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A la mayoría de los cristianos les cuesta entender los milagros en los evangelios. Parecen aleatorios y desconectados de la enseñanza de Jesús sobre el reino de Dios. Parte del problema es que los lectores contemporáneos a menudo separan la enseñanza de Jesús de Sus acciones. Pero los milagros, en palabras de un autor, son «parábolas en acción». Al igual que las parábolas, los milagros contienen capas de significado y deben interpretarse a la luz de la narrativa del evangelio y del drama más amplio de la redención.

Marcos es el único evangelista que registra la sanidad del ciego de Betsaida (8:22-26). Lo que hace que este milagro sea instructivo, e incluso extraño, es su naturaleza en dos etapas. Consideremos por qué esta sanidad en Betsaida es fundamental para el Evangelio de Marcos y cómo los creyentes pueden encontrar consuelo en ella.

Caminan como árboles

Mientras que Mateo y Lucas mencionan a menudo que Jesús sanaba a los ciegos, Marcos solo incluye dos de esos episodios (8:22-25; 10:46-52). En el primer relato, Jesús escupe en los ojos del hombre, le pone las manos encima y luego le pregunta: «¿Ves algo?» (8:23). El hombre responde: «Veo a los hombres, pero los veo como árboles que caminan» (v. 24). Este versículo me recuerda a cuando me quito los lentes de contacto. Veo objetos, pero se ven borrosos, sobre todo a la distancia.

El primer intento de Jesús de sanar al hombre parece no tener éxito. Así que Jesús repite el proceso, pero esta vez el hombre «veía todo con claridad» (v. 25). Este milagro es sumamente extraño, dada la capacidad de Jesús para expulsar demonios (1:25), sanar a un leproso (v. 42), calmar el mar embravecido (4:39) y resucitar a los muertos (5:42). ¿Acaso el poder de Jesús es como una batería que se agota lentamente?

La respuesta se encuentra en la ubicación estratégica que Marcos le da al milagro en la narración. Justo antes de que Jesús sane a este ciego, cita parcialmente Isaías 6:9 y reprende a los discípulos por estar ciegos: «¿Por qué discuten que no tienen pan? […] Teniendo ojos, ¿no ven? Y teniendo oídos, ¿no oyen? ¿No recuerdan […]?» (Mr 8:17-18, énfasis añadido). Los discípulos se quejan de que no tienen comida, pero Jesús acaba de alimentar a dos multitudes (6:30-44; 8:1-10). La sanidad física del ciego en dos etapas representa la sanidad espiritual de la ceguera de los discípulos en dos etapas. La verdadera ceguera en Betsaida es la de los discípulos.

Discípulos ciegos

Si seguimos leyendo la narración de Marcos, nos encontramos con la primera etapa de la sanidad de los discípulos, en la que Pedro confiesa en Cesarea de Filipo que Jesús es el «Cristo» tan esperado (8:29). La palabra para «Cristo» es el griego christos, que significa «ungido» o «Mesías». Pedro tiene razón al confesar que Jesús cumple las esperanzas de Israel de un Redentor venidero, pero algo no encaja. Al igual que el ciego de Betsaida, Pedro ve a Jesús, pero lo ve como un árbol. Pedro y los discípulos tienen una idea genuina de la identidad y la misión de Jesús, pero su entendimiento sigue siendo incompleto.

Jesús no deja a Sus discípulos en un estado de ceguera. Él tiene la intención de abrirles los ojos a la plenitud de Su identidad y misión

Unos versículos más adelante, descubrimos el punto ciego que persiste en los discípulos cuando Jesús explica lo que Su mesianismo implica en última instancia: «Y comenzó a enseñarles que el Hijo del Hombre debía padecer muchas cosas, y ser rechazado por los ancianos, los principales sacerdotes y los escribas, y ser muerto, y después de tres días resucitar» (v. 31). Pedro no quiere saber nada de eso; no espera un Mesías sufriente. Audazmente, Pedro lleva a Jesús aparte y «comenzó a reprenderlo» (v. 32). Jesús entonces reprende la reprensión de Pedro: «¡Quítate de delante de Mí, Satanás! Porque no estás pensando en las cosas de Dios, sino en las de los hombres» (v. 33).

El meollo del asunto es que Pedro quiere un Mesías que venza a los romanos y establezca la independencia de Israel, no un Mesías que sufra a manos de los líderes de Israel y que, extrañamente, resucite de entre los muertos tres días después. Pedro y los discípulos perciben correctamente que Jesús es el Rey de Israel, pero permanecen ciegos a la plena comprensión de esa realeza.

La ceguera en la narración de Marcos está profundamente arraigada en el Antiguo Testamento, particularmente en Isaías 6:9-10, donde Dios comisiona al profeta Isaías:

Ve, y di a este pueblo: «Escuchen bien, pero no entiendan;
Miren bien, pero no comprendan»
[…] Nubla sus ojos.

La razón por la que Dios utiliza el lenguaje de «mirar» en la comisión de Isaías se basa en el comportamiento idólatra de Israel. Los ídolos de Israel son ciegos, sordos y mudos, por lo que Dios transforma a Israel para que sea igualmente ciego, sordo y mudo (ver Dt 29:4; Jr 5:21; Ez 12:2; Sal 115:4-8; 135:15-18).

Jesús cita Isaías 6:9-10 en Su discurso sobre la naturaleza del reino para explicar por qué algunos aceptan el mensaje de Su reino y otros lo rechazan. La mayoría de la nación de Israel y sus líderes judíos rechazan a Jesús porque, al igual que sus antepasados en los días de Isaías, cometen idolatría al adorar la Torá y la tradición oral en lugar de a Jesús (ver Mr 7:1-23).

Notamos antes que Jesús cita parcialmente Isaías 6:9 en Marcos 8:18 y aplica la profecía a los discípulos, unos pocos versículos antes de la sanidad del ciego en dos etapas (ver también 6:52). La cita demuestra la gravedad de la aparente incredulidad de los discípulos, ya que Jesús los alinea con los de afuera: los líderes judíos y las multitudes incrédulas (3:5; 4:12; 7:6).

Los discípulos ciegos ahora ven

Jesús no deja a Sus discípulos en un estado de ceguera. Él tiene la intención de abrirles los ojos a la plenitud de Su identidad y misión. Al final del Evangelio de Marcos, un ángel instruye a María Magdalena, a María la madre de Jacobo y a Salomé: «Él va delante de ustedes a Galilea; allí lo verán, tal como les dijo» (16:7). El ángel se refiere, por supuesto, a la promesa de Jesús en 14:28 de que Él «irá delante» de ellos «a Galilea». Pero observa cómo el ángel enmarca el mandato: «Allí lo verán».

Un lector cuidadoso de la narrativa de Marcos conectará los puntos. Los discípulos han luchado por comprender la identidad de Jesús desde el principio de Su ministerio. A la mitad del camino, Jesús los sana parcialmente de su ceguera, pero siguen ignorando Su plena identidad. El mesianismo de Jesús implica sufrimiento, muerte y resurrección, y Él se identifica con el Señor de Israel. No es hasta que ven a Jesús resucitado que los discípulos pueden comprender que Jesús es simultáneamente el Mesías de Israel y Dios, lo mismo que el Evangelio de Marcos se propone lograr: «Principio del evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios» (1:1).


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Eduardo Fergusson.
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