«Señor, si es necesario, trae persecusión a mi país». Estoy segura de que no he sido la única creyente que ha orado algo así.
Lamentablemente, se puede romantizar la persecución (perdón, Señor, y perdón, hermanos perseguidos), cuando uno lee historias increíbles sobre cómo la sangre de los mártires era la semilla de la iglesia. No obstante, la prueba de la abundancia puede ser tan retadora como la prueba de la persecución.
El Señor Jesús advirtió a Sus discípulos sobre estas dos pruebas. Tanto la aflicción como el espejismo de la comodidad pueden ser un tropiezo para abrazar la fe y, como consecuencia, para dar fruto (Mt 13:20-22; Mr 4:16-19; Lc 8:14).
Pero Moisés esquivó la prueba de la abundancia, y nosotros también podemos hacerlo en dependencia del Señor.
Un asunto de valoración y elección
Nuestro Señor en cada ocasión será nuestro ejemplo perfecto (y volveré a esto al final), pero quisiera que, primero, seamos animados por la fe de un amigo de Dios (Is 41:8). El autor de Hebreos menciona:
Por la fe Moisés, cuando ya era grande, rehusó ser llamado hijo de la hija de Faraón, escogiendo más bien ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los placeres temporales del pecado. Consideró como mayores riquezas el oprobio de Cristo que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa (He 11:24-26).
Tres acciones diferencian la fe de Moisés en este pasaje: rehúsa, escoge y considera. Rechazó el renombre. Escogió sufrir con el pueblo de Dios, en lugar de gozar con un pueblo incrédulo. Y consideró más valioso sufrir «como también iba a sufrir el Mesías» (TLA), que disfrutar los tesoros de su tiempo.
¿Sorprendente? No debería serlo, al menos para nosotros. Revisa conmigo el pasaje en retrospectiva:
- Considera las riquezas más valiosas
Por un lado, están los afanes de este mundo, los cuales prometen que es posible disfrutar «los tesoros de Egipto». Si vives solo para esta vida, buscando tu comodidad, bienestar y reputación, es bastante probable que logres una vida terrenal medianamente satisfactoria. Pero si has oído el evangelio, sabes que hay más. No hablo solo de disfrutar la herencia incorruptible con Cristo gozando de Su presencia para siempre, sino de la recompensa de vivir esta vida terrenal con esperanza, confianza y gozo.
Debemos elegir entre ser gobernados por este mundo o estar bajo la comunión eterna con el Dios trino
- Escoge al Eterno
Moisés debía escoger —y nosotros también— entre disfrutar «los placeres temporales del pecado» o «ser maltratado con el pueblo de Dios».
No te dejes impresionar por las primeras palabras (los placeres vs. ser maltratado), la clave está en las segundas partes: ¿Quieres estar bajo el dominio del pecado? ¿O ser contado con el pueblo de Dios? Es decir, debemos elegir entre ser gobernados por este mundo o estar bajo la comunión eterna con el Dios trino.
- Rechaza lo de menor prestigio
El mundo te invita a ser llamado «hijo de la hija de Faraón», al módico precio de tu alma. Te ofrecerá placeres temporales y los tesoros de Egipto. La única forma razonable de rechazar una oferta así es considerando y escogiendo algo que es más valioso. Algo como las riquezas del oprobio de Cristo.
Ser maltratados con el pueblo de Dios hoy
Elegir que es mejor el oprobio de Cristo, implica también escoger «ser maltratados con el pueblo de Dios» en esta vida. Esto no significa elegir ser miserables, dejar la alegría de un lado y volvernos masoquistas; sino valorar a Cristo, Su reino y, por ende, a Su pueblo.
¿Cómo lo hacemos? Te doy tres ideas para implementar, pero te invito a pensar: ¿qué otra agregarías tú?
- Invierte en tus hermanos que sufren cerca de ti.
En un sentido, todos sufrimos y todos tenemos consuelo. Todos somos débiles y todos somos fuertes. Todos somos pobres y todos somos ricos. ¿A quiénes de tus hermanos puedes apoyar? ¿Cuáles son tus recursos en este momento?
- Considera aspirar a una vida más austera.
Este mundo nos impulsa a la acumulación y a «mejorar nuestro estatus social», pero podemos decidir no seguir su corriente. Puedes comprar un teléfono más sencillo, ahorrar para una casa más pequeña o comprar menos comida rápida. Con el tiempo, empezarás a notar que no necesitas tanto y que tienes mucho para compartir.
- Ofrenda para las misiones en pueblos no alcanzados.
Si estás leyendo este artículo, lo más probable es que no estés hoy entre los pueblos no alcanzados, siendo perseguido por tu fe en Cristo. ¿Cómo podemos proclamar que somos uno con quienes están luchando con su vida para que Cristo sea exaltado y adorado en cada rincón? De muchas formas (como orando, visitando y siendo enviados), pero una que no debería esperar es ofrendando.
Pregunta a tus pastores cómo puedes apoyar económicamente a alguno de los misioneros que sostiene tu iglesia local o cómo puedes servir para que la iglesia empiece a ofrendar a misioneros con regularidad.
Con los ojos puestos en Él
El Señor nos advirtió que habría aflicciones en esta vida y que seríamos seducidos por este mundo. Nos enseñó que el reino de Dios no tiene comparación y que podemos confiar en que el Padre nos ama tanto como para hacernos morar con Él. Pero no solo eso, sino que también nuestro Señor Jesús nos mostró el camino.
Él mismo estimó nuestra redención y comunión con Él como más valiosas que Su vida. Y, por si fuera poco, nos dio Su Espíritu para que podamos seguir Sus pasos:
Despojémonos también de todo peso y del pecado que tan fácilmente nos envuelve, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, quien por el gozo puesto delante de Él soportó la cruz, despreciando la vergüenza, y se ha sentado a la diestra del trono de Dios. Consideren, pues, a Aquel que soportó tal hostilidad de los pecadores contra Él mismo, para que no se cansen ni se desanimen en su corazón. Porque todavía, en su lucha contra el pecado, ustedes no han resistido hasta el punto de derramar sangre (He 12:1-4).
¿Estás dispuesto a salir de tu comodidad para seguir más de cerca a este Salvador?