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Definición

Las enseñanzas de Jesús fueron llamativas y memorables, no solo porque utilizó una variedad de métodos de enseñanza, sino más por enseñar que era el Señor encarnado y divino, que trajo su reino celestial a la tierra y que las reglas de este reino eran muy diferentes a las reglas de los reinos de la tierra.

Sumario

Jesús era conocido por sus enseñanzas, los métodos que utilizó y el mensaje que predicó. Jesús utilizó a lo largo de su ministerio una variedad de métodos que hicieron que sus enseñanzas fueran llamativas y memorables, comprensibles y provocadoras. Muchos de estos métodos eran conocidos en su época y algunos de ellos tenían cualidades con las que todavía estamos familiarizados: poesía, proverbios, exageración (hipérbole), parábolas, símiles, enigmas y paradojas. Sin embargo, lo que distinguió sus enseñanzas de las demás fue el mensaje que contenían (Mr 1:22). Jesús enseñó que el reino de Dios había llegado y que Él, como Señor encarnado y divino, era su gobernante. Este reino desafió los estándares de los reinos humanos y llamó a sus ciudadanos a vivir de forma radicalmente diferente.

Jesús era conocido por su habilidad para enseñar. Se le llama «Maestro» cuarenta y cinco veces en el Nuevo Testamento. El título arameo «rabino» se usa catorce veces para Jesús, a pesar de que no fue entrenado formalmente como tal. Sin embargo, el pueblo reconoció que Jesús era un maestro enviado de Dios. Al igual que otros maestros; Jesús tenía discípulos, anunció órdenes divinas, reforzó sus enseñanzas con las Escrituras, debatió con otros, fue interrogado sobre disputas legales y empleó diversas técnicas para hacer que su enseñanza fuese más memorable. Enseñó tanto en el campo como en las ciudades. Enseñó en las sinagogas y, al menos en una ocasión, desde una barca. A menudo era capaz de reunir a grandes multitudes que podían estar tan cautivadas por sus enseñanzas que simplemente se olvidaban de su necesidad de comida. Lo que hizo que la enseñanza de Jesús fuera única no fue solo lo que Él enseñó, sino también cómo lo enseñó.

El método de enseñanza de Jesús

Jesús utilizó una variedad de técnicas pedagógicas para impactar con su enseñanza a sus oyentes. Tales técnicas se utilizaron para aclarar el significado, motivar a los oyentes o revelar la verdadera intención de la Palabra de Dios. Cristo enseñó todo el tiempo haciendo que su enseñanza fuera memorable. Algunos métodos de Jesús incluyeron poesía, proverbios, exageración y parábolas, y muchas otras, como juegos de palabras (Mt 23:24), símiles (Lc 17:6), metáforas (Mt 5:13-4), enigmas (Mr 14:58), paradojas (Mr 12:41-44), ironía (Mt 16:2-3) y preguntas (Mr 3:1-4).

Poesía

La mayor parte de la poesía que Jesús utilizó implica alguna clase de paralelismo, con unos doscientos ejemplos registrados en los Evangelios. Existen cuatro tipos principales de paralelismo: sinónimo, antitético, escalonado (o de clímax) y quiástico.

En el paralelismo sinónimo, las oraciones gramaticales o líneas subsiguientes expresan un pensamiento similar a la oración o línea principal. La segunda línea, aunque puede ser prácticamente sinónima, también puede aclarar o intensificar la primera línea. En los Evangelios aparecen unos cincuenta ejemplos en los que Jesús utiliza el paralelismo sinónimo. Por ejemplo, Jesús afirmó: «Porque nada hay oculto, si no es para que sea manifestado; ni nada ha estado en secreto, sino para que salga a la luz» (Mr 4:22). Aquí «oculto» es paralelo de «secreto» y «manifestado» es paralelo a «salga a la luz».

