucha más narración para un período de tiempo mucho más corto, por lo que la escasa narración de Génesis 1-11 nos crea la sensación de que los acontecimientos se encuentran en un pasado lejano.
No solo eso, sino que los acontecimientos, que tienen lugar al principio de la historia, preparan el escenario para todo lo que sigue. El mundo que vemos es una mezcla de belleza, peligro y dificultades. ¿Por qué es así? ¿Por qué a las personas les cuesta tanto hacer lo correcto? ¿Por qué debemos acercarnos a Dios a través de tantas ceremonias que tratan sobre el pecado y la impureza? ¿Por qué hay tantas familias o clanes en el mundo, y por qué hablan tantos idiomas diferentes y, sin embargo, parecen tan similares? ¿Podemos realmente ser un vehículo de bendición para todos ellos?
Los acontecimientos de los dos primeros capítulos son especialmente distintivos e incomparables: Dios crea el mundo, lo puebla de plantas y animales y crea a la humanidad para que lo gobierne. El estilo de escritura, especialmente en Génesis 1, también es distintivo: los ritmos majestuosos, la repetición de «y fue la tarde y fue la mañana, el X día», las taxonomías generales de plantas y animales (ningún agricultor podría darles un uso «práctico»), el nombre elevado para el cielo (la «expansión») y el «descanso» de Dios en el séptimo día, descanso que los antiguos (incluidos los escritores del Nuevo Testamento) consideraban el hilo conductor de la historia del mundo. Todas estas características han llevado a algunos a llamar a este pasaje «poema» o, mejor aún, «prosa poética». La mejor etiqueta para el texto es «narrativa en prosa exaltada», y esa etiqueta nos ayudará a preguntarnos cómo se relacionan estos primeros capítulos con algunas de las preguntas sobre ciencia e historia que no podemos evitar.
Los escritores de la Biblia han aceptado estos acontecimientos como historia, pero debemos tener cuidado con esa palabra. Simplemente significa que las personas realmente existieron y que los acontecimientos realmente ocurrieron, pero no prejuzga cómo el autor podría haberlos representado. Por ejemplo, podría utilizar elementos pictóricos o dejar fuera algunos detalles. Puede representar el cielo como si fuera una superficie extendida, sin que ello signifique que debamos tratarlo como si fuera un hecho «científico».
2. ¿Cuál era el propósito de Génesis 1-11?
Si escuchas a algunas personas, ¡tendrías la impresión de que Dios inspiró estas historias para que tuviéramos algo para pelear! ¿Hace cuánto tiempo ocurrieron estos eventos? ¿Cuánto tiempo se necesitó? ¿Qué tipo de «evidencias» podríamos encontrar en la investigación científica? A mi juicio, el texto realmente no hace ningún esfuerzo para responder estas preguntas en detalle, aunque establece algunos límites.
Ya hemos mencionado algunos de los objetivos que se pretendían alcanzar con este pasaje cuando vimos que sirve como introducción a la constitución del pueblo de Dios. Pero hay algunos otros propósitos que debemos añadir.
Luz para las naciones
En primer lugar, el pueblo de Israel está a punto de seguir a Josué a la tierra donde vivirán las generaciones posteriores. Génesis 1-11 establece las aspiraciones para la comunidad humana ideal, tanto en su presentación positiva («la imagen de Dios», Gn 1:26-27; caminar con Dios, Gn 5:22) como en su descripción de los horrores que siguen a la caída de nuestros primeros padres (asesinato, bigamia y venganza, Gn 4; corrupción y violencia, Gn 6:11; búsqueda arrogante de un «nombre», Gn 11:1-9). A pesar de estas cosas, Dios todavía procura bendecir a «todas las familias de la tierra» (Gn 12:3) con el conocimiento de Sí mismo.
Después de Génesis vienen los libros de Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio, que están llenos de todo tipo de leyes y reglamentos. Estas leyes tratan con la naturaleza humana tal y como la encontramos en un mundo posterior a la caída; dan por sentado que incluso entre el pueblo de Dios habrá quienes hagan el mal, y proveen remedios para los dilemas civiles, penales, sociales y religiosos que surjan. En general, no describen la comunidad ideal, sino que la protege contra las violaciones.3 Lo que llamamos el material «ceremonial» está ahí para guiar a los sacerdotes para que mantengan a Israel como una comunidad santa de adoradores.
Pero, si estas leyes no describen la comunidad ideal, ¿dónde aprendemos cómo debe ser esa comunidad? En primer lugar, en la historia de la creación: los seres humanos fueron hechos para conocer y amar al único Dios verdadero, Creador del cielo y de la tierra, y para formar comunidades en las cuales se hace realidad la encarnación del propio carácter de Dios. Los académicos debaten el significado de los términos imagen y semejanza de Dios (Gn 1:26) y se desconciertan sobre por qué no hay una explicación de ellos en Génesis. Pero la hay, si estamos atentos.
