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Adelante, levanta tus manos en la iglesia

A principios de año estaba viendo un partido de eliminatorias de la Liga Nacional de Fútbol americano (NFL), y la sala se llenó de un ruido tan exuberante que mi amigo comprobó el nivel de decibelios en su teléfono para ver si nuestros tímpanos estaban en peligro. Los aficionados al fútbol americano levantan instintivamente las manos como si fueran postes cuando su equipo llega a la zona de anotación. Los aficionados al fútbol no se lo piensan dos veces antes de gritar «¡GOL!». La expresividad física es una forma natural de celebrar lo que amamos.

También he asistido a muchos funerales este año. Cuando estamos tristes, nuestros cuerpos se desploman, nuestras cabezas se hunden y puede que escondamos la cara y las lágrimas. Una vez más, nuestras emociones y expresiones corporales están intrínsecamente entrelazadas.

Pero ¿qué tal en la iglesia? ¿Importa lo que hacemos con nuestro cuerpo cuando nos reunimos con otros creyentes para adorar?

La adoración corporativa corporal

Por supuesto, ver equipos deportivos y adorar a nuestro Salvador resucitado son experiencias diferentes. Aun así, el libro de cantos de las Escrituras da pleno permiso para que el pueblo de Dios se exprese en voz alta y corporalmente cuando se presenta ante Él en adoración:

Canten de júbilo en el SEÑOR, ustedes los justos;
Apropiada es para los rectos la alabanza.
Cántenle cántico nuevo;
Tañan con arte, con voz de júbilo (Sal 33:1, 3).

Batan palmas, pueblos todos;
Aclamen a Dios con voz de júbilo (Sal 47:1).

Alcen sus manos al santuario
Y bendigan al Señor (Sal 134:2).

Al celebrar a Dios y Su salvación, se anima a elevar el volumen y las manos con gozo. Los Salmos nos enseñan a alabar a Dios con todo el espectro de las emociones humanas, desde el regocijo hasta el lamento, a veces incluso dentro del mismo pasaje. El Salmo 95, por ejemplo, comienza con un tono de gozo:

Vengan, cantemos con gozo al Señor,
Aclamemos con júbilo a la roca de nuestra salvación.
Vengamos ante Su presencia con acción de gracias;
Aclamemos a Él con salmos (Sal 95:1–2).

Pero poco después, se anima al adorador a adoptar una postura de humildad:

Vengan, adoremos y postrémonos;
Doblemos la rodilla ante el SEÑOR nuestro Hacedor.
Porque Él es nuestro Dios,
Y nosotros el pueblo de Su prado (Sal 95:6-7).

Cuando recordamos nuestra condición de criaturas, confesamos un pecado o sufrimos una pérdida, es apropiada una postura de humildad.

El libro de cantos de las Escrituras da pleno permiso para que el pueblo de Dios se exprese en voz alta y corporalmente cuando se presenta ante Él en adoración

Todos los cristianos están de acuerdo en que el Nuevo Testamento nos da instrucciones para la adoración corporativa. Hasta qué punto el Antiguo Testamento debe influir en nuestra adoración actual es un tema de legítimo debate. Pablo instruye claramente a las iglesias para que se reúnan para la oración, la enseñanza bíblica y el canto congregacional, incluyendo salmos (Col 3:16; Ef 5:19).

Puesto que el canto y la oración en el salterio no eran actividades estoicas sin emoción ni expresión, cuando el Nuevo Testamento ordena a los cristianos cantar y entonar salmos, parece que la iglesia primitiva esperaba que el canto fuera expresivo. Su modelo de adoración se basaba en la antigua adoración judía, y seguramente implicaba aún más gozo —presumiblemente gozo expresivo—, debido a la resurrección de Cristo y el derramamiento del Espíritu. Sin embargo, los escritores del Nuevo Testamento no dictaron con precisión cómo debían verse esas expresiones.

Adorando como personas completas

En Cartas del diablo a su sobrino, de C. S. Lewis, el experimentado demonio Escrutopo enseña a su discípulo cómo disuadir a los cristianos de orar. El truco consiste en hacer de la oración un mero ejercicio mental: «Por lo menos, se les puede persuadir de que la posición corporal no hace ninguna diferencia en sus oraciones; porque olvidan constantemente, lo que tú debes recordar siempre, que son animales y que todo lo que hacen sus cuerpos afecta a sus almas».

Nuestro cuerpo forma parte de nosotros tanto como nuestro interior. Cuando oramos y adoramos, es bueno incorporar tanto el cuerpo como el alma. Podemos comprometernos mejor mentalmente cuando nos comprometemos corporalmente.

Fomentando la expresividad (no forzada)

Tal vez has estado en una reunión de adoración donde el líder insistió tanto en que la gente levantara las manos que se sintió forzado, incluso legalista. Sin embargo, es posible que hayas estado en otras reuniones en las que levantar las manos se sentía fuera de lugar.

