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Nota del editor: 

Este artículo es la adaptación de un episodio de podcast publicado originalmente en Teología en tu vida.

¿Qué significa «regeneración»? Podemos decir que la regeneración es la obra de Dios en la que da nueva vida espiritual al que cree en Él.

Uno de los aspectos de la santificación se compara con el crecimiento físico de las personas a lo largo del tiempo. Por ejemplo, cuando tienes dos años, todavía no eres un adulto. Pero obviamente, cuando hablamos sobre la madurez física, sabemos que tiene que empezar con el nacimiento del bebé y, con el tiempo, el bebé irá creciendo.

La regeneración es comparable con el nacimiento de un bebé. Cuando Dios nos regenera, Él nos da nueva vida espiritual. De hecho, Jesús usa una ilustración parecida cuando habló con Nicodemo sobre el nuevo nacimiento. Jesús estaba hablando sobre la importancia de nacer de nuevo para ver el reino de Dios, y le dijo: «En verdad te digo que el que no nace de nuevo no puede ver el reino de Dios» (Jn 3:5). En esta afirmación, Jesús se estaba refiriendo a la obra del Espíritu Santo llamada regeneración, como afirmó el apóstol Pablo en una de sus cartas: 

«Él nos salvó, no por las obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino conforme a Su misericordia, por medio del lavamiento de la regeneración y la renovación por el Espíritu Santo» (Tito 3:5).

La regeneración es comparable con el nacimiento de un bebé. Cuando Dios nos regenera, Él nos da una nueva vida espiritual

En otras palabras, no podemos ser salvos sin la regeneración o el nuevo nacimiento. Pero la pregunta obvia es: ¿Por qué necesitamos una nueva vida? ¿Por qué Dios tiene que regenerarnos? La respuesta corta es porque somos pecadores. La Biblia describe nuestra naturaleza y situación espiritual como «muertos en nuestros pecados». Nosotros sabemos que una persona que está muerta no tiene vida. Dos pasajes que son muy importantes para entender este concepto son los siguientes:

«Aun cuando estábamos muertos en nuestros delitos, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia ustedes han sido salvados), y con Él nos resucitó y con Él nos sentó en los lugares celestiales en Cristo Jesús» (Efesios 2:5–6).

«Y cuando ustedes estaban muertos en sus delitos y en la incircuncisión de su carne, Dios les dio vida juntamente con Cristo, habiéndonos perdonado todos los delitos» (Colosenses 2:13).

De estos dos pasajes, aprendemos tres verdades importantes sobre la regeneración:

Primero, como ya hemos dicho, la humanidad necesita la regeneración porque está muerta en sus pecados. No hay esperanza de que alguien que no tiene vida se provea de una nueva vida a sí mismo. Esta verdad nos lleva a la siguiente.

Segundo, la regeneración es prerrogativa de Dios. Es decir, nosotros no tenemos un rol activo en la regeneración, aunque seamos el objeto de dicha obra. Así como nosotros no tuvimos un rol en nuestro nacimiento físico, tampoco tenemos un papel activo en este proceso.

Tercero, la regeneración es una obra que Dios hace de manera instantánea. En otras palabras, la regeneración no es como la santificación progresiva que sucede a lo largo de nuestras vidas. Dios nos regenera en un momento, cuando Él nos da vida nueva y una naturaleza nueva (2 Co 5:17).

Podemos agradecer a Dios que por el evangelio tenemos nueva vida por medio de la regeneración del Espíritu Santo

Es importante hacer una aclaración. Sabemos que la regeneración es algo que ocurre en un momento. Sin embargo, esta obra de regeneración es algo que a veces no podemos sentir o notar cuándo sucede exactamente en nuestras vidas. En especial aquellos que crecieron en un hogar cristiano, les es difícil saber o recordar en qué momento Dios los salvó. Por ejemplo, yo sé y puedo recordar en qué momento Dios me salvó. Pero mi esposa no puede recordar bien en qué momento sucedió. Es obvio que hubo un momento cuando Dios le dio una nueva vida, pero desde su perspectiva fue como un viaje espiritual. El punto que necesitamos saber ahora es que todos los que creemos en el evangelio sí tenemos vida espiritual.

Deberíamos estar muy agradecidos con Dios por la nueva vida que tenemos en Cristo por su sola gracia. Cuando reflexionamos en cómo estábamos muertos en nuestros pecado, sin esperanza y sin vida, podemos agradecer a Dios que por el evangelio tenemos nueva vida por medio de la regeneración del Espíritu Santo. Debemos pensar en la muerte de Jesús, pero también en su resurrección. Ahora hemos sido resucitados a una nueva vida con Jesucristo y su resurrección, y el mundo necesita saber estas verdades transformadoras contenidas en el evangelio.

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