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La vida está volviendo a la normalidad. ¿Por qué sigo tan triste?

“Muchos niños estarán tristes”, dijo nuestro pastor de jóvenes mientras conversábamos sobre la reapertura del ministerio de niños en una reunión reciente por Zoom. “No han podido vivir hitos importantes durante este último año”, agregó. “Debemos de estar preparados para enfrentar sus decepciones sobre esta etapa no vivida”.

Pensé en los eventos especiales de la iglesia que mi familia no pudo experimentar en este último año y medio. Mi hija menor se bautizó justo antes de que la iglesia cerrara sus puertas. Ella nunca había participado de la Cena del Señor junto a nuestra comunidad. Cuando la clase de Escuela Dominical de mi tercer hijo se graduaba del quinto año, ya estábamos exclusivamente por Zoom. Él recibió su Biblia de parte de la iglesia en un encuentro donde todos usaban mascarillas.

Hemos perdido mucho durante esta temporada de pandemia como comunidad de la iglesia. Era muy simple decir que estaríamos contentos de volver a estar juntos. Nuestro pastor de jóvenes tenía razón. Aun en la emoción por la reapertura de la iglesia, necesitábamos dejar un espacio para la tristeza.

Ya sea que seas una de las millones de personas que están en duelo por la pérdida de un ser querido debido al COVID o que estés decepcionado por todo lo que te perdiste en otros sentidos este último año, la reapertura de la iglesia, del colegio y de la vida diaria puede sentirse discordante en el mejor de los días y profundamente doloroso en el peor de los días; un giro rápido a la felicidad después de una larga temporada de dolor, ansiedad y desesperanza. En el último año y medio, todos hemos experimentado pérdida y el camino hacia un nuevo florecer no es tan fácil ni derecho.

La vida puede estar volviendo a la normalidad, pero el dolor permanece.

Haz espacio para la tristeza

Si has luchado con la idea de cómo enfrentar el entusiasmo colectivo de la vuelta a la “vida normal”, considera cuatro maneras de continuar haciendo espacio para la tristeza, aún si estás mirando hacia el futuro con esperanza.

1. Reconoce el tiempo de llorar

Sabemos que “hay un tiempo señalado para todo” (Ec 3:1), pero rara vez reconocemos que los tiempos son diferentes para cada persona. El tiempo de plantar de una persona puede ser el tiempo de arrancar lo plantado para otra. El tiempo de bailar de una persona puede ser el tiempo de lamento de otra. Cuando otros a nuestro alrededor están regocijándose, con frecuencia sentimos la presión de unirnos a la celebración, sin importar si estamos felices o no.

Sabemos que ‘hay un tiempo señalado para todo’, pero rara vez reconocemos que los tiempos son diferentes para cada persona

Aunque pueden haber beneficios reales de buscar activamente el gozo en medio del sufrimiento, no necesitamos disminuir ni despedir nuestra tristeza todavía. Si has perdido mucho en este tiempo de pandemia, puede que todavía sea tu tiempo de llorar. Por ejemplo, mientras otros celebran el regreso a la adoración en persona, tú puedes estar llorando por la silla vacía que ahora queda a tu lado. Si este es tu caso, debes saber que está bien que tu “tiempo” luzca diferente de los que están a tu alrededor. Aun si todos se están regocijando, Dios no pasa por desapercibido tus lagrimas (Sal 56:8). Su presencia permanece contigo intacta aunque parezca que todos los demás hayan superado la tristeza (Sal 34:18).

2. Participa en el lamento

Durante esta pandemia, la iglesia redescubrió el lamento; quizás uno de las consecuencias más hermosas y profundamente significativas de una temporada muy difícil. Aprendimos a desnudar nuestros corazones delante de Dios, luchar con su bondad y afirmar sus promesas en la oscuridad. Pero el lamento no es solo para los tiempos de agitación global y de enfermedad. Es una práctica diaria que nos ofrece un acceso al corazón de Dios cuando la vida no tiene sentido.