En el paralelismo antitético, la segunda línea contrasta con la primera línea. Esta es la forma más común de paralelismo en la enseñanza de Jesús, con casi 140 casos. Por ejemplo, «todo árbol bueno da frutos buenos; pero el árbol malo da frutos malos» (Mt 7:17). El término «bueno» contrasta con «malo» y «frutos buenos» contrasta con «frutos malos».

En el paralelismo escalonado (o de clímax), la segunda línea continúa y avanza el pensamiento de la primera línea. Hay unos veinte ejemplos de este tipo de paralelismo en las enseñanzas de Jesús. Uno es: «El que los recibe a ustedes, me recibe a mí; y el que me recibe a mí, recibe al que me envió» (Mt 10:40). Observe que la primera línea se repite («el que me recibe a mí») y luego se añade un elemento adicional que progresa la enseñanza («recibe al que me envió»).

Por último, el paralelismo quiástico implica la inversión de declaraciones paralelas (A, B, B1, A1). Hay 16 casos de este tipo de paralelismo en los evangelios. Por ejemplo, «El día de reposo [A] se hizo para el hombre [B], y no el hombre [B1] para el día de reposo [A1]» (Mr 2:27).

Proverbios

Jesús también utiliza declaraciones proverbiales. Estas declaraciones no deben tomarse como absolutas sino como principios generales. Por ejemplo, Jesús afirmó: «… porque todos los que tomen la espada, a espada perecerán» (Mt 26:52). Como ocurre con un proverbio, no se proporcionan excepciones. La declaración de Jesús no significa que todos los que luchan con espadas a espada morirán. Más bien, el significado es que, en general, aquellos que están acostumbrados a pelear con espadas probablemente sean asesinados con una. Así, una persona que conozca la veracidad del proverbio será prudente al escuchar sus enseñanzas.

Exageración

La exageración puede ser errónea si se usa de forma engañosa, especialmente cuando el oyente no anticipa un lenguaje exagerado. Sin embargo, en las enseñanzas éticas, el lenguaje exagerado es una poderosa herramienta que puede dejar una impresión indeleble en el oyente (o lector). Hay dos tipos de lenguaje exagerado: exageración e hipérbole. La exageración es una afirmación exagerada que es posible, aunque no se pretende que se complete lo que propone. Por ejemplo, cuando Jesús enseñó: «Si tu ojo derecho te hace pecar, arráncalo y tíralo» (Mt 5:29), aunque se podría hacer tal acción, esa no es la intención deseada de la declaración de Jesús. La hipérbole, sin embargo, es una afirmación exagerada que es imposible de completar. Por ejemplo, Jesús les dice a los escribas y fariseos: «¡Guías ciegos, que cuelan el mosquito y se tragan el camello!» (Mt 23:24). Aunque es imposible que alguien se trague un camello, el punto ético está claro: no tengas tanto cuidado con las cosas de poca importancia para ignorar las cosas de gran importancia. La exageración es una poderosa forma de comunicación, ya que atrae la atención de los oyentes. También demuestra la gravedad de una situación.

Parábolas

Quizás el método de enseñanza más conocido de Jesús sea la parábola, que representa aproximadamente un tercio de todas sus enseñanzas. Jesús cuenta al menos cincuenta parábolas diferentes en los Evangelios. Lamentablemente, las parábolas no son solo algunas de las enseñanzas más preciadas de Jesús, sino que también constituyen algunas de sus enseñanzas peor comprendidas.

En su definición básica, una parábola implica una comparación. Por ejemplo, «El reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en el campo» (Mateo 13:44, cursiva añadida). Así, el «reino de los cielos» se compara (tiene algún parecido) con un «tesoro». Estas parábolas son fáciles de comprender, ya que el punto de la comparación suele destacarse en la propia parábola (por ejemplo, sacrificar lo que necesites para entrar en el reino porque vale la pena). En otras parábolas (por ejemplo, la parábola del sembrador/suelo y la parábola del trigo y la cizaña), Jesús explica las diversas comparaciones, ya que puede que no sea obvia para sus oyentes. Aunque las parábolas se han alegorizado a menudo, es mejor buscar la idea principal de la parábola basada en el contexto de la parábola (¿por qué Jesús enseñó la parábola?). Además, es útil tratar de entender la parábola desde la perspectiva del público original antes de aplicarla a un contexto moderno.

