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Definición

La Biblia enseña que Adán fue el primer ser humano, quien fue creado del polvo de la tierra por un acto especial de Dios. Por la desobediencia de Adán, la muerte entró en el mundo y afectó a toda la humanidad. En contraste, la vida viene por la obediencia del segundo y último Adán, Jesucristo.

Sumario

Este ensayo se centra en el retrato bíblico de Adán y su relación con Cristo. Primero, voy a considerar lo que dice el Antiguo Testamento (AT) sobre Adán, incluyendo el pacto hecho con Adán. En el principio, Dios hizo un pacto con Adán al prometerle la vida eterna con la condición de que viviera en obediencia perfecta. Adán, por lo tanto, se entiende mejor como un representante (o cabeza) del pacto cuyas acciones afectan a todos los que están representados «en él». En segundo lugar, miraré el testimonio de Adán en el Nuevo Testamento (NT), que está estrechamente ligado a la persona y obra de Cristo. Esto es evidente en especial en los evangelios, Hechos y las epístolas de Pablo. Al igual que Adán, Jesús también es un representante (o cabeza) del pacto. A diferencia de Adán, Jesús amó y obedeció a Dios de manera plena. La obediencia representativa de Jesús vence la desobediencia de Adán y beneficia a todos los que están unidos a Cristo por la fe. Tercero, consideraré algunas implicaciones prácticas de la enseñanza de la Biblia sobre Adán.

Panorama

La Biblia enseña que Adán fue la primera persona en la historia del mundo. Sin embargo, la historicidad de Adán es ampliamente debatida y a menudo negada, especialmente a la luz del surgimiento de teorías evolutivas que enseñan que la creación de la humanidad es el resultado de un largo proceso de desarrollo. Es importante considerar de manera cuidadosa lo que dicen el Antiguo y el Nuevo Testamento sobre Adán y por qué es importante. Lejos de ser solo una interesante pieza de trivia bíblica, el papel de Adán es trascendental en la historia bíblica y en el logro de la redención.

Adán en el Antiguo Testamento

Creación

Génesis enseña que en el sexto día de la creación, Dios creó al hombre y a la mujer (1:26-27). Este relato se amplía en Génesis 2, donde se nos dice que el Señor Dios creó al hombre del polvo de la tierra (2:7). Este es un acto especial de creación; Adán no se describe como proveniente de ningún tipo de forma de vida inferior. Además, Adán es creado como varón primero, y la mujer Eva es creada de su costado después (2:21-23). Este orden varón-mujer ha sido el diseño de Dios desde el principio (cp. Mt 19:4-6; 1 Ti 2:13).

El pacto adámico y la caída

Génesis también enseña que Dios hizo un pacto con Adán, que a menudo se llama el «pacto de obras» (también conocido como el pacto de creación, el pacto de vida o el pacto de naturaleza). Este pacto ha sido debatido, y muchos han objetado el término «pacto de obras», pero entendido de manera correcta, refleja mejor el texto bíblico. El pacto de obras no significa que Adán pudiera abrirse camino hacia Dios porque él fuera una criatura que le debía obediencia a Dios por su existencia. En cambio, el pacto de obras enseña que Dios entró libremente en una relación de pacto con Adán, en la que le prometió vida bajo la condición de que viviera en obediencia perfecta. Aunque el término pacto no se usa en Génesis 1 – 3, los elementos de un pacto están presentes (p. ej., miembros del pacto, estipulaciones, posibilidad de recompensas o maldiciones), y Oseas 6:7 muy probablemente se refiere a este pacto con Adán.

En Génesis 2:16-17, se le presenta un test probatorio a Adán: se le ordena que no coma del árbol del conocimiento del bien y del mal, para que no muera. Este no fue un mandato arbitrario, sino un mandato condensado que puso a prueba todo el amor de Adán por Dios. Se requirió que Adán fuera totalmente obediente a Dios en todos los sentidos. En el contexto del pacto, el amor y la obediencia van de la mano. Aunque no se dice de manera explícita, la implicación es que, si Adán pasaba el test probatorio, entonces heredaría la vida eterna. Adán fue creado recto (Ecl 7:29), pero también tenía una meta por delante: la plenitud de vida. Adán fracasó de manera trágica en esta prueba y el resultado fue la muerte (Gn 2:17; 3:19). Aun así, el Señor prometió la redención por medio de la simiente de la mujer (Gn 3:15).

El legado en el Antiguo Testamento

Adán se menciona por nombre solo de manera ocasional en el resto del AT, pero en todas partes se asume que Dios es el Creador de todas las personas, y la promesa a la mujer se persigue de muchas maneras. Adán como figura histórica se refleja en las genealogías de Génesis 5:1-3 y 1 Crónicas 1:1, las cuales se ratifican en el NT (Lc 3:38; Jud v. 14). Además de Oseas 6:7, se hace eco del primer pecado de Adán en Josué 7:21 y posiblemente en Job 31:33 e Isaías 43:27.

