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¿Cómo se relaciona la santidad con la teología y otros aspectos de la vida cristiana? Esta y otras preguntas responde John MacArthur en su último libro: Santificación: La pasión de Dios por su pueblo (Editorial Portavoz, 2021). Aquí hay algunas de las frases sobresalientes que encontré en mi lectura de este libro corto (80 páginas), pero muy provechoso:


El objetivo de la santidad es no solo hacernos parecer santos, sino hacernos verdadera y completamente como Cristo (p. 14).

Dios está conformándonos a la semejanza de su amado Hijo. Incluso nuestros cuerpos serán finalmente resucitados y glorificados para ser como el Cristo resucitado (p. 16).

Pablo conocía, por amarga experiencia, la inutilidad del legalismo farisaico y la esclavitud espiritual sin esperanza que fomentan todas las religiones basadas en obras (p. 23).

Para el apóstol Pablo, en su carta a los Gálatas, la doctrina de la justificación por fe es un poderoso incentivo para buscar santidad (p. 25).

El único propósito definitivo que todo pastor legítimo tiene para estar en el ministerio es ser agente de santificación para quienes están a su cargo (p. 32).

La parte central de la oración de Jesús como nuestro gran Sumo Sacerdote es una súplica ferviente y urgente por nuestra santificación (p. 43).

La pasión de Cristo por la santificación de su pueblo fija el rumbo para una filosofía ministerial sana y bíblica (p. 45).

Toda la oración en Juan 17 refleja la prioridad de santificación como la voluntad de Cristo para los creyentes, Cristo mismo es el modelo de lo que desea que los suyos sean (p. 45).

El Señor Jesucristo en su encarnación se santificó (vivió en perfecta santidad) para consagrar a los creyentes en la verdad (p. 46).

Todo lo que Jesús hizo a lo largo de su vida terrenal fue para liberarnos de la esclavitud al pecado a fin de que pudiéramos volvernos «siervos de la justicia» (p. 46).

Jesús es quien le enseñó a Pablo a buscar la santificación en el poder del Espíritu a fin de que fuera ejemplo e instrumento para la santificación de sus hermanos (p. 46).

Nadie está realmente en condiciones de dirigir la iglesia si es indiferente en cuanto a santidad o si se niega a instruir y animar a la congregación a ir en busca sincera de santificación (p. 47).

Las Escrituras tratan con frecuencia la santidad como la característica distintiva de un verdadero creyente (p. 49).

Creer que la santificación sucede sin ningún esfuerzo de nuestra parte cuando abandonamos la lucha es un mito popular y persistente, y una doctrina peligrosamente falsa (p. 51).

Verdadera libertad cristiana significa liberación de la esclavitud del pecado y de la condenación de la ley, no libertad de los preceptos morales de la ley (p. 55).

La verdadera santidad hace que el individuo sea firme y maduro (p. 57).

Tanto el legalismo como el antinomianismo son hostiles a la obra del Espíritu en la santificación (p. 68).

La misma gracia que salva a pecadores del castigo por su pecado también los instruye en santidad (p. 70).

Cristo murió no solo para liberarnos del castigo por el pecado, sino también para redimirnos de la impiedad misma: para purificarnos y transformarnos en personas celosas de buenas obras (p. 71).

La gracia no solamente nos disciplina por causa de la santidad; también nos enseña a renunciar al pecado y nos lleva a esperar ansiosamente el regreso de Cristo (p. 71).

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