El mensaje de la enseñanza de Jesús

Jesús fue un Maestro consumado, no solo por cómo enseñaba, sino por lo que enseñaba. En la siguiente sección se explicarán tres temas destacados de las enseñanzas de Jesús: (1) la realidad del reino de Dios, (2) vivir en el reino de Dios y (3) el Señor del reino de Dios.

La realidad del reino de Dios

El reino de Dios es el tema central de la enseñanza de Jesús. Según Marcos, el mensaje de Jesús se puede resumir como: «El tiempo se ha cumplido y el reino de Dios se ha acercado; arrepiéntanse y crean en el evangelio» (Mr 1:15; cp. Mt 4:17, 23; Lc 4:43). Los Evangelios contienen setenta y seis refranes diferentes del reino de Jesús (y algo más de cien paralelos incluidos). El reino no se refiere a un reino físico, sino al reino de Dios. Jesús mismo dijo: «Mi reino no es de este mundo» (Jn 18:36). Por lo tanto, el reino puede ser definido como la aplicación definitiva y decisiva de Dios de su reinado soberano, que fue inaugurado durante el ministerio de Jesús y que se consumará en su regreso.

Aunque la frase «reino de Dios» no se utiliza en el Antiguo Testamento, son abundantes los conceptos de Dios como rey y aquel que gobierna sobre su reino (p. ej., Dn 2:44; Sal 22:27-28; 103:19). A menudo se habla de Dios como el Rey de Israel y de todo el mundo. Sin embargo, también existe la expectativa de que Dios algún día gobierne a todo su pueblo de una manera inigualable. Por lo tanto, cuando Jesús vino predicando que el reino de Dios había llegado, su público judío sabía que se refería al gobierno completo de Dios sobre Israel y todas las naciones.

Jesús enseñó que el reino de Dios está presente (ya) y futuro (todavía no). Es decir, el reino de Dios es a la vez una realidad presente (Mt 11:11; 12:28; Mr 1:15; 9:1; Lc 11:2; 17:20-21) y una esperanza futura (Mt 6:9-10; 7:21; 8:11-12; Mr 14:25). Cuando Jesús (el Rey) vino a la tierra, dio comienzo al reino. Sin embargo, este reino sigue siendo cuestionado en el mundo y no será experimentado plenamente hasta que toda rodilla se doble y toda lengua confiese a Jesús como el Rey. Eso tendría que esperar hasta que el Rey regrese (la segunda venida de Jesús).

Las frases «reino de Dios» y «reino de los cielos» son sinónimos y representan la misma realidad. Esto se puede demostrar comparando pasajes paralelos en los que un texto dice «reino de los cielos» (Mt 5:3), pero el otro tiene «reino de Dios» (Lc 6:20). «Cielo» es un sustituto del nombre divino «Dios». Además, Mateo utiliza los términos indistintamente en el mismo contexto: «es difícil que un rico entre en el reino de los cielos. Otra vez les digo que es más fácil para un camello pasar por el ojo de una aguja, que para un rico entrar en el reino de Dios» (Mt 19:23-24). Además, el reino de Dios (el gobierno de Dios) no es lo mismo que la Iglesia (el pueblo de Dios).

