Seguramente has oído algunos ejemplos de las últimas palabras de algún personaje famoso; ¡hay algunas páginas web que solo se dedican a eso! Pero, ¿sabes cuáles fueron las últimas palabras del Señor Jesucristo? No antes de morir, sino antes de ascender al cielo. Él se dirigió a sus discípulos y les dijo: “Recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra”. Sin duda, aquellos primeros discípulos, los apóstoles, serían testigos especiales y únicos (ellos habían vivido con el Señor durante unos tres años y medio, y ahora les tocaba ser sus principales testigos). Pero, ¿significa eso que los demás creyentes no deben ser testigos del Señor? No, ¿verdad? Aunque no en el mismo sentido o de la misma manera que aquellos testigos especiales, nosotros también, si somos cristianos, podemos y debemos ser testigos del Señor. Un ejemplo bíblico de ello es el endemoniado gadareno que fue curado y salvado por el Señor. Leemos su historia en Lucas 8:26-29 (además de en Mateo y en Marcos). Él nunca llegó a ser un apóstol, pero sí llegó a ser un testigo del Señor. Y su historia tiene un mensaje claro para nosotros hoy. Veámoslo, con la ayuda de seis preguntas:
1. ¿Quién?
¿Quién puede ser testigo del Señor? Pues, cualquier persona que haya experimentado el poder del evangelio en su vida. Aquel ex-endemoniado tuvo un encuentro con el Señor. Fue sanado, transformado y salvado por Él; “los que lo habían visto, les contaron cómo había sido salvado el endemoniado” (Lc. 8:36). Y esa maravillosa experiencia le hizo apto para ser un testigo del Señor. Salvando las distancias, tú y yo, si hemos sido salvados por el Señor, también tenemos un testimonio que podemos y debemos compartir con otras personas, ¿no?
2. ¿Cuándo?
¿Cuándo podemos empezar a testificar? Pues, a partir del momento de nuestro encuentro con el Señor. El gadareno le pidió al Señor que le dejara ir con Él, pero Jesús tenía otros planes para él. Y a partir de ese mismo día, a pesar de todo lo que le quedaba por aprender, el gadareno empezó a ser un testigo del Señor. Sé que esto suena un poco peligroso, y no quiero decir que cualquier persona pueda empezar a testificar el mismo día de su conversión; y es verdad que todos necesitamos aprender más -cuanto más aprendamos, mejores testigos seremos. Pero ser testigo significa contar algo que has visto o que te ha ocurrido, y el recién convertido tiene algo importante que contar.
3. ¿Por qué?
¿Por qué debemos ser testigos del Señor? Déjame que te dé algunas razones, todas ellas se ven en la historia del gadareno:
- Testificar es natural
Después de lo que le había pasado, era lo más natural del mundo que aquel hombre fuera diciéndolo por allí. Y lo mismo se puede decir de nosotros cuando el Señor nos ha salvado.
- Testificar es importante
Tan importante era en el caso del gadareno que ¡el Señor no le permitió ir con Él! Era más importante que testificara a la gente de su lugar. ¿Y acaso no es importante que nosotros también testifiquemos?
- Testificar es un mandato
El Señor le mandó al gadareno testificar; le dijo: “Vuélvete a tu casa, y cuenta cuán grandes cosas ha hecho Dios contigo” (Lc. 8:39a). Y, aunque no nos haya mandado a nosotros de la misma forma, ¿acaso no lo ha hecho de forma implícita en su Palabra? Y cuando el Señor manda, lo que toca es obedecerle.
- Testificar es necesario
Es necesario porque la gente necesita que les hablemos del Señor – de lo que ha hecho con nosotros, y de lo que puede hacer con ellos. Los vecinos del gadareno necesitaban oírlo, y nuestros vecinos también.
4.¿Qué?
Si queremos ser fieles testigos, ¿qué debemos decirle a la gente? ¿De qué habló el gadareno? En resumen, habló del Señor, de su gran poder y de su gran amor – poder y amor que él había vivido en su propia carne. ¿Qué mejor que hablar nosotros también de lo mismo? Hemos de ser testigos del Señor, no de nosotros mismos; y hablar de Él, de cómo es y de cómo salva a los pecadores.
5. ¿Cómo?
¿Cómo debemos testificar? Con palabras, como heraldos del Señor. Cuando dice Lucas que el gadareno “se fue, publicando por toda la ciudad cuán grandes cosas había hecho Jesús con él” (Lc. 8:39b), la palabra original traducida “publicando” es la palabra que significa anunciar, proclamar, predicar (el evangelio), y es la palabra que describe al heraldo, anunciando el mensaje del rey. Aunque no seamos predicadores, y aunque nos creamos muy torpes para hablar, no debemos olvidar que, en un sentido, todos somos heraldos del rey, y tenemos que hablar – usar palabras verdaderas, sencillas y claras para transmitir el mensaje del Rey.
6. ¿Dónde?
¿Dónde debemos testificar? El gadareno lo hizo: (1) En casa (v. 39a); (2) “Por toda la ciudad” – o sea, su propia ciudad; y: (3) En territorio enemigo – los gadarenos acababan de echar al Señor de su territorio, ¡y ahora el gadareno iba a tener que testificarles! El mensaje queda bastante claro: nosotros también debemos empezar a hablar del Señor en casa, a veces el lugar más difícil de todos, pero el lugar más natural donde empezar. Desde allí, tenemos que dar a conocer la buena noticia del Señor en un área cada vez mayor; y, al igual que el gadareno, nos encontraremos en territorio hostil, pero lo nuestro no es salvar; es ser fieles testigos del Señor.
Conclusión
¿Tienes un testimonio? Si eres creyente, si has sido salvado por la gracia de Dios y por el Salvador, sí tienes un testimonio – no importan las circunstancias de tu caso en particular. ¡El Señor ha hecho grandes cosas contigo!, ¿no? Pues, ¡cuéntalo! ¡Sé testigo del Señor!