Los seres humanos fueron hechos para conocer y amar al único Dios verdadero y para formar comunidades donde se encarna el carácter de Dios
La historia de la creación (Gn 1-2) presenta a Dios realizando Su semana laboral como si fuera un agricultor. Dios trabaja durante seis días, «descansando» después de cada jornada (la tarde seguida de la mañana enmarca la noche, el descanso diario del trabajador), y dedica todo el séptimo día al «descanso» santo (Gn 2:1-3). En toda Su obra de creación, ejerce autoridad, pensamiento creativo, generosidad y arte. Israel, en su vida en la tierra, debía verse a sí mismo como un pueblo cuyo objetivo era encarnar estas mismas cualidades en su trabajo, sus familias y sus comunidades.
En un sentido más amplio, la comunidad humana ideal es aquella en la que la imitación del carácter de Dios (como «abundante en misericordia y verdad», Éx 34:6) florece entre sus miembros. Este tipo de comunidad serviría como una invitación al resto de la humanidad para que se acercara y fuera bendecida (Dt 4:6-8; 1 R 8:41-43). Aunque los demás pueblos adoran a deidades falsas, Dios sigue comprometido a llevarlos a Su luz y llama a Israel a unirse a Él en esa disposición.
Un pueblo leal y que ama
Pero hay algo más: cuando leo Génesis 4-11, reconozco muchas características de la vida tal como la enfrento, y siento vergüenza, así como tristeza. Cuando leo Génesis 1-2, veo algo inmaculado y hermoso, y siento dolor por la pérdida que trajo Génesis 3. En lo más profundo de mi ser (y sospecho que en el de la mayoría de las personas) existe un anhelo nostálgico de conocer a Dios sin barreras, de participar en una comunidad con otros adoradores que son copartícipes de la gran tarea de aprender a encarnar, a nuestro modo finito, el carácter mismo de nuestro Creador.
Génesis 1-11 está ahí para ayudar al antiguo Israel y al cristiano moderno a aspirar a esa vida. Pero también comienza la gran labor de prepararlos para enfrentarse a las tentaciones de apostatar, de mezclarse con las poderosas naciones que los rodeaban con sus culturas más avanzadas y su poder superior. Su objetivo es reclutar y fomentar un pueblo fiel al Dios verdadero y a Sus caminos.
3. ¿Cómo debe ser usado Génesis 1-11?
Para responder a la pregunta de cómo debe usarse este pasaje, pensemos un poco en los primeros destinatarios. El texto nos invita a imaginar a las personas que seguirán a Josué a la tierra prometida como esa audiencia. Todas las generaciones futuras de Israel, y también los cristianos, son los herederos de esos primeros destinatarios. Aunque muchas características de nuestra experiencia cotidiana difieren de las suyas, la historia todavía nos forma.
¿Y cómo era la vida cotidiana de estas personas? Pertenecían a comunidades: familias, clanes, tribus y todo el pueblo. Su vida diaria consistía en subsistir de la agricultura, el cuidado de los animales y el cultivo de la tierra para alimentar a sus familias año tras año. (El mundo moderno desarrollado es una anomalía en la historia de la humanidad. ¡El estilo de vida de los libros de La casa de la pradera se parece más al suyo que al nuestro!). Sin embargo, no debemos pensar que eran simples campesinos; se necesita mucho conocimiento y destreza para sobrevivir cuarenta años en el desierto del Sinaí.
El único Dios verdadero gobierna el mundo con verdad y gracia, y nos creó a todos para que lo conociéramos y lo amáramos
Ellos tenían mucho conocimiento. Ya sabían, como generalmente saben los pueblos «primitivos», que se necesita un hombre y una mujer para tener un bebé y que, idealmente, las familias y los clanes trabajan juntos para criar a los hijos. Sabían que otros pueblos tenían historias sobre el origen y el propósito del mundo, historias que giraban alrededor de múltiples deidades con intereses encontrados.
Como seres humanos, sin duda se enfrentaban a tentaciones como robar, maldecir, explotar o caer en la incredulidad. Y, como campesinos, dependían por completo de condiciones externas como el clima, la fertilidad de sus animales e incluso la de sus propias familias. Palestina ofrece la combinación perfecta de tipo de suelo, latitud y ciclo climático de lluvias y sol para cultivar ciertos tipos de cosechas y criar determinadas especies de animales. Se depende de las lluvias que llegan en otoño, que comienzan poco después de Rosh Ha-Shaná (la fiesta bíblica de las Trompetas) y terminan en primavera (alrededor de la Pascua). También se necesita que llueva lo suficiente, unos 58 cm3 (lo mismo que en Londres). Luego, por supuesto, hay que preocuparse por las plagas, sin mencionar los ejércitos invasores o los bandidos merodeadores. Además, se necesita un sistema social estable con una justicia confiable.
