En mi vida profesional, Dios me ha llevado por un camino lleno de giros. Comencé en contabilidad y luego ocupé puestos de liderazgo en McDonald’s, en una importante cadena de lubricantes para autos, en dos grandes empresas del sector petrolero y, actualmente, en una empresa emergente de tecnología financiera. En cada giro de este recorrido, tanto en el trabajo como en la iglesia, Su gracia me ha abierto puertas para servir y liderar.
El liderazgo de servicio es una de las teorías sobre liderazgo más influyentes y debatidas de los últimos cuarenta años. Incluso para quienes creemos en la Biblia y sabemos que la Palabra de Dios es perfecta (2 S 22:31), útil (2 Ti 3:16-17) y pura (Sal 12:6), las verdades bíblicas pueden, a veces, parecer contrarias al sentido común.
Pero como los caminos de Dios son más altos que los nuestros (Is 55:8-9), corresponde al líder creyente reconciliar sus pensamientos —su propia realidad— con la mente y la voluntad de Dios reveladas en la Biblia, y no al revés (Fil 2:2-4; Ro 12:2; Ef 4:20-24).
Aunque las aparentes paradojas de la Biblia pueden presentar dilemas momentáneos, no son contradicciones. Al igual que Dios, podemos liderar y al mismo tiempo servir. Podemos dar prioridad a los demás. Permíteme compartirte seis sorprendentes secretos bíblicos sobre el servicio, la entrega y el sacrificio.
1. Para alcanzar la grandeza, sirve a todos.
En Sus enseñanzas sobre la ambición humana, el Señor instruyó a Sus discípulos que quienes desearan ser los más grandes debían convertirse en siervos de todos (Mt 20:16; Mr 10:35-45). Él mismo se presentó como el ejemplo supremo del alto costo que tiene el sacrificio desinteresado, al declarar: «El Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir y para dar Su vida en rescate por muchos» (Mt 20:28). El Hijo del Soberano, siendo Él mismo Dios soberano, afirmó que vino a servir. Su servicio que rescato vidas le costó todo, pero al final le hizo ganar a Él (y a nosotros) mucho más.
El Hijo del Soberano, siendo Él mismo Dios soberano, afirmó que vino a servir
Cuando el CEO de una compañía prioriza el servicio y es el primero en llegar y el último en salir; cuando un plantador de iglesias acomoda las sillas y saca la basura (como lo hacía mi padre); o cuando un gerente de planta toma turnos extra en verano para que sus trabajadores puedan irse de vacaciones, estamos viendo las marcas inconfundibles del verdadero liderazgo de siervo: ese que pone a los demás primero y se niega a sí mismo.
2. Para ser más feliz, da más.
El apóstol Pablo cita a Cristo cuando afirma: «Más bienaventurado es dar que recibir» (Hch 20:35). Si bien este principio nos toca el corazón en reuniones de cumpleaños o en Navidad, su contexto parece apuntar más específicamente a dar de manera sacrificial para «ayudar a los débiles» (v. 35). Pablo cuenta que él y sus compañeros de misión padecieron hambre y sed, fueron maltratados y no tuvieron un hogar (1 Co 4:11), y necesitaron que el pueblo de Dios los sostuviera.
La paradoja es esta: produce más bienaventuranza (es más propicio para la verdadera felicidad) dar a los más necesitados, aquellos que difícilmente podrán retribuirnos, que recibir un regalo, incluso uno tan bueno como ser bien alimentado, bien vestido y bien tratado. Los líderes deben recordar que dedicar tiempo y energía a los seguidores que más lo necesitan, aunque parezcan tener poco que ofrecer a cambio, es parte del altruismo de un líder siervo.
Por ejemplo, líderes ya retirados que invierten su tiempo como mentores de practicantes; directores ejecutivos que capacitan a empleados que, eventualmente, se irán a otra empresa; o gerentes que se arriesgan a contratar a alguien de quien no tienen certeza si será confiable. En todos estos casos, son líderes que dan a quienes nunca podrán pagarles de vuelta y, a veces, sin que la empresa misma se beneficie.
3. Para subir, a veces hay que bajar.
La trayectoria mesiánica del Hijo, quien es eterno y preexistente (Jn 1:1), fue un descenso épico: desde la cumbre más alta de la gloria hasta lo más profundo del sepulcro (Ef 4:9). Pero debido a que Jesús fue obediente hasta la muerte, y por medio de ella, Dios lo exaltó hasta lo sumo, otorgándole el título y la posición más altos: Señor de todo (Fil 2:9-11).
Al inicio de mi carrera, trabajé catorce años en McDonald’s. Tras seis años como contralor regional, ingresé a un programa de formación ejecutiva en operaciones de restaurantes. A pesar de ser contador público y tener un MBA, empecé como un empleado más. Limpié baños, trabajé todos los fines de semana, conté el dinero de las cajas y fregué los botes de basura. Después de dos años inmerso a tiempo completo en la operación de los restaurantes, obtuve la calificación para dirigir mercados y regiones enteras de la compañía.
Cuando más tarde fui vicepresidente regional, primero en Nashville y luego en Kansas City, mi experiencia real y reciente sirviendo a clientes y a empleados me permitió tomar mejores decisiones. Esos dos años en los restaurantes fueron de los más duros de mi carrera, pero también, y por mucho, los más formativos y gratificantes.