Adán en el Nuevo Testamento

Los evangelios

El Nuevo Testamento también habla de manera explícita sobre Adán como el primer ser humano. La concepción virginal de Jesús rompe el patrón del nacimiento natural que ha sido la norma desde Adán, y coloca a Jesús como la santa cabeza de una nueva humanidad (cp. Lc 1:31-35; 3:38). Adán es, en un sentido, hijo de Dios (Gn 5:1-3); Jesús es Hijo de Dios en un sentido más fundamental. Esto se ejemplifica en el Evangelio de Lucas, donde la filiación sobrenatural de Jesús se proclama en Su bautismo (Lc 3:22) y se prueba en el desierto (Lc 4:1-13). La genealogía que relata la filiación adámica de Cristo une los relatos del bautismo y la tentación (Lc 3:38). De manera similar, el Evangelio de Marcos deja claro que cuando Jesús obedece frente a la tentación, lo hace como un nuevo Adán que revierte los resultados de la maldición. Mientras que el pecado de Adán provocó discordia y espinas, Jesús obedece en el desierto y mora en paz con los animales salvajes (Mr 1:12-13).

Los elementos adámicos abundan en los evangelios. Es probable que la autodesignación favorita de Jesús, «Hijo del Hombre», se derive de Daniel 7:13-14, donde el reino del Hijo del Hombre (basándose en Gn 1 – 2; Sal 8) se contrasta con los reinos bestiales e impíos. Adán fue creado con gran dignidad para gobernar sobre la creación de Dios. El Hijo del Hombre es el nuevo Adán, quien gobierna sobre un reino duradero. Jesús logra la salvación en los evangelios como un hombre que representa y que vence el pecado del primer hombre. Jesús ata al hombre fuerte con Su obediencia, libera a los que están en la esclavitud del diablo y les ofrece el perdón de los pecados (Mt 12:22-32; Mr 3:22-30).1

Jesús también es retratado en términos adámicos en Su muerte. En el Evangelio de Juan, Pilato presenta a Jesús ante la multitud como el Rey de los judíos, con una corona de espinas y un manto de púrpura. Pilato proclama: «¡Aquí está el Hombre!» (19:5), haciendo eco de las palabras de Dios en referencia a Adán en Génesis 3:22. Este episodio irónico vuelve a hacer eco de las dimensiones reales de la obra adámica de Cristo. Aunque Jesús está condenado a morir como un supuesto pretendiente mesiánico, resucita a una nueva vida demostrando que el pecado no tenía ningún derecho sobre Él. A diferencia de Adán, Jesús no decayó en Su amor por Dios; como el Dios-hombre perfectamente obediente, Jesús resucita de entre los muertos y reina sobre un reino eterno. Es oportuno que María confunda al Jesús resucitado con el jardinero en Juan 20:15 (cp. 19:41): así como al primer Adán se le encargó obedecer a Dios en un jardín, así Jesús emerge a una nueva vida en un jardín.2

El padre de la iglesia, Ireneo, capturó poéticamente los paralelos entre Adán y Cristo, sobre todo con respecto a Su muerte y resurrección. Así como el pecado entró en el mundo por medio del pecado ocasionado en un árbol, así Jesús vence al pecado por Su obediencia en un árbol (es decir, en la cruz).3 Así como la muerte viene por medio de Adán, la vida viene por medio de Cristo. Este punto se hace aún más explícito en las cartas de Pablo.

El libro de Hechos y las epístolas de Pablo

El apóstol Pablo tiene mucho que decir sobre Adán, especialmente en relación a la persona y obra de Jesucristo. Dos textos clave son Romanos 5:12-21 y 1 Corintios 15:20-49. En Romanos 5:12-21, Pablo habla del pecado de un hombre (Adán), que condujo a la muerte y condenación de todas las personas (5:12, 18). En contraste con la desobediencia representativa de Adán, está la obediencia representativa de Jesús, que conduce a la justificación y a la vida a todos los que están en Él (5:18-19). Adán es más que una ilustración en este pasaje; aquí Pablo habla de realidades históricas y espirituales, mientras explica los orígenes del pecado y las realidades de la salvación del pecado. Adán es realmente la cabeza de la humanidad, cuyas acciones explican la universalidad de la muerte y la condenación. Las acciones de Adán en la historia tienen que ser superadas por la obra de otro hombre en la historia: Jesucristo, quien trae la justificación y la vida.

