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Quisiera empezar este breve artículo haciendo una breve confesión personal: luego de hacer una evaluación honesta de mi propia preparación pastoral, me he dado cuenta, con sorpresa, que las cualidades para los pastores resaltadas por el apóstol Pablo en las cartas a Timoteo y Tito no tuvieron el mismo énfasis en los maestros que me formaron pastoralmente.

Lamentablemente, luego de más de un cuarto de siglo de servir como pastor, tengo que aceptar que tampoco he enfatizado esas mismas cualidades entre los pastores a los que me ha tocado formar. Pero eso ha empezado a cambiar. Aunque las listas de cualidades de Pablo para los futuros pastores no son exhaustivas, ellas reflejan la preocupación general del apóstol por un carácter pastoral ideal que honre y facilite, en público y en privado, la noble tarea a la que esos hombres están aspirando. La primera cualidad que vemos en la carta a Timoteo es “irreprochable” (1 Tim. 3:2) y en Tito “irreprensible” (Tito 1:7).

El Diccionario de la Real Academia Española define la primera palabra como “[Alguien] que no merece reproche. Que no tiene defecto o tacha que merezca reproche”. La segunda es similar: “[Alguien] que no merece reprensión”. Básicamente, se trataría de una persona a quien no hay razón para regañarlo, alguien que no tiene ningún asunto que echarle en cara o corregir en su vida. Un pastor o un candidato a pastor con una sincera sensibilidad espiritual de su propia pecaminosidad se puede sentir abrumado ante estas dos cualidades.

¿Podrá haber algún pastor que nunca ha sido reprochado o que nunca ha recibido reprensión? ¿Es qué acaso estas dos palabras involucran impecabilidad o perfección? ¿Está Pablo en búsqueda de súper hombres que realicen la tarea pastoral? La verdad es que si nos quedáramos sólo con la definición del DRAE muchos pastores quedaríamos, de alguna manera, descalificados. Sin embargo, lo primero que debemos considerar es que ambas cualidades no son estáticas, como quien imagina un estado que se ha vuelto permanente e inalterable.

Por el contrario, ambas cualidades tienen como propósito mostrar una actitud vital, un esfuerzo determinado y permanente por vivir una vida que no tenga nada con la que pueda ser cuestionada. Irreprochables Analicemos el primer término “irreprochable” desde su perspectiva original. La palabra griega es “anapileptos”, donde “a” es el negativo “sin” y “epileptos” viene de la palabra “epilambanomai” que expresa la idea de “tomar [algo] con fuerza”. Entonces lo que podemos determinar es que el apóstol se está refiriendo a alguien que no puede ser capturado o derrotado al ser encontrado en una posición de debilidad.

De acuerdo al famoso Pulpit Commentary, “La palabra sólo es usada aquí (1 Tim. 5:7, 6:14) en el NT… pero es usada por Tucídides, Eurípides y otros, en el sentido de ‘no abierto a ataques’, ‘sin culpa’. La metáfora ha sido tomada (aunque rechazada por algunos) de la lucha… cuando un hombre no deja ninguna parte de su cuerpo expuesto a los ataques de su adversario”. Podríamos deducir entonces que la palabra “irreprochable” es un término activo que expresa la idea de una persona que evita diligentemente que sus flancos débiles sean expuestos y lo hagan caer. No es simplemente una cualidad con la que pueda ser reconocido, sino una actitud de lucha activa y permanente contra mis propias debilidades.

Richard Baxter, el famoso puritano del siglo XVII, expresa esta actitud defensiva en el carácter pastoral de la siguiente manera: “Tenga cuidado de usted mismo, para que su ejemplo no contradiga su doctrina, y para que no sea como piedra de tropiezo delante de los ciegos, y pueda ser una ocasión para su ruina; para que no diga algo con su vida diferente de lo que dice con su lengua; y sea el mayor estorbo para su propia obra. Una palabra orgullosa, poco amable, autoritaria, una disputa innecesaria, una acción codiciosa, puede cortarle la garganta a un sermón, y hacer que se pierda el fruto de todo lo que ha estado haciendo”.