4. Un buen final es mejor que el comienzo.
El sabio Predicador de Eclesiastés enseñó que es mejor el día de la muerte que el día del nacimiento, y que es mejor ir a un funeral que a una fiesta (Ec 7:1-4). Cuando una vida se ha vivido con propósito y la travesía llega a su fin, el desenlace puede ser más gozoso que el incierto comienzo.
Pongo un ejemplo: me encanta viajar. Disfruto la anticipación del viaje, con sus altibajos. Pero nada me hace más feliz que empacar las maletas el último día para volver a casa. En el sentido bíblico, el último día de nuestro peregrinaje es más feliz que el primero, porque la odisea ha terminado y sabemos que regresamos a nuestro hogar definitivo.
De la misma manera, el día de nuestra jubilación debería ser más dulce que nuestro primer día de trabajo. En ese momento, podemos mirar atrás y ver cómo Dios siempre proveyó, alabarlo tanto por Sus misericordias severas como por Su abundante generosidad, y sentir la profunda satisfacción del deber cumplido.
5. Para obtener la victoria y la libertad, entrégate.
En el penúltimo día de Su vida en la tierra, Jesús se entregó por completo. En la hora más oscura antes de la cruz, cuando Su única labor posible era batallar en oración física y emocionalmente, Jesús sometió Su voluntad, una vez más, a la voluntad divina del Padre (Jn 6:38). Gracias a Su obediencia y entrega, la victoria más grande de la historia fue alcanzada y, en Él, cada creyente fue hecho victorioso.
De forma similar, cada creyente debe someterse diariamente a la voluntad del Padre (Ro 12:1). El líder siervo, en lugar de aferrarse a los derechos y privilegios de su cargo, puede optar por renunciar a las prerrogativas del liderazgo a cambio del poder verdadero que solo se halla en el servicio sacrificial y la entrega desinteresada.
El líder siervo puede optar por renunciar a las prerrogativas del liderazgo a cambio del poder verdadero que solo se halla en el servicio sacrificial y la entrega desinteresada
En el trabajo, esto podría traducirse en aceptar en silencio una decisión injusta del jefe, esperar con paciencia un ascenso que tarda en llegar, o ceder ante un compañero para que un conflicto no escale.
6. Para que el servicio sacrificial dé fruto, aprende.
Aunque Jesús era el Hijo de Dios, por lo que padeció aprendió la obediencia (He 5:8). El Hijo de Dios, omnisciente y eterno, quien estuvo presente y activo en la creación del cosmos (Jn 1:1-5), aprendió. Aprendió la obediencia a través de la experiencia. Cristo no solo es un líder siervo ejemplar, sino también el máximo ejemplo de un siervo que aprende.
Si el Dios que todo lo sabe aprovecha Sus pruebas humanas para aprender, ¡cuánto más un ejecutivo puede extraer nuevas enseñanzas de las experiencias más desafiantes de la vida!
La vida en una empresa emergente es difícil. Después de más de treinta años en el mundo corporativo y seis mudanzas entre estados, mi esposa y yo regresamos a nuestra ciudad natal y me uní a una pequeña empresa emergente dedicada a tecnología como director ejecutivo. Éramos seis empleados y teníamos dinero en el banco para pagar solo dos semanas de nómina. Aprendí a movilizar mis relaciones para recaudar el capital que necesitábamos para crecer. En ese primer año, estuvimos a punto de quedarnos sin fondos en dos ocasiones. En esos tiempos de escasez, aprendí lo que es la fe y la dependencia de Dios. Seis años después, la empresa está plenamente financiada y es sostenible, gracias a más de cien valientes inversores que creyeron en nosotros. Aunque esta etapa llegó tarde en mi carrera de liderazgo, aprendí muchísimo en el proceso.
Mis pensamientos, Sus pensamientos.
El líder siervo busca alinear su manera de pensar con la mente de Dios revelada en la Biblia (Ef 4:20-24), lo cual, en la práctica, forja una cosmovisión cristiana. Vistas desde la perspectiva de Dios, las aparentes paradojas de la Escritura nos revelan verdades sorprendentes sobre el corazón del liderazgo: el servicio, el sacrificio y la entrega.
Pensemos en el alcance del servicio de Cristo: todo lo que dejó y todo lo que dio para servir de manera obediente y perfecta. Sus decisiones y acciones demuestran la magnitud de Su liderazgo de siervo, quien siempre puso a otros primero. Dios Padre, a su vez, no necesita nada; es autosuficiente y eternamente completo en Sí mismo (Hch 17:24-25). Sin embargo, cada una de Sus interacciones con nosotros está enfocada en los demás. El Espíritu Santo también sirve, guiando y enseñando (Jn 16:13) a cada creyente a medida que somos transformados de gloria en gloria (2 Co 3:18) en el proceso continuo de nuestra santificación (2 Ts 2:13; 1 P 1:2).
Las motivaciones y acciones divinas de Dios son el modelo del liderazgo de servicio. El líder con una cosmovisión cristiana se beneficiará enormemente al meditar en oración en Dios como el líder siervo original y definitivo.