Vivir en el reino de Dios

Jesús no vino solo en cumplimiento de las promesas del rey davídico que gobernaría sobre Israel y las naciones, sino que también vino como un profeta mayor que Moisés (Dt 18:18). En ese papel, Él enseñó cómo deben conducirse los ciudadanos del reino. Sin embargo, Jesús nunca ofrece un sistema ético sistemático. Además, algunas de las enseñanzas de Jesús parecen contradictorias. Por ejemplo, la ley es eternamente válida (Mt 5:17-20; Mr 12:28-34), pero fueron abolidos ciertos mandamientos (Mt 5:31-42; Mr 7:14-23). En otros lugares, parece que la expectativa de obediencia de Jesús es imposible. Por ejemplo, Él afirmó: «Por tanto, sean ustedes perfectos como su Padre celestial es perfecto» (Mt 5:48). No es solo la obediencia externa lo que se requiere: incluso la obediencia interna, incluidos nuestros motivos, es requerido (Mt 5:3-8; 12:33-37; 23:35-36; Lc 11:33-36). Por último, es posible que solo algunas de las enseñanzas de Jesús sean vinculantes para ciertas personas. Por ejemplo, Jesús le dijo al joven gobernante rico: “ve y vende cuanto tienes y da a los pobres” (Mr 10:21) pero Él no requiere específicamente eso de todos.

A la luz de estas dificultades, ¿cómo vamos a entender la enseñanza ética de Jesús? En primer lugar, debemos ser conscientes de las formas literarias que Jesús utilizó en sus enseñanzas, especialmente la exageración (Mt 5:33-37, 38-42; 7:1; Mr 9:43-48; Lc 14:26). En segundo lugar, no todas las enseñanzas de Jesús requieren una aplicación universal. Jesús requirió que el joven gobernante rico vendiera todas sus posesiones y diera a los pobres porque Jesús sabe que sus riquezas y posesiones son el ídolo que lo mantiene fuera del reino. En tercer lugar, debemos tratar de entender la intención original de la enseñanza de Jesús. Es tentador leer nuestro significado en el texto, pero debe ser evitado. Jesús dice: «Bienaventurados ustedes los pobres, porque de ustedes es el reino de Dios» (Lc 6:20). Aunque podría ser tentador leer a los «pobres» meramente en términos económicos, el pasaje paralelo de Mateo 5:3 («Bienaventurados los pobres en espíritu») prohíbe una interpretación tan estrecha. Por último, las enseñanzas éticas de Jesús se dirigen principalmente a los discípulos de Jesús, aquellos que ya han respondido a su llamado con fe.

En resumen, Jesús enseña que lo que se necesita es una nueva actitud (corazón), y no solo obediencia externa (Mt 15:11; 23:27-28). El mandamiento de amar a Dios con todo nuestro corazón, alma, mente y fuerza —y a nuestro prójimo como a nosotros mismos (Mr 12:29-31; cp. Dt 6:5; Lv 19:18)— resume todos los mandamientos divinos. Los cristianos deben tratar a los demás como ellos mismos desean ser tratados (Mt 7:12). El amor por los demás debe entenderse principalmente como acciones, no como un afecto emocional, que debe extenderse incluso a nuestros enemigos (Mt 25:31-46; Lc 6:27-28; 10:25-30).

El Señor del Reino de Dios

Como el tan esperado Rey del linaje de David, Jesús es así el Señor del reino. Pero no es un rey común. No solo se le llama «Admirable Consejero», «Padre Eterno» y «Príncipe de Paz», sino que también se le llama «Dios Poderoso» (Is 9:6). Varios rasgos demuestran el señorío y el estatus divino de Jesús en los Evangelios, es decir, (1) sus títulos, (2) sus palabras y (3) sus acciones.

Los títulos de Jesús

Varios títulos demuestran el señorío y la divinidad de Jesús. Primero, a Jesús se le llama «Mesías» o «Cristo». Fue elegido especialmente y separado como agente ungido de Dios (cp. Sal 2:2; 18:50; 2 S 1:14; Dn 9:25). Aunque Jesús suele evitar usar este término debido a sus connotaciones políticas, reconoce la idoneidad del título como una descripción de Él en varias ocasiones (Mr 8:27-30; 14:61-62).

En segundo lugar, el título «Hijo de Dios» enfatiza la intimidad con Dios (Mr 14:36), la elección para realizar un servicio especial (Mt 16:16), una relación única con Dios (Jn 20:17) y (en algunos contextos) la divinidad (Jn 5:17-18; 8:54-59; 10:30-33).

