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El libro de Hechos nos cuenta que Felipe (conocido como el evangelista, para diferenciarlo del apóstol), fue uno de los diáconos de la primera iglesia en Jerusalén. También fue uno de los primeros cristianos en predicar el evangelio fuera de la ciudad santa, llegando a tener un impacto ministerial significativo en la creciente iglesia primitiva.

La vida de Felipe nos muestra que cualquier cristiano común puede ser usado por el Señor de forma extraordinaria. Veamos más de cerca su vida y qué podemos aprender de él.

Felipe y su ministerio en Samaria

Felipe fue escogido por los apóstoles para servir supervisando la distribución del sustento a los pobres de la iglesia (Hch. 6). Según lo narrado en Hechos 6:3, él era de buena reputación, lleno del Espíritu Santo y de sabiduría. Mucho más adelante se nos indica que llegó a tener cuatro hijas que profetizaban (Hch. 21:9-9).

En Hechos 8 leemos que el día de la muerte de Esteban “se desató una gran persecución en contra de la iglesia en Jerusalén, y todos fueron esparcidos por las regiones de Judea y Samaria, excepto los apóstoles” (v.1). Entre los esparcidos se encontraba Felipe, quien fue a Samaria. Allí el Señor hizo algo especial por medio de su predicación: multitudes que prestaban atención eran sanadas y muchos eran liberados de espíritus inmundos. Había regocijo en la ciudad. Lo que ocurrió incluso llegó a oídos de los apóstoles, quienes enviaron a Pedro y a Juan para validar los hechos y orar por los nuevos hermanos.

La vida de Felipe nos muestra que cualquier cristiano común puede ser usado por el Señor de forma extraordinaria.

Al igual que Felipe, nosotros —gente común y corriente— también podemos ser usados por el Señor. La clave está en ponernos en sus manos y caminar en las obras que Él preparó de antemano para que andemos en ellas (Ef. 2:10).

Felipe y Simón el mago

Un episodio llamativo en el ministerio de Felipe es el relacionado con Simón el mago. Este hombre había impactado anteriormente a Samaria con sus asombrosos actos de magia. Pretendía ser importante y algunos lo llamaban “el Gran Poder de Dios”. Él estaba entre los más notables que escucharon la predicación de Felipe y se bautizaron.

Simón recibió la Palabra y había quedado impresionado con lo que hacían Felipe y los apóstoles Pedro y Juan. Contempló la posibilidad de usar este poder para sus actividades, y entonces ofreció dinero a los apóstoles para comprarlo. La respuesta severa del apóstol Pedro parece indicar que la conversión de Simón no era real: fue reprendido e invitado a arrepentirse (Hch. 8:20-23).

La escena ilustra la conversión aparente de algunos que confiesan con su boca creer el evangelio y hasta van a las aguas del bautismo, pero que no han sido regenerados genuinamente. La predicación fiel de la Palabra de Dios, como la que Felipe modela, tarde o temprano saca a la luz a los falsos creyentes.

Felipe y el etíope

Más adelante, Felipe fue comisionado por un ángel del Señor para ir al camino que desciende de Jerusalén a Gaza. Allí encontró a un “eunuco etíope, alto oficial de Candace, reina de los etíopes, el cual estaba encargado de todos sus tesoros” (Hch. 8:27). El etíope regresaba a su país luego de adorar en Jerusalén.

Nuestro Señor es el Gran Pastor que busca a las ovejas perdidas de su redil.

Lucas sigue su relato contándonos que el Espíritu dijo a Felipe que se acercara al carruaje. Este, obedeciendo, inició una conversación evangelística con el etíope en una escena que puede ser descrita como una cita absolutamente preparada por la soberana gracia divina. El Cristo eterno tenía un plan: ejecutar Su elección mediante el evangelista.

Esto nos recuerda que nuestro Señor es el Gran Pastor que busca a las ovejas perdidas de su redil. La manera práctica en que ejecuta ese plan es por medio de la predicación del evangelio a través de creyentes que ponen sus vida al servicio del Dios que los salvó, y están dispuestos a ser usados para llevar gloria a Su nombre.

Conclusión

El Espíritu Santo determinó que Felipe apareciera en la narrativa de Hechos. Su historia nos muestra cómo la iglesia y la Palabra crecían con poder avasallante, sin restricciones. Este hombre es un modelo de amor a Cristo y compromiso con la proclamación de Su evangelio. Es un ejemplo de rendición ante la voluntad de Dios y sometimiento amoroso a Él.

¡Oremos que podamos ser movidos a servir al Cristo resucitado de la misma manera! Que el evangelio nos transforme y conduzca a una entrega absoluta a nuestro Salvador. Él es digno de que proclamemos a todos Su salvación.


Imagen: Lightstock.
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