Si queremos leer Génesis 1-11 con sabiduría, debemos preguntarnos cómo fortalece a las personas en su lealtad al Señor y en su resistencia a la tentación
¿Cómo se garantiza la fiabilidad de este patrón? Las deidades que adoraban los demás pueblos prometían hacer precisamente eso: dar la combinación adecuada de lluvia y sol, hacer que el ganado fuera fértil, traer bebés (y muchos) al mundo de forma segura y vengar las violaciones del orden social. Cuando leemos a los profetas, es fácil que pensemos cuán necio era el pueblo de Israel al recurrir a estas otras deidades, incluyéndolas junto con el Dios verdadero en su adoración. Sí, tal idolatría estaba mal, pero debemos comprender cuán vulnerable era este pueblo a la tentación.
Ahora bien, existe una larga y distinguida tradición de lectores en el judaísmo y el cristianismo que han visto precisamente este punto sobre los destinatarios y sus necesidades, y han leído el Génesis bajo esta luz. Uno de ellos fue John Colet (1467-1519), el destacado teólogo y hombre de letras inglés de los albores de la Reforma. En una serie de cartas a su amigo Radulphus, lo expresó de esta manera (en un pasaje que C. S. Lewis amaba y citaba varias veces, atribuyéndolo erróneamente a Jerónimo):
Moisés organizó los detalles de tal manera que diera al pueblo una noción más clara, y lo hizo a la manera de un poeta popular, a fin de adaptarse mejor al espíritu de la sencilla rusticidad.4
Si queremos leer Génesis 1-11 con sabiduría, debemos preguntarnos cómo sus partes fortalecen a esas personas en su lealtad al Señor y en su resistencia a la tentación, y luego preguntarnos cómo hace lo mismo por nosotros.
¿Y cómo iba Génesis 1-11 a llevar a cabo ese fortalecimiento? Acabo de ver la portada de una nueva edición de un viejo libro sobre cómo leer la Biblia; tiene una imagen de un joven sentado en una silla con su Biblia, solo. (Un libro relacionado tiene una imagen de una joven sola en un sillón con su Biblia). Ahora bien, la lectura personal de la Biblia es valiosa; yo no podría vivir sin ella. Pero en el antiguo Israel, los creyentes se encontraban con las Escrituras principalmente cuando eran leídas en voz alta y explicadas por un sacerdote en el culto público, inicialmente cada siete años (Dt 31:9-13) y, finalmente, en la «santa convocación» semanal del sábado (Lv 23:3), parte por parte (cp. Lv 10:11; Dt 33:10).
Génesis 1-11 no se preocupa por teorías científicas específicas sobre los eventos que describe, sino que refuerza límites para dichas teorías
Tenemos algunos ejemplos bíblicos de lecturas públicas en momentos cruciales de la historia de Israel, como antes de las reformas del rey Josías (2 R 23:2) y cuando la comunidad restaurada prometió ser leal a Dios bajo el liderazgo de Esdras (Neh 8:3). Estas son escenas conmovedoras, y podemos adivinar que eran ejemplos intensificados de lo que normalmente deberíamos esperar: la lectura pública ayuda a la comunidad a refrescar su sentido de identidad: Esto es quiénes somos. De aquí venimos. Por esto Dios nos llamó a la existencia. Así es como llegamos a donde estamos ahora. Estos son los objetivos por los que debemos esforzarnos.
Ciertamente, se esperaba que las familias discutieran el material: «Hablarás de ellas cuando te sientes en tu casa y cuando andes por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes» (Dt 6:7). En mi opinión, esta enseñanza cotidiana dependía de la lectura fiel semana tras semana, y ponía en acción la responsabilidad de los miembros de amar a Dios profunda y sinceramente, con todo su corazón, con toda su alma y con todas sus fuerzas (Dt 6:5-6).
El pueblo de Dios en la historia de Dios
Ahora podemos reunir todo y responder a las preguntas que nos planteó C. S. Lewis: ¿Qué es Génesis 1-11? ¿Cuál era su propósito? ¿Cómo debía utilizarse?
