“En esto me desperté y miré, y mi sueño me resultó agradable”, Jeremías 31:26.
Este es un increíble capítulo donde el profeta recuerda la realidad del exilio en que el pueblo de Dios se encontraba. Es un estado de crisis que refleja las consecuencias de dar la espalda a su Dios y de irse tras los ídolos. Estos al final más bien les condujeron a la ruina y la bancarrota espiritual.
Sin embargo, es también un pasaje que nos habla de la increíble verdad del v. 3, “Con amor eterno te he amado”. Es la promesa de Dios en favor de Su pueblo. Ese pacto y compromiso irrevocable que nadie podrá frustrar, “Vienen días” (vs. 27,31 y 38) dice Dios, cuando “perdonaré su maldad, y no recordaré más su pecado” (v. 34).
Sin embargo, me impacta la obra de Dios en favor de los suyos en lo que se refiere a las implicaciones funcionales para el profeta y nosotros hoy. Y es que nuestro Padre celestial ha provisto para nuestras necesidades físicas, espirituales y emocionales. Me bendice mucho el cuadro de satisfacción que describe el profeta al decir que “radiarán de gozo por la bondad del SEÑOR” y que “Su alma será como huerto regado, y nunca más languidecerán” (v. 12).
También, dice el v.14, “Y llenaré con abundancia el alma de los sacerdotes, y Mi pueblo se saciará de Mi bondad”. Y además agrega, “Yo he de satisfacer al alma cansada y he de saciar a toda alma atribulada” (v. 25).
Esta obra de gracia nos abre los ojos espirituales a la realidad de nuestra bancarrota espiritual, pero también a Su promesa y obra de restauración. Al reconocimiento y valor de Su promesa cumplida en la obra perfecta, completa y suficiente de Su Hijo en la cruz del Calvario.
Sí, todavía vivimos en un mundo incierto, inseguro y caído; pero podemos experimentar paz, gozo, descanso y dormir tranquilos. El profeta experimentó esto al decir, “De pronto desperté, abrí los ojos, ¡y me encantó lo que había soñado! (v. 26, versión RVC).
Piensa en esto y encuentra tu descanso en Él.