Siguiendo el consejo de Baxter, el pastor sólo podrá ser irreprochable cuando no asume la irreprochabilidad como un diploma ético colgado en la pared de la oficina pastoral del cual se siente orgulloso. Por el contrario, solo podrá serlo al tener la actitud del soldado cristiano que sabe que está en el campo de batalla y solo un esfuerzo atento, decidido y permanente evitará que sus debilidades lo hagan caer y perder la batalla como representante fiel del Señor Jesucristo. ¿Por qué Pablo pone esta cualidad en el primer lugar de la lista? Mi primera respuesta sería que el apóstol pensó que no hay mejor cualidad que aquella en la que el mismo candidato al ministerio puede demostrar que ha sido capaz de dominar sus propias debilidades, conociendo sus propios flancos débiles, no para justificarlos sino para colocarlos bajo el Señorío de Cristo y dominarlos con el poder del Espíritu Santo. }

Usando un ejemplo del mundo del boxeo, un buen púgil no solo es aquel que golpea con precisión y potencia, sino aquel que ha aprendido a no dejarse golpear en la nariz ni dejar la zona de su hígado expuesta. Es alguien que se protegerá para luego ser más eficiente, alguien que conoce sus debilidades pero ha aprendido a tenerlas bajo cuidado y control. A veces los pastores son demasiados conscientes de sus dones y talentos, y muy descuidados con sus debilidades y flaquezas. Estos pastores no son irreprochables de acuerdo a la definición de Pablo, porque a pesar de sus habilidades y pasión, un descuido con sus debilidades los vuelven presa del enemigo, y sus caídas estrepitosas son terriblemente dañinas para el evangelio y la iglesia.

Irreprensibles La palabra griega para “irreprensible” en Tito es “anegklétos”, en donde “a” es el negativo “sin” y “negkletos” que viene de la palabra “egkaleo” se traduce como “acusar” o “levantar cargos”. Este término se usaba en los juicios y tenía que ver con el levantamiento de cargos en la corte. En este caso tiene que ver con que el candidato no pueda ser convicto (al no haberse probado sus delitos) luego de haber sido debidamente examinado. MacArthur lo explica de la siguiente manera: “Un anciano no debería ser llamado a rendir cuentas ni ser colocado bajo custodia, por así decirlo, a causa de alguna acusación moral o espiritual”.  Una persona irreprensible requiere ser sumamente cuidadosa con sus actos, sus palabras, y las consecuencias que de ellos procedan.

Es una persona cuidadosa, que no permite que se pueda acumular en el tiempo ningún tipo de evidencia en su contra. Irreprensible no es aquel que junta veredictos a su favor para demostrar su justicia como un hecho inalterable. Por el contrario, se trata de alguien que trabaja incansablemente para mantener su persona y reputación libre de cuestionamientos y malos entendidos. Creo que el apóstol Pablo pone esta palabra en el primer lugar de su lista a Tito porque no hay nada más terrible que un pastor descuidado, que permite que se vaya acumulando un expediente en su contra  con cargos que no ha sido capaz de descargar y limpiar en su debido momento.

Con dolor puedo decir que he visto a pastores bien dotados caer y destruir sus ministerios porque no fueron capaces de tener una actitud activa de irreprensibilidad que los llevara a evitar proactivamente el ser llevados a los tribunales de sus propias congregaciones para ser acusados con cargos que no supieron resolver y limpiar en el tiempo adecuado. Para los pastores, ser irreprochables e irreprensibles no son términos ideales pero inalcanzables. Estas son cualidades activas y ocupan los primeros lugares de las listas paulinas para los futuros ministros.

Estos dos términos no hablan de un estado de impecabilidad o absoluta perfección de parte de los pastores, sino que afirman indirectamente nuestra pecaminosidad y nuestra responsabilidad de cuidar con esmero los flancos débiles en nuestras vidas que podrían darle lugar a que nuestra carne y los enemigos del evangelio nos hagan caer, y así se cuestione y se descalifique nuestro comportamiento como siervos del Señor. Aunque todos los pastores pecan, sus vidas deben mantener activa y esforzadamente el más alto estándar de comportamiento cristiano, evitando que se acumule cualquier evidencia en su contra.

Es cierto, nosotros pecamos y fallamos. Ya el apóstol Juan nos clarificó que “si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos…” (1 Jn. 1:8). Pero también es cierto que nuestra pecaminosidad no puede adquirir el nivel de un pecado grosero irredimible que haga que nos lleven a la corte como un delincuente cualquiera. Ser irreprochable e irreprensible son las tareas activas que no debemos descuidar porque son la base y la esencia de nuestro testimonio y reputación como hombres de Dios redimidos por la gracia y el poder del Cristo resucitado. Finalmente, ¿no son justamente estas dos cualidades las que quisiéramos que los miembros de nuestras iglesias alcancen para que tengan vidas plenas que glorifiquen al Señor con palabras y hechos?

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