Entonces, ¿cómo cultivamos expresiones físicas apropiadas en la adoración sin coerción? Para nuestro equipo pastoral, abordar tales expresiones ha sido intencional. Considera cuatro grupos diferentes y lo que pueden necesitar.

1. Algunos necesitan permiso.

Durante el llamado a la adoración, ocasionalmente leeremos un salmo que anime a cantar en voz alta o a levantar las manos, como un breve recordatorio de que somos criaturas con cuerpos. Utilizar la plenitud de nuestras cuerdas vocales o levantar las manos puede ayudar a elevar nuestros corazones hacia Dios. Durante los momentos de confesión corporativa de los pecados, damos permiso a la gente para sentarse o arrodillarse en una postura de dolor. Y cuando despido a la congregación con una bendición, a menudo digo: «Es apropiado levantar la mano para recibir una palabra buena de la Palabra de Dios para nuestra semana». Estas son pequeñas maneras en las que damos nuestra bendición para que las personas sean adoradores con todo lo que son.

2. Algunos necesitan ánimo.

Creemos que la voz de la congregación es el instrumento más importante cuando adoramos a Dios. Participar en la adoración, en lugar de limitarse a observarla, es un valor para nuestra iglesia. Esto no se limita a cantar en voz alta; también incluye lecturas receptivas de las Escrituras, confesiones silenciosas de pecados con la cabeza inclinada, invitaciones a alabar y dar gracias, entre otras acciones.

3. Algunos necesitan ejemplos.

Durante el sermón, el hermano piadoso que grita «¡Amén!» y la hermana enérgica que dice «¡Así es!» ayudan a los demás a sentirse libres para hacer lo mismo. De vez en cuando digo a la congregación que me ayuda a saber que están conmigo si dan algún tipo de respuesta verbal, o al menos un movimiento afirmativo (no somnoliento) con la cabeza de vez en cuando.

Utilizar la plenitud de nuestras cuerdas vocales o levantar las manos puede ayudar a elevar nuestros corazones hacia Dios

Para muchos en nuestra iglesia es normal y auténtico cantar en voz alta y levantar las manos. Muchos me han dicho que al principio se sentían incómodos levantando las manos, pero el permiso constante y el ejemplo han enriquecido su disfrute de Dios en la adoración.

4. Algunos necesitan no sentirse forzados.

No hay duda de que nuestras personalidades, familia, cultura y antecedentes eclesiásticos influyen en lo expresivos que somos en la adoración corporativa. Cuando asistí a iglesias en Malawi, África, vi gente bailando, aplaudiendo, riendo y llorando, todo en el mismo servicio, y nada parecía forzado. Pero en mi iglesia de la zona rural de Ohio, donde la gente no es ruidosa ni expresiva por naturaleza, no sería auténtico intentar recrear exactamente esa experiencia.

A la hora de la verdad, puede que algunas personas nunca levanten las manos ni griten, y no pasa nada. Al fin y al cabo, la expresividad no equivale a piedad. Un santo puede adorar estando quieto, o incluso en silencio. Especialmente en periodos de profundo dolor, puede costarte mucho estar presente en la iglesia. Cantar con alegría puede ser demasiado difícil. Aun así, la fe expresada físicamente por otros puede ayudar a alimentar la fe de quienes atraviesan un valle de lamento.

Cuidado con el hiperindividualismo

La naturaleza misma de la adoración congregacional lucha contra el individualismo expresivo de nuestra época (y de nuestros propios corazones) cantando juntos «a una voz» para glorificar a Cristo (Ro 15:6). Una reunión de adoración de la iglesia no es simplemente un grupo de individuos que tienen experiencias personales en el mismo lugar. Así que cuando la expresión física llama la atención sobre el individuo, debemos considerar si es una ayuda para glorificar a Dios juntos, o una distracción inútil. Dicho esto, al igual que los diversos rangos vocales pueden armonizar, las diversas expresiones físicas pueden fundirse en una unidad que edifique al cuerpo y magnifique al Rey.

Como dijo el profeta Samuel al ungir al joven David: «el hombre mira la apariencia exterior, pero el SEÑOR mira el corazón» (1 S 16:7). Dios conoce y ama a Sus hijos hasta lo más profundo de nuestros corazones. Sabe cuándo somos hipócritas con las manos levantadas y sabe cuándo las levantamos para comprometernos con todo nuestro ser en una adoración honesta. Quiere que nuestro amor por Él, con todo nuestro corazón, alma, mente y fuerzas, se manifieste (Mr 12:30).

Cuando el Señor se adueña de nuestros corazones, nuestros cuerpos son Suyos también. ¿Por qué no habríamos de cultivar formas bíblicas de adoración con nuestros cuerpos?


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Eduardo Fergusson.
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