El segundo libro de Crónicas es el libro más subestimado en las Escrituras.
Esto se debe, en parte, a que su precuela comienza lentamente. La larga genealogía de 1 Crónicas 1-9 es extremadamente aburrida para la mayoría de los lectores modernos, aunque juega un papel crucial en el proyecto general del autor. Los capítulos finales de 1 Crónicas también entran en un extenso detalle sobre las responsabilidades sacerdotales y musicales, que solo un teólogo bastante comprometido o un líder de adoración muy animado son entusiasmados al leerlo. Cuando llegamos a 2 Crónicas, las personas están preparadas para considerar al cronista como un personaje pedante y laborioso que siempre le busca la quinta pata al gato.
Por otra parte, se debe a que estos libros parecen repetir el contenido de 1 y 2 Reyes, pero dejando fuera a Elías y Eliseo. (Elías hace una breve aparición en 2 Crónicas, pero no hay Monte Carmelo, ni susurros apacibles, ni comidas milagrosas, ni viñas robadas, o carros de fuego ascendiendo al cielo). El edificio del templo sigue allí, y los altibajos de los reyes buenos y malos siguen ahí, pero los héroes han sido removidos. Un lector desdeñoso podría pensar que el cronista está tratando de complicarnos la vida.
Una historia llena de adoración
No estamos llamados a ser lectores desdeñosos. Cuando leemos 2 Crónicas por sí mismo, descubrimos que a pesar de su falta de enfoque en Elías y Eliseo —que resulta de su falta de enfoque en el reino del norte— es de muchas maneras el libro de historia más enfocado, profético, lleno de oración y adoración de la Biblia. Es Hechos del Antiguo Testamento: la historia de cómo la casa de Dios fue establecida y llena con el Espíritu, de cómo su pueblo oró, adoró, falló, se arrepintió, fue capturado por sus enemigos y finalmente liberado, y de cómo los gentiles llegaron a adorar a Dios.
Hay héroes como Pedro y Juan (Salomón, Ezequías, Josías). Hay villanos como Herodes (Acaz, Amón). Hay un creyente fiel que es apedreado como Esteban (Zacarías). Hay un villano convertido en discípulo como Pablo, que deja de perseguir al pueblo de Dios y se convierte en un trofeo de gracia (Manasés).
Al centrarse en el reino del sur, Judá, el cronista puede dedicar mucho más tiempo a sus reyes, mostrándonos la complejidad moral de ellos, y lo que podemos aprender de cada uno. Reyes como Salomón, Roboam, Asa, Josafat, Joás, Uzías, Ezequías, y Josías son tratados extensamente, en sus diferentes tonalidades, y con lo que un novelista podría llamar “desarrollo del personaje”. Escuchamos cómo piensan, cómo hablan, y (en mi verso favorito en el libro) cómo oran:
“No sabemos qué hacer; pero nuestros ojos están vueltos hacia Ti”, 2 Crónicas 20:12.
2 Crónicas es Hechos del Antiguo Testamento y de muchas maneras es el libro de historia más enfocado, profético, lleno de oración y adoración de la Biblia
Vemos reyes buenos tomando decisiones catastróficas, reyes mediocres redimidos a través de una sabia respuesta, reyes terribles que se arrepienten y encuentran perdón. Estos hombres no son dibujos animados bidimensionales, usados como parámetro para decir que la adoración a Yahweh es buena y la idolatría es mala. Son personas reales de carne y hueso, que tienen momentos de grandeza y debilidad, y que necesitan aprender la importancia de la humildad, la sabiduría, la obediencia, y la oración.
Útil para los pastores
El autor también está interesado en los sacerdotes, y los presenta de una manera grandemente instructiva para los pastores de hoy. Si hemos leído el Antiguo Testamento hasta este punto, sabemos que los sacerdotes son responsables de los sacrificios de animales. Dado que esto es algo que ya no hacemos gracias el sacrificio de una vez y para siempre de Jesús, es fácil pensar que los sacerdotes tienen poco que enseñarnos sobre el liderazgo. Pero cuando leemos 1 y 2 Crónicas, encontramos que aunque los sacerdotes ofrecen sacrificios de animales, también son vistos como adoradores y porteros. (2 Crónicas 31:2 resume tres papeles: “para los holocaustos y para las ofrendas de paz, para que ministraran, dieran gracias y alabaran en las puertas del campamento del Señor”).
Los sacerdotes dirigen a la gente espiritualmente al guiarlos en la adoración, a través de la música, el canto, la alabanza, y la oración. Ellos custodian la presencia de Dios como porteros, impidiendo la entrada no autorizada al santuario, ya sea para ofrecer sacrificio (como Uzías) o para robar el oro para comprar a sus enemigos (como Acaz). Los pastores tienen mucho que aprender de la manera en que los sacerdotes llevan a cabo sus deberes, y de lo que sucede cuando no lo hacen.
El rol de los profetas y la profecía
Pero la contribución más convincente de 2 Crónicas, para mí, es la forma en que resalta el papel de los profetas y la profecía. Mientras que en 1 y 2 Reyes los profetas actúan, en Crónicas enseñan, con muchas aplicaciones para los lectores tanto de ese entonces como de ahora. Semaías se enfoca en la humildad (capítulo 12). Azarías logra hacer la conexión entre abandonar a Dios y ser abandonado por Él (capítulo 15). Hanani muestra la conexión entre la paz (shalom) y tener un corazón que es “completo” (shalem):
“Porque los ojos del Señor recorren toda la tierra para fortalecer a aquellos cuyo corazón es completamente Suyo. Tú has obrado neciamente en esto. Ciertamente, desde ahora habrá guerras contra ti”, 2 Crónicas 16:9.
Micaías advierte a Josafat que de aliarse con Acab, Israel sería esparcido como ovejas sin pastor (capítulo 18). Jehú pronuncia juicio por “amar a los que odian al Señor” (2 Cr. 19:2). Jahaziel recuerda a Judá que “la batalla no es de ustedes, sino de Dios… No necesitan pelear en esta batalla; tomen sus puestos y estén quietos, y vean la salvación del Señor con ustedes” (2 Cr. 20: 15-17). Podríamos continuar así con Zacarías, Oded, Huldah, y varios otros.
Lleno de tesoros
El segundo libro de Crónicas está lleno de tesoros. Podríamos hablar de los dos Abiyahs, un hombre y una mujer, que encarnan el tema del libro. Podríamos hablar de los cinco Azarías— un profeta, dos sacerdotes, un rey y un jefe— que lo muestran de maneras muy distintas.
En las hábiles manos del cronista, todos estos profetas, sacerdotes, reyes, y otros individuos refuerzan el corazón del libro, que es también el corazón del evangelio: que si nos arrepentimos, creemos, y humillamos ante Dios, Él nos salvará en su gran misericordia y gracia.
¡Dad gracias al Señor, porque para siempre es su misericordia!