Pablo habla más sobre Adán en relación con Cristo en 1 Corintios 15:21-22, 44-49. En este pasaje, Pablo vuelve a revelar su marco de pacto que considera dos cabezas de la humanidad: Adán y Cristo. Pablo declara que por un hombre viene la muerte, así como por un hombre viene la resurrección de los muertos (1 Co 15:21). Pablo habla de dos hombres representativos en la historia mundial: el primer hombre, Adán (15:45), y el postrer Adán, que es el segundo hombre, Jesucristo (15:45, 47). Nuestro destino depende de nuestra relación con estos dos hombres (15:48-49), y esto se aplica a todas las personas en la historia del mundo.4

Asimismo, en el sermón de Pablo en Atenas, en Hechos 17, él habla de Dios como el Creador de todas las personas, en donde señala que de un solo hombre (griego: ex henos; 17:26) Dios hizo a todas las naciones de la humanidad para vivir en la tierra. Lo más probable es que se trate de una referencia a Adán, y luego Pablo enseña que todas las personas están sujetas a este único hombre: el hombre Jesucristo, quien resucitó de entre los muertos y es juez de todas las personas (Hch 17:30-31).

El teólogo Thomas Goodwin (1600-1680) retrata de manera memorable la comprensión que Pablo tiene de Adán y Cristo como dos cabezas del pacto: Pablo habla de Adán y Cristo como si nunca hubiera habido nadie más en el mundo; porque estos dos hombres tienen a todos los demás colgando de sus cinturones.5

Implicaciones prácticas

  1. El Dios de las Escrituras no es el Dios lejano del deísmo; gobierna el mundo y se relaciona con Sus criaturas. Creó a Adán del polvo de la tierra e hizo un pacto con él, al ofrecerle una recompensa mucho más allá de lo que Adán podría merecer. Cuando Adán pecó, Dios no destruyó a la raza humana, sino que intervino para salvarla.
  2. La enseñanza bíblica sobre Adán nos desafía a creer en las Escrituras. Muchos hoy dudan de la clara enseñanza bíblica sobre Adán. Cualquier número de argumentos intelectuales intrincados se pueden montar en contra de la noción de que Adán fue el primer ser humano. Debemos tomar una decisión: ¿Creeremos en la clara enseñanza de las Escrituras, aun cuando parezca improbable o imposible? La claridad y la veracidad de las Escrituras están en juego.
    • Además, si no se puede confiar en las Escrituras donde habla claramente de la figura histórica de Adán, entonces, ¿dónde más no se puede confiar en las Escrituras? Si Adán no es histórico, entonces la lógica de Pablo sobre la obra de Cristo es incorrecta en Romanos 5 y 1 Corintios 15. Las implicaciones de esto son enormes. ¿No es Pablo un apóstol inspirado? ¿No se puede confiar en él, ni siquiera en asuntos de salvación? Si Pablo cree que la obra representativa de Cristo es paralela a la obra representativa de Adán, pero Adán no es real, entonces, ¿cómo es posible que la obra de Cristo cuente para nosotros? ¿Pablo tendría una respuesta a esto?
    • Negar la historicidad de Adán significa que no solo Pablo está equivocado, sino que también (al menos) los autores de Génesis, 1 Crónicas, Lucas, Hechos, Juan y Judas están equivocados. No somos la autoridad de las Escrituras, la Escritura es nuestra autoridad. No nos atrevemos a erigirnos como jueces de los escritos de Pablo o de cualquier otro autor bíblico. Debemos creer en las Escrituras, aunque no esté de acuerdo con el espíritu de nuestra época.
  3. La obra de Cristo debe entenderse en términos representativos y adámicos. La obediencia de Cristo es la respuesta a la desobediencia de Adán. Adán actuó de manera representativa como cabeza del pacto. Jesús actúa de manera similar como una cabeza del pacto, lo que significa que Sus acciones se cuentan por los demás vicariamente. «En ningún otro hay salvación, porque no hay otro nombre bajo el cielo dado a los hombres, en el cual podamos ser salvos» (Hch 4:12).

Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Sol Acuña.


Este ensayo es parte de la serie Concise Theology (Teología concisa). Todas las opiniones expresadas en este ensayo pertenecen al autor. Este ensayo está disponible gratuitamente bajo la licencia Creative Commons con Attribution-ShareAlike (CC BY-SA 3.0 US), lo que permite a los usuarios compartirlo en otros medios/formatos y adaptar/traducir el contenido siempre que haya un enlace de atribución, indicación de cambios, y se aplique la misma licencia de Creative Commons a ese material. Si estás interesado en traducir nuestro contenido o estás interesado en unirte a nuestra comunidad de traductores, comunícate con nosotros.

