Cuando el libro de Hechos relata el primer viaje misionero de Saulo, menciona que él era «llamado también Pablo…» (13:9). Desde ese momento en adelante, Lucas, el autor de Hechos, se refiere a él con ese nombre: Pablo.
Es inevitable leer este episodio y no recordar que Dios dio un nuevo nombre a diferentes personajes bíblicos, lo cual provocó cambios de identidad y de rumbo en sus vidas. Por ejemplo, Abram pasó a ser Abraham, Sarai luego fue Sara, Jacob fue llamado Israel; Jesús llamó Pedro a quien se llamaba Simón.
Sin embargo, en el relato de Lucas no vemos que Dios interviniera en la vida de Saulo y le cambiara el nombre, como leemos en los ejemplos anteriores. Si fijas tu atención en el texto, el autor dice que Saulo era «llamado también Pablo». Este detalle revela que Saulo no tenía un solo nombre, sino dos. De modo que necesitamos adentrarnos en la historia de Saulo de Tarso para conocer qué significaban sus nombres y por qué usó uno en lugar del otro.
Saulo de Tarso
Saulo era ciudadano de Tarso de Cilicia (Hch 22:3). Debido a que vivir en esta ciudad requería tener una posición económica superior a la del promedio, podemos suponer que la familia de Pablo era moderadamente rica.1
Saulo además era judío, y a lo largo de sus escritos y sus discursos siempre dejó en claro sus orígenes. Creció en Jerusalén, lo cual implicaba que no tenía tanta influencia gentil como aquellos judíos que estaban en la diáspora (dispersos fuera de Palestina). Saulo había crecido profundamente arraigado en las costumbres judías, lo cual era destacable en aquella época.
Creció bajo la instrucción de Gamaliel, quien fue un «maestro de la ley, respetado por todo el pueblo» (Hch 5:34) y miembro del Concilio de ancianos y escribas. Ser instruido por Gamaliel no era poca cosa, pues significaba recibir la mejor instrucción en aquella época. Bajo su formación, Saulo se destacó entre sus contemporáneos debido a su celo por la ley de Dios (Gá 1:14). Además pertenecía a la tribu de Benjamín (Fil 3:5), de donde vino también el rey Saúl, de quien es muy probable que haya sido inspirado su nombre: Saulo.
Pablo decidió que solo se gloriaría en la cruz de Jesús
Entonces, vemos cómo «Saulo» reflejaba mucho más que un nombre judío. Hablaba de todo un trasfondo de prestigio y reflejaba su propia identidad, y de la cual se sentía profundamente orgulloso. Sin embargo, como Lucas indica, también se le llamaba «Pablo». En ese tiempo, Paulus era un nombre gentil muy común en latín.2 Es probable que la razón por la que haya tenido dos nombres era que uno respondía a su identidad como judío y el otro respondía a su identidad como ciudadano romano, a la cual Hechos hace referencia hasta en tres ocasiones (16:37; 22: 28; 23:27).
A la luz de este contexto, podemos reformular la pregunta de este artículo: ¿Por qué Saulo dejó de usar su nombre judío y empezó a usar su nombre gentil?
Pablo, siervo de Jesucristo
Pablo fue el siervo elegido por Dios para predicar a los gentiles (Ro 11:13). Entonces, la primera respuesta es que —como indican algunos estudiosos— él quería identificarse con el pueblo que Dios le había encargado alcanzar con el evangelio. Él quería usar un nombre que no hiciera referencia a su mundo judío, sino que resaltara los aspectos del mundo grecorromano, al que también pertenecía.
Todo lo que para Pablo alguna vez fue valioso y determinaba su identidad, fue estimado como pérdida a la luz de su nueva vida en Cristo
Pablo se había jactado a lo largo de su vida de sus raíces israelitas, de ser fariseo, de ser perseguidor de la iglesia de Cristo y de ser «irreprensible» ante la ley mosaica. Todo esto estaba reflejado en su nombre «Saulo». Sin embargo, Pablo dice: «Pero todo lo que para mí era ganancia, lo he estimado como pérdida por amor de Cristo» (Fil 3:7). Pablo renunció por amor a Cristo a todo lo que alguna vez lo había llenado de orgullo. Él decidió que solo se gloriaría en la cruz de Jesús (Gá 6:14). Todo lo que para Pablo alguna vez fue valioso y determinaba su identidad, fue estimado como pérdida a la luz de su nueva vida en Cristo.
No vemos en las Escrituras que Pablo haya recibido una instrucción directa de parte de Dios para cambiar su nombre y así marcar un nuevo rumbo. Lo que vemos es un hombre que quiso priorizar su nombre gentil no solo por amor al pueblo al que Dios lo llamó a predicar, sino que renunció a su posesión terrenal más grande por amor de Cristo, porque ahora Él era su nueva y más valiosa posesión.
No puedo evitar esta pregunta: ¿hay en nuestra vida motivos de jactancia? Que el ejemplo de Pablo te lleve a escudriñar tu corazón, a rendirte a Dios y a entregar tus motivos de orgullo a los pies de tu Salvador. ¿De qué podríamos jactarnos? ¿Qué valor tienen nuestras posesiones, títulos y experiencia? ¿Qué somos sino solo pecadores necesitados de un gran Salvador? ¿Qué tendríamos si no fuera por Él? Entonces, ¿cómo no rendir nuestras vidas en adoración, así como Pablo renunció a su pasado y vivió para su Salvador?