Fragmento adaptado de Trabajo y Redención: Conectando tu adoración del domingo con tu trabajo del lunes. Tom Nelson. Poiema Publicaciones.
Como seres humanos, no solo hemos sido creados para descansar y recrearnos, sino también para trabajar. Desde el principio de la Biblia, vemos que el único Dios verdadero no es un Dios holgazán, ni tampoco creó un mundo holgazán. Al empezar el relato de Génesis, leemos: “Dios, en el principio, creó los cielos y la tierra”. De inmediato se nos presenta a Dios como un trabajador considerado y creativo.
Desde el principio vemos a Dios actuando. El Espíritu de Dios se está moviendo sobre la superficie de las aguas. Dios desata Su creatividad infinita, omnipotencia y omnisciencia, y se involucra íntimamente con Su creación, que es buena.
A medida que se desarrolla la obra creadora de Dios, vemos que en ese paisaje literario emerge la humanidad, que es la corona de la creación. Dios el Creador coloca un sello distintivo y único en los seres humanos, uno que separa a la humanidad del resto de la creación. Luego Dios dijo:
“Hagamos al ser humano a nuestra imagen y semejanza. Que tenga dominio sobre los peces del mar, y sobre las aves del cielo; sobre los animales domésticos, sobre los animales salvajes, y sobre todos los reptiles que se arrastran por el suelo”. Y Dios creó al ser humano a Su imagen; lo creó a imagen de Dios. Hombre y mujer los creó, y los bendijo con estas palabras: “Sean fructíferos y multiplíquense; llenen la tierra y sométanla; dominen a los peces del mar y a las aves del cielo, y a todos los reptiles que se arrastran por el suelo’”, Génesis 1:26-28.
El escritor de Génesis quiere que entendamos el lugar único que los humanos ocupan en la creación. Observamos esta unicidad de dos formas fundamentales. En primer lugar, los humanos están diseñados por Dios para dominar sobre la creación de manera apropiada. Dios nos delega ser los mayordomos de la creación. En segundo lugar, los humanos están diseñados por Dios para ser portadores de Su imagen, para reflejar al resto de la creación de manera única lo que Él es.
El uso repetido de la palabra imagen en este texto nos habla de la importancia de dicha palabra para que podamos entender lo que significa ser humano.
Portadores de la imagen de Dios
Como portadores de la imagen de Dios, fuimos creados para imitar Su gloria y excelencia. El portador de una imagen está diseñado para reflejar la imagen de otro.
Recordé esta verdad cuando mi esposa Liz y yo estábamos animando a nuestro equipo de béisbol, los Kansas City Royals. Mientras disfrutábamos de una hermosa tarde de verano en el Kauff man Stadium, tuvimos una agradable conversación con la esposa de un jugador de béisbol profesional, cuyo actual trabajo y llamado vocacional es ser madre. Dos de sus hermosos hijos, que no habíamos visto en un par de años, estaban sentados en la fila que estaba justo delante de la nuestra. La última vez que los habíamos visto estaban muy pequeños, y ahora con tres y cinco años de edad, sus personalidades y apariencias ya empezaban a revelarse.
Al mirar a su niño de cinco años, no podía creer lo mucho que se parecía a su padre. Mientras más lo miraba, más me asombraba. Físicamente era una copia casi perfecta de su padre, pero en menor escala. Hasta la voz sonaba igual. Teniendo solo cinco años ya tenía ademanes similares, y al igual que su padre ya le gustaba el béisbol. No pude evitar decirle a mi esposa, Liz: “Míralo; ¡es una copia de su padre!”.
No estoy sugiriendo de ninguna manera que somos una especie de dioses pequeños o que llegaremos a ser como Dios, pero como seres humanos fuimos creados para reflejar a nuestro Padre celestial. En un sentido, fuimos creados para ser copias de Su imagen. Fuimos creados para adorarlo y para mostrarle a este gran universo un vistazo de Su gloria. Ese vistazo revela muchas cosas acerca de Su carácter y de magnificencia. Y, en un nivel muy fundamental, debemos reconocer que esta imagen en nosotros revela que Dios es un creador, un trabajador. Dios no es un holgazán.