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En junio 15, 1520, el papa Leo X emitió una bula papal Exsurge Domine (Levántate, Señor), censurando 41 de las 95 tesis de Lutero y amenazándolo con excomulgación. En la bula, Leo llamó a la enseñanza de Lutero un “veneno mortal”. Leo dijo que no podía “tolerar o pasar por alto por más tiempo el maligno veneno de los errores antes mencionados sin deshonrar la religión cristiana o perjudicar la fe ortodoxa”.

Cerca de cinco siglos después, un reportero le preguntó recientemente al papa actual sobre si anularía este veredicto condenatorio en contra de Lutero durante las conmemoraciones por el próximo aniversario. Después de todo, Francisco está programado a participar el día de hoy en festividades con los luteranos en Lund, Suecia. La respuesta del papa Francisco:

Creo que las intenciones de Martín Lutero no estaban equivocadas. Era un reformador. Quizá algunos de sus métodos no eran los correctos. Pero en ese tiempo, si leemos la historia del pastor, un luterano alemán que se convirtió cuando vio la realidad –se convirtió en católico– en ese tiempo, la Iglesia no era exactamente un modelo a imitar. Había corrupción en la Iglesia, había mundanalidad, amor al dinero, al poder…esto fue lo que protestó…Y hoy los luteranos y católicos, protestantes, todos nosotros estamos de acuerdo en la doctrina de la justificación. En este punto, el cual es muy importante, él no erró. Él creó una medicina para la Iglesia.

En lugar de denigrar a Lutero como el perpetuador de un veneno mortal, Francisco lo afirma como un verdadero pastor católico quien confrontó la corrupción eclesiástica. Y Francisco dice que hizo esto al administrar la medicina para la iglesia: en última instancia, la doctrina de la justificación por medio de la fe. Lo que Leo X condenó como veneno, Francisco la elogió como medicina.

¿Cuál era exactamente la medicina de Lutero, y aún la necesitamos?

La medicina de Lutero

De la perspectiva de Lutero, la enfermedad de la corrupción clériga requería el remedio dado por Dios: una dedicación seria al estudio de la Palabra. “Si alguien guarda mi palabra”, dijo Jesús, “no verá jamás la muerte” (Juan 8:51). Por lo tanto, concluyó Lutero, la Palabra de Dios es una “medicina fuerte…cuando es sostenida en fe, pues convierte la muerte en vida eterna. ¡O, si alguien pudiera creer esto, cuán bendecido sería en esta vida también!”.

Rodeado de enfermedad espiritual y un sistema religioso que oscureció y obstruyó al evangelio, Lutero mantuvo que la Escritura es el único camino a la verdadera libertad. La fe en su mensaje de salvación, dice Lutero, significa “ser libre y confiado y certero de la bendición eterna en esta vida, también tener una consciencia alegre de la vida que vendrá”.

Otro reformador, Pedro Mártir Vermigli, usó una terminología medicinal muy similar al referirse al poder salvífico de la justificación, la cual “hace la incisión y después aplica los vendajes”. Explica por qué el regalo de la aceptación de Dios viene a los pecadores solo por medio de la fe:

Sostenemos que la justificación existe solo por la fe. Este dicho es comprobado en todos esos lugares en la Escritura que enseñan que somos justificados gratuitamente, como también en aquellos que afirman que la justificación nos es dada no por obras y también en aquellos que trazan una antítesis entre la gracia y las obras. Digo que todos estos lugares afirman de manera veraz que somos justificados solo por la fe, aun si la palabra “solo” no está en las Escrituras, pero su significado se deriva de estos pasajes por necesidad.

Esta es la medicina distintiva de la Reforma de Lutero: la Escritura como nuestra autoridad suprema en Cristo, y la fe como el único medio por medio del cual uno se apropia de la aceptación de Dios.

Lutero no fue el único líder católico quien prescribió este remedio. Varios prelados del siglo XVI —incluyendo a los cardenales Gasparo Contarini, Reginald Pole y Girolamo Seripando— compartieron la convicción de Lutero de que la Escritura afirma la justificación en la imputación de la justicia de Cristo.

Pero el Decreto sobre la Justificación del Concilio de Trento cerró la puerta cuando declaró esta doctrina como anatema.

¿Cambio de opinión con respecto a la justificación?

¿Indica la declaración del papa Francisco un cambio total de opinión teológica en la iglesia católica, o hay algo más sutil ocurriendo? La conversación contemporánea entre católicos y luteranos se ha centrado en la Declaración Conjunta sobre la Doctrina de la Justificación (DC). Firmada en Augsburgo el 31 de octubre, 1999, ha llevado a algunos a afirmar que tenemos un acuerdo doctrinal. Esta declaración, entre la Federación Mundial de los luteranos y la Iglesia católica, se basa en la herencia agustiniana común del cristianismo occidental, llegando a consensos en sus convicciones trinitarias y cristológicas compartidas. Esta declaración rescinde los anatemas mutuos del siglos XVI para aquellos que aceptan la justificación.

A pesar de la afirmación de consenso de parte de la declaración, esta continúa reconociendo las diferencias presentes entre los luteranos y los católicos en siete temas clave conectados a la justificación: por eso es que es llamada una “declaración conjunta” y no una confesión de fe común. Pero las describe no como diferencias doctrinales genuinas sino como discrepancias “de lenguaje, elaboraciones teológicas y énfasis”, llamándolas “aceptables” (en lugar de objetos de cánones anatemas).

El fallecido cardenal Avery Dulles considera el término “aceptable” como errado y prefiere usar “tolerable”. Para los protestantes que no son luteranos, sin embargo, quienes no abrazan la regeneración bautismal (la impartición de la vida cristiana a través del sacramento del bautismo), una brecha ancha permanece y un entendimiento común es comparativamente modesto.

La medicina de Lutero que sana consciencias atormentadas delante de Dios —la imputación de la justicia de Cristo, apropiada por medio de la fe— es tristemente ausente de la DC.  Anthony Lane concluye que el acuerdo entre católicos y protestantes en el tema de justificación permanece más elusivo que lo que el comunicado de Francisco implica. “Cuando la diferencia en terminología es tomada en cuenta y cuando se permiten formulaciones complementarias”, argumenta, “la división resulta siendo considerablemente más pequeña de lo que se supone de manera popular, pero la división permanece”.

La esencia de la unidad

¿Qué dirá el papa Francisco sobre el evangelio de Lutero esta mañana cuando visite Lund, Suecia? Lo sabremos muy pronto. Algunos temen que se convertirá en un golpe de estado historiográfico en el cual la Reforma Protestante se pronunciará como concluida sin una consideración honesta de la doctrina evangélica.

Quizá debamos orar durante este tiempo que el pontífice reconozca que la esencia de la unidad cristiana no está en su oficio petrino sino en la medicina del reformador alemán.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por el Equipo de Coalición.
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