¡El año nuevo ya está aquí! Usualmente, esta temporada viene cargada de expectativas sobre lo que Dios hará en nosotros y a través de nosotros en los próximos doce meses.
Esto es algo bueno. Aunque no hay nada particularmente único en el 1 de enero (las misericordias de Dios son nuevas cada mañana [Lam 3:22-23]; cada respiro es una oportunidad de volver nuestro rostro al Señor y caminar en obediencia a Él), es casi inevitable que durante esta temporada experimentemos una mayor motivación para usar nuestro tiempo y energía de mejor manera en el futuro. ¿Por qué no aprovecharla? Estos días nos brindan una excelente oportunidad para reflexionar sobre cómo podemos ajustar nuestros hábitos para ser buenos mayordomos de los recursos que Dios nos ha dado.
En esta temporada no está demás enfocarnos en pedir al Señor dirección y sabiduría para discernir cuáles son esas buenas obras que Él ha preparado para nosotros en los próximos meses (Ef 2:10).
Ora y continúa orando
Tomemos un tiempo para mirar atrás y evaluar cómo hemos caminado; oremos para que el Señor nos dé claridad para saber qué es lo que debemos seguir haciendo y convicción de pecado para identificar aquellas cosas que hemos de arrancar de nuestra vida. Roguemos a Dios que enderece nuestras veredas y fortalezca nuestro andar un año más. Pidamos todo esto con fe, sabiendo que Dios es el más interesado en que no desperdiciemos nuestras vidas, sino que las usemos para Su gloria y el bien de nuestro prójimo, haciendo aún las tareas más cotidianas para Su alabanza (1 Co 10:31).
Es preciso que cada día pongamos nuestra mirada en el Señor en oración para recordar cuál es el camino que Él nos ha llamado a andar
Esta, por supuesto, debe ser una oración continua. Es ingenuo pretender que hacer una pausa para reflexionar y orar solo al principio del año nos mantendrá en el rumbo correcto los siguientes doce meses. Nuestros corazones son dispersos, la vida nos golpea en la cara, los afanes nos abruman y los placeres instantáneos nos llaman sin descanso. En lo que parece un abrir y cerrar de ojos nos hemos olvidado de aquello que Dios nos llama a hacer. Es preciso que cada día pongamos nuestra mirada en el Señor en oración para recordar cuál es el camino que Él nos ha llamado a andar.
Pero también es preciso que actuemos cada día.
Ora también con tus acciones
Aunque podría sonar obvio, no está de más señalarlo. En demasiadas ocasiones nuestras buenas intenciones de año nuevo se quedan precisamente ahí, en las buenas intenciones. Oramos y esperamos que Dios nos transforme de manera automática. Pero debemos recordar que Dios usa nuestros esfuerzos para continuar la obra que Él empezó en nuestros corazones.
El Señor nos llama a participar en lo que hace en nosotros y a través de nosotros, no solo a través de nuestras oraciones, sino también a través de nuestras acciones. De hecho, si somos fieles, nuestras acciones son una especie de continuación de nuestras oraciones. Así lo explicó Spurgeon en su sermón «Oren sin cesar»:
Que todas tus acciones sean consistentes con tus oraciones y que sean, de hecho, una continuación de tus oraciones. […] Esta mañana le pedí a Dios que despertara a Su pueblo a la oración; muy bien; cuando llegué a este lugar, mi alma continuaba exclamando: «Oh Señor, despierta a tus hijos a la oración». Ahora, mientras les predico y comparto la misma idea, ¿no estoy orando? ¿No es mi sermón la continuación de mi oración, ya que deseo y apunto a lo mismo? ¿No es continuar orando cuando utilizamos los mejores medios para obtener aquello por lo que oramos? ¿No ves mi punto? Aquel que ora por sus semejantes, y luego busca su bien, sigue orando.
Debemos recordar que Dios usa nuestros esfuerzos para continuar la obra que Él empezó en nuestros corazones
¿No es trágico que, en demasiadas ocasiones, nuestros deseos y oraciones para el nuevo año no concuerdan con las acciones más sencillas que llevamos a cabo en el día a día? La emoción nos impulsa a intentar hacer grandes cambios que generalmente solo duran unas semanas, en lugar de perseverar en aquellas pequeñas maneras cotidianas de decir «amén» con nuestros actos.
- Queremos un cuerpo sano y fuerte para cuidar de nuestras familias y oramos para que el Señor nos llene de energía y vigor. Después, en nuestra inconsistencia, elegimos la bebida con exceso de azúcar en lugar de algo saludable a la hora de almorzar.
- Queremos oportunidades de servicio en nuestra comunidad y oramos para que el Señor nos permita usar nuestros dones y recursos para bendecir a otros. Después, en nuestra comodidad, ignoramos a la hermana que no tiene cómo llegar a la iglesia los domingos porque ayudarle añadiría 45 minutos a nuestra rutina de la mañana.
- Queremos ver a nuestros hijos crecer en el conocimiento de Dios y oramos para que el Señor los llene de sabiduría e inteligencia. Después, en nuestro afán, en lugar de enseñarles «por el camino» (Dt 6:4-9) les ponemos la tablet enfrente para que nos dejen en paz un rato.
Nuestras palabras dicen, «Señor, quiero honrarte. Quiero que mi vida sea para Tu gloria», pero nuestras acciones a menudo niegan esa oración una y otra vez.
Un año nuevo lleno de oración
Que este año nuevo sea lleno de días nuevos en los que oremos sin cesar, con nuestras palabras y nuestras acciones. Que la gloria de Dios sea manifiesta en cada rincón de la tierra a través de Sus hijos, quienes buscan aprovechar al máximo todo lo que tienen para amar a Dios y a su prójimo.
Reconozcamos que separados de nuestro Señor no podemos hacer nada. Una vez que hemos sido unidos a Él por pura gracia, tenemos todo lo que necesitamos para caminar de acuerdo al Espíritu y no conforme a la carne, incluso en los momentos más sencillos del día.