En tercer lugar, el título «Hijo del Hombre» es el título más común que Jesús usa para sí mismo. Aunque este término podría enfatizar la humanidad de Jesús, basándose en su conexión con Daniel 7:13-14, debe entenderse como aquel que es el gobernante y juez escatológico (cp. Mt 10:23; 19:28; 25:31; Mr 8:38; 13:26; 14:62).

En cuarto lugar, el título «Hijo de David», que se encuentra frecuentemente en el Evangelio de Mateo, indica la condición de rey de Jesús como el heredero legítimo del trono de David. Pero Jesús enseña que el Mesías es más que simplemente un descendiente de David; de hecho, es el Señor de David (Mr 12:35, 37).

En quinto lugar, se hace referencia a Jesús como «Señor», que se aplicó a Yahvé en el Antiguo Testamento. Aunque el término podría aplicarse a dioses, reyes humanos, maestros u otros, en varios contextos se usa a Jesús cuando un judío espera que sea aplicado a Dios (Mr 2:28). Jesús usa este título en referencia a sí mismo en Mateo 24:42.

Finalmente, en el Evangelio de Juan, Jesús recibe claramente el título «Dios» (Juan 1:1, 18; 5:17-18; 10:30-33; 20:28; cp. Ro 9:5; Tit 2:13; 1 Jn 5:20). Otros títulos incluyen «rey» (Mt 2:2), «siervo» (Mt 12:18-21), «profeta» (Mt 13:57), «Salvador» (Lc 2:11), «Cordero de Dios» (Jn 1:29, 36) y el «Verbo» (Jn 1:1).

Las palabras de Jesús

La divinidad de Jesús también se demuestra a través de sus palabras. Como alguien que es mayor que Moisés, tiene una autoridad única sobre la ley (Mateo 5:31-32, 33-37, 38-42; Marcos 7:17-19). Sus palabras sobre sí mismo serían inapropiadas y egocéntricas si no fuera divino. Por ejemplo, indica que el destino eterno de una persona está determinado por su rechazo o aceptación de él como Señor y Salvador (Mateo 10:32-33; 11:6; Marcos 8:34-38; Lucas 12:8-9). Además, declara su supremacía sobre Abraham (Juan 8:53), Jacob (Juan 4:12), Moisés (Mateo 5:21-48), Jonás (Mateo 12:41), Salomón (Mateo 12:42), David (Marcos 12:35-37) y el templo (Mateo 12:6).

Las acciones de Jesús

Por último, las acciones de Jesús (una forma de enseñanza visual) también demuestran su deidad. Tiene autoridad única sobre el templo (purificándolo; Mr 11:27-33), los demonios (exorcizándolos; Mr 1:27, 32-34; 5:1-13; Lc 11:20), Satanás (saqueando su casa; Mr 3:27; Lc 11:21-22), enfermedad (sanando a los enfermos; Mr 1:29-31, 40-45; 2:10-12; 7:32-37), y el día de reposo (por ser Señor sobre él; Mr 2:23-28). Su divinidad también es evidenciada por su capacidad para predecir el futuro (sus sufrimientos, su resurrección y la destrucción de Jerusalén), conocer los pensamientos en la mente de las personas (Mr 10:21; 12:24), y perdonar los pecados, algo que solo Dios puede hacer (Mr 2:10; Lc 5:21-24).


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Felipe Ceballos.


Este ensayo es parte de la serie Concise Theology (Teología concisa). Todas las opiniones expresadas en este ensayo pertenecen al autor. Este ensayo está disponible gratuitamente bajo la licencia Creative Commons con Attribution-ShareAlike (CC BY-SA 3.0 US), lo que permite a los usuarios compartirlo en otros medios/formatos y adaptar/traducir el contenido siempre que haya un enlace de atribución, indicación de cambios, y se aplique la misma licencia de Creative Commons a ese material. Si estás interesado en traducir nuestro contenido o estás interesado en unirte a nuestra comunidad de traductores, comunícate con nosotros.