«Puedo hablarles de esa manera porque son mis hijos».
«Necesito tener a mis hijos bajo mi control, porque esa es mi responsabilidad como mamá».
«De mí depende que mis hijos estén siempre bien».
¿Qué tienen en común estas frases? Cada una involucra mentiras que como madres solemos creer. Algunas son más sutiles que otras, pero todas tienen ideas contrarias a las verdades de la Palabra. Necesitamos aprender a identificar las mentiras que creemos sobre nuestra maternidad, porque la manera en que pensamos afecta cómo actuamos.
Aquí quiero compartirte algunas de las mentiras con las que yo misma he tenido que lidiar en mi rol como mamá.
Mentira #1: “Tus hijos te pertenecen”.
Por estar la mayor parte del tiempo con nuestros hijos y ser responsables de su crianza e instrucción, podemos llegar a pensar que nuestros hijos nos pertenecen y esta es una mentira muy peligrosa.
- Si creo que mis hijos son de mi propiedad, puedo pensar que puedo hacer lo que quiera con ellos, sin tener que rendirle cuentas a nadie, porque al final son míos.
- Si creo que mis hijos son de mi propiedad, puedo pensar que tengo el derecho de tomar decisiones arbitrarias sobre sus vidas, sin tener en cuenta las formas particulares en que Dios los ha creado.
- Si creo que mis hijos son de mi propiedad, puedo verlos de manera utilitaria, decidiendo sobre ellos en base a lo que más me convenga como mamá, sin ningún otro tipo de consideración.
Necesitamos aprender a identificar las mentiras que creemos sobre nuestra maternidad, porque la manera en que pensamos afecta cómo actuamos
La Biblia nos enseña que el Señor nos constituyó como mayordomos de toda Su creación (Gn 1:28) y eso incluye a nuestros hijos. Ellos son un don del Señor, que como madres debemos cuidar, recordando siempre que le pertenecen a Dios.
Reconocer que su dueño es Otro nos protege de tratar mal a nuestros hijos. Esto también nos llena de esperanza porque sabemos que Dios, quien los ama más que nosotras, cuida de ellos y puede extender Su gracia aun en nuestros mayores errores. Esa es una verdad que nos trae descanso.
Mentira #2: “Controlar a tus hijos es amarlos”.
A veces pensamos que ser mamá es igual a controlar. Queremos que nuestros hijos hagan siempre lo que pedimos, respondan a nuestro ritmo, digan lo que queremos escuchar y reaccionen de la manera en la que esperamos. Básicamente queremos hijos que sean extensiones de nosotras.
El control también podemos encontrarlo cuando pensamos que el bienestar de nuestros hijos depende de nosotras. Que somos las que los podemos guardar de todo mal. Que es nuestra única y completa responsabilidad que no sufran. Pero pensar de esta manera inevitablemente nos llevará a controlar, y control nunca es igual a amor. El control es tratar de ser Dios sobre la vida de otros.
Nuestra responsabilidad es cuidar de nuestros hijos y apuntarles a Aquel que genuinamente controla sus vidas
Como madres necesitamos entender que nuestra labor no es formar hijos a nuestra semejanza o buscar que cada circunstancia a su alrededor sea como nosotras la deseamos. Nuestra responsabilidad es cuidar de ellos y apuntarles a Aquel que genuinamente controla sus vidas. Pero también nosotras necesitamos aprender a confiar en el Señor en nuestra labor como madres. Dios tiene cuidado de nuestros hijos, Dios obra con propósito en sus vidas, Dios es bueno en medio de cada circunstancia, y estas son verdades en las que debemos descansar.
Querida amiga, tú y yo no somos suficientes para nuestros hijos y eso está bien. Poder entender nuestra insuficiencia nos llevará a buscar la suficiencia de Cristo. Reconocer que no podemos tener el control nos llevará a descansar en Aquel que sí lo tiene y es bueno siempre. Consideremos las palabras de Jesús: «Miren las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros, y sin embargo, el Padre celestial las alimenta. ¿No son ustedes de mucho más valor que ellas?» (Mt 6:26).
Mentira #3: “Tus hijos no son personas, son niños”.
Estaba viendo una película con mis hijos en la que un grupo de niños disfrazados de adultos entra a un banco para conseguir un préstamo. El banquero se da cuenta y comienza a tratarlos mal, a lo que los niños reclaman apelando a que ellos también son personas. Pero el banquero responde: «Ustedes no son personas, ustedes son niños».
Cada mandamiento de las Escrituras que tiene que ver con nuestro trato hacia los demás es también un mandamiento sobre cómo tratar a nuestros hijos
Ver a nuestros hijos de esta manera es una tentación para nosotras. Necesitamos entender y recordar en todo momento que nuestros hijos portan la imagen de Dios (Gn 1:27) y por lo tanto tienen el mismo valor que un adulto. El hecho de que sean niños no nos da la autoridad de hablarles como queramos o tratarlos de una manera inferior a los demás.
La Biblia nos enseña que debemos amar al prójimo como a nosotros mismos (Mr 12:29-31) y nuestros hijos también son nuestro prójimo. Debemos amarlos y tratarlos en todas las formas en las que la Biblia nos llama a tratar a toda persona. Cada mandamiento de las Escrituras que tiene que ver con nuestro trato hacia los demás es también un mandamiento sobre cómo tratar a nuestros hijos.
La verdad trae libertad
Abrazar las verdades de la Palabra con relación a nuestros hijos y a nosotras mismas nos trae libertad. Nos hace libres saber que Jesús es suficiente, que Él es el Dueño y Señor de todo y que, por la gloria de la cruz, en Él encontramos perdón y redención en medio de nuestros pecados. Que el Señor nos ayude a creerle y descansar en Él.