Si tu corazón todavía canta la triste melodía del duelo, continúa buscando la armonía de esta melodía con el lamento. Puedes cantar “Jubilosos te adoramos” con el mismo aliento de “¿Hasta cuándo, Oh Señor?”. Uno no opaca al otro.

Puedes cantar “Jubilosos te adoramos” con el mismo aliento de “¿Hasta cuándo, Oh Señor?”. Uno no opaca al otro

Así como no hay un cronograma para tu duelo, no hay un esto/o aquello para tu camino con la tristeza. Puedes buscar florecer en la vida pospandémica al mismo tiempo que te entristeces por lo que pudo haber sido o lo que fue. Puedes continuar trayendo tus frustraciones, decepciones y preguntas a Dios, reconociendo que, hasta que Jesús regrese, el lamento será la canción del creyente.

3. Mantente arraigado en tus recuerdos de la bondad de Dios

Cuando Dios dio su ley al pueblo de Israel en Deuteronomio, Él les dijo: “Te acordarás que fuiste esclavo en la tierra de Egipto, y que el Señor tu Dios te redimió” (Dt 15:15). Mientras ellos interactuaban con un extranjero, mientras encendían las velas de pascua y esperaban al Mesías, en los tiempos malos y buenos, ellos debían recordar el obrar de Dios a su favor.

Cuando todos a tu alrededor estén celebrando su vacunación o el regreso a las rutinas normales, puedes sentirte tentado a creer que se te ha negado disfrutar de la bondad de Dios. ¿Por qué tu vida debe seguir siendo dura cuando la vida de los demás parece estar mejorando? Cuando no puedas unirte al regocijo colectivo actual, dirige tu mirada a la fidelidad pasada de Dios. Has experimentado otros momentos de dolor en el pasado, pero como los hijos de Israel, tu estribillo es el mismo: “el Señor tu Dios te redimió” (Dt 15:15). ¿Necesitas inspiración? Lee los 72 versículos del Salmo 78 o escucha a Israel recordar los actos llenos de gracia de Dios en el Salmo 105.

Cuando no puedas unirte al regocijo colectivo actual, dirige tu mirada a la fidelidad pasada de Dios

4. Repasa las promesas de redención

Después de la muerte de mi esposo en 2019, empecé a orar la siguiente oración de manera apasionada: “Ven pronto, Señor Jesús”. Enfrentada con un dolor desgarrador y que cubría todo mi ser, necesitaba una seguridad de que esta vida de tristeza no era el final de mi historia.

Todos hemos hecho esa oración a través de la pandemia de una forma u otra. Sin embaergo, a medida que volvemos a la normalidad, podemos sentirnos tentados a cambiar nuestra sintonía ligeramente, permitiendo que haya una disminución en nuestra urgencia por el regreso de Cristo. Otras personas pueden estar regresando a sus ritmos de felicidad, pero si estás en duelo, tu oración sigue siendo la misma. Mientras te mantienes arraigado en los recuerdos de la bondad de Dios, aférrate también a las promesas de redención.

El profeta Oseas nos dice: “Su salida es tan cierta como la aurora, y Él vendrá a nosotros como la lluvia, como la lluvia de primavera que riega la tierra” (Os 6:3). Si estás afligido mientras el mundo se regocija, necesitas estas palabras. En medio de tu dolor, no es necesario que pongas cara feliz y te mantengas en el lado soleado de la vida. Puedes sentir el dolor terrenal y hacerle todas tus preguntas a Dios. A medida que la pandemia disminuye y los dolores de los demás se desvanecen, puedes confiar que las promesas de Dios siguen siendo seguras y verdaderas. Mientras esperas la redención, deja que este verso te ofrezca esperanza: “Este es mi consuelo en la aflicción: que Tu palabra me ha vivificado” (Sal 119:50).


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Equipo Coalición.
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