Notas al pie

1Ver Brandon D. Crowe, The Last Adam: A Theology of the Obedient Life of Jesus in the Gospels [El último Adán: Una teología de la vida obediente de Jesús en los Evangelios] (Grand Rapids: Baker Academic, 2017) p. 153-66.
2Ver Crowe, The Last Adam [El último Adán], p. 195; Alistair Begg and Sinclair B. Ferguson, Name Above All Names [Nombre sobre todo nombre] (Wheaton: Crossway, 2013) p. 34-5.
3Ver Ireno, Demonstration of the Apostolic Preaching [Demostración de la predicación apostólica] p. 34; Ibíd., Against Heresies [Contra las herejías], 5.16.3; cp. 3.18.1, 7; 5.16.3; 5.21.1.
4Ver Richard B. Gaffin, Jr., No Adam, No Gospel: Adam and the History of Redemption [Sin Adán, sin evangelio: Adán y la historia de la redención] (Phillipsburg, NJ: P&R Publishing; Philadelphia: Westminster Seminary Press, 2015) p. 10-12.
5Estas es mi paráfrasis de Thomas Goodwin, «Christ Set Forth [Cristo puesto en marcha]», en vol. 4 de The Works of Thomas Goodwin [Las obras de Thomas Goodwin] (Edinburgh: James Nichol, 1862), p. 31.

Lecturas adicionales

  • Bavinck, Herman. Reformed Dogmatics [Dogmática reformada], Ed. John Bolt. Trad. John Vriend. 4 vols. (Grand Rapids: Baker Academic, 2003-8), esp. §§ 294-7 (2:564-76); § 349 (3:224-8).
  • Begg, Alistair y Sinclair B. Ferguson. Name Above All Names [Nombre sobre todo nombre] (Wheaton: Crossway, 2013).
  • Crowe, Brandon D. The Last Adam: A Theology of the Obedient Life of Jesus in the Gospels [El último Adán: Una teología de la obediencia de Jesús en los Evangelios] (Grand Rapids: Baker Academic, 2017).
  • Crowe, Brandon D. «The Passive and Active Obedience of Jesus Christ: Recovering a Biblical Distinction [La obediencia pasiva y activa de Jesucristo: Recuperando una distinción bíblica]», pp. 437-64 en The Doctrine on which the Church Stands or Falls: Justification in Biblical, Theological, Historical, and Practical Perspective [La doctrina sobre la cual se sostiene o cae la Iglesia: Justificación en perspectiva bíblica, teológica, histórica y práctica], Ed. Matthew Barrett (Wheaton: Crossway, 2019).
  • Gaffin, Richard B, Jr. No Adam, No Gospel: Adam and the History of Redemption [Sin Adán, sin evangelio: Adán y la historia de la redención] (Phillipsburg, NJ: P&R Publishing; Philadelphia: Westminster Seminary Press, 2015).
  • Gibson, David. «The Story of Two Adams [La historia de los dos Adanes]» en www.ligonier.com.
  • Goodwin, Thomas. Christ Set Forth [Cristo puesto en marcha]. En vol. 4 de The Works of Thomas Goodwin [Las obras de Thomas Goodwin] (Edinburgh: James Nichol, 1862).
  • Against Heresies [Contra las herejías]. En vol. 1 de The Ante-Nicene Fathers [Los padres antenicenos] Ed. Alexander Roberts y James Donaldson. (1885-1887. 10 vols. Reimpreso, Peabody, MA: Hendrickson, 1994).
  • On the Apostolic Preaching [Sobre la predicación apostólica]. Trad. y ed. John Behr. Popular Patristics Series 17 [Serie patrística popular 17] (Crestwood, NY: St. Vladimir’s Seminary Press, 1997).
  • Murray, John. The Imputation of Adam’s Sin [La imputación del pecado de Adán] (Grand Rapids: Eerdmans, 1959).
  • Poythress, Vern S. Did Adam Exist? [¿Existió Adán?] (Phillipsburg, NJ: P&R Publishing; Philadelphia: Westminster Seminary Press, 2014).
  • Tipton, Lane G. «Adam and the Bible [Adán y la Biblia] (1 Co 15:42-49)» Reformed Forum Theology Conference 2012.
  • Turretin, Francis. Institutes of Elenctic Theology [Instituciones de la teología eléctica] Trad. George Musgrave Giger. Ed. James T. Dennison, Jr. 3 vols. (Phillipsburg, NJ: P&R Publishing, 1992-97), esp. questions 8.1–6 (1:569–86); 9.9 (1:613–29). Versión latina aquí.
  • Waters, Guy Prentiss. «Theistic Evolution Is Incompatible with the Teachings of the New Testament [La evolución teísta es incompatible con las enseñanzas del Nuevo Testamento]», pp. 879–926 en Theistic Evolution: A Scientific, Philosophical, and Theological Critique [Evolución teísta: Una crítica científica, filosófica y teológica], Ed. J. P. Moreland et al. (Wheaton: Crossway, 2017).