En Génesis 1-11 tenemos el comienzo de la gran Historia que define a Israel, pero que también nos define a todos. La forma básica de esa gran Historia incluye cómo Dios crea un mundo bueno. Esa creación fue luego estropeada por la caída del ser humano en el pecado, pero Dios está activo en Su mundo para redimir a Sus criaturas humanas y todo lo que ellas afectan. Él llevará al mundo entero al juicio final y a la realización completa en el último día. Por esa razón, el relato debía leerse en el culto público, donde las personas más desean ser verdaderamente ellas mismas. También es por eso que la historia se cuenta de una manera tan atractiva: para atrapar su imaginación y mantener su lealtad.
También deberían permitir que esta Historia les ayude a admirar al Dios que creó el mundo. Las montañas y los valles, los bosques, los ríos y las llanuras, los desiertos, incluso los mares: el Dios que los redimió de Egipto y los llamó a ser Su pueblo fiel creó todas estas maravillas. ¡Las plantas y los animales que viven en estos ecosistemas equilibrados son una obra de arte increíble! Dios no ve el mundo como un rival que compite por nuestro afecto; podemos amarlo y admirarlo más plenamente al amar y admirar el mundo que Él creó. (Ahora bien, un israelita habría estado más preocupado por encontrar la manera de cultivar bien la tierra; nosotros tenemos la ventaja de poder añadir el desarrollo de la ciencia, la cual abre aún más vías para el asombro). Las deidades a las que servían los demás pueblos estaban en conflicto unas con otras, pero el único Dios verdadero gobierna el mundo con verdad y gracia, y nos creó a todos para que lo conociéramos y lo amáramos.
La buena ciencia es el estudio disciplinado y crítico del mundo que nos rodea; no tiene por qué excluir a Dios ni a los milagros por sí misma
Bajo esta luz, podemos ver que Génesis 1-11 en realidad no se preocupa por teorías científicas específicas sobre los objetos o eventos que describe: no es ciencia obsoleta y antigua, ni es ciencia autoritativa que se opone a las teorías modernas. Más bien, Génesis 1-11 refuerza los límites que el buen pensamiento crítico ha establecido para dichas teorías, especialmente cuando se trata de cuestiones relacionadas con la singularidad humana y la acción de Dios en el mundo. Sabemos muy bien que somos diferentes de todos los demás animales y que se necesitó algo extraordinario por parte de Dios para crear el mundo y los seres vivientes, especialmente la humanidad. Génesis refuerza esa intuición al darla por sentada. La buena ciencia es el estudio disciplinado y crítico del mundo que nos rodea; no tiene por qué excluir a Dios ni a los milagros por sí misma.5 Además, la ciencia es realizada por científicos, por seres humanos que deben satisfacer los criterios del buen pensamiento y que normalmente no son expertos en campos fuera de su especialidad.
Entonces, ¿qué implica leer Génesis 1-11 con sabiduría? ¿Cómo cooperamos con la intención de Dios expresada a través de Moisés, ejerciendo una imaginación disciplinada? Comenzamos poniéndonos en las sandalias de los primeros destinatarios, nuestros antepasados espirituales (incluso nosotros, los creyentes gentiles, hemos sido injertados en la familia de Abraham; ver Ro 4:11; 11:17). ¿A cuáles de sus preocupaciones hablan estos capítulos? ¿Cómo se ganan la lealtad y la admiración de estos campesinos hacia el Dios verdadero y los fortalecen contra el miedo y la tentación? ¿Cómo moldean la postura del pueblo hacia otros grupos étnicos de la humanidad, fomentando el sentido de estar en el mundo como un vehículo de bendición para los gentiles? ¿Cómo estos capítulos forman en ellos las aspiraciones de una comunidad ideal que combina lo sagrado con lo benevolente y nutre el anhelo de imitar a Dios?
Los apóstoles nos han enseñado a los cristianos a vernos a nosotros mismos como herederos de los privilegios y del llamado de Israel (1 P 2:9-10), tal como se prometió hace mucho tiempo en las Escrituras hebreas (Ro 1:2-6). Estamos dispersos entre las naciones y no vivimos en un nexo iglesia-Estado como lo hacía el antiguo Israel. ¿Cómo construye Génesis 1-11 nuestra lealtad hacia nuestro Creador y Redentor, que nos ha mostrado más de lo que le mostró al antiguo Israel? ¿Cómo nos ayudan estos capítulos a mantenernos firmes ante la tentación de conformarnos a las poderosas culturas que nos rodean, para que, en cambio, podamos ser sal y luz entre ellas? ¿Cómo pueden nuestras iglesias servir como comunidades que permitan que florezca la imitación de Dios? ¿Cómo podemos hablar abiertamente sobre la herida abierta en cada alma, sobre ese anhelo de aquello para lo que Dios nos creó, y descansar con la seguridad de que hay una respuesta para ese anhelo en la familia redimida de Dios?
Que Dios nos haga sabios con Su propia sabiduría.