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Desde la antigua Tesalónica hasta nosotros hoy

Han pasado casi dos mil años desde que Pablo escribió 1 y 2 Tesalonicenses. El Imperio romano y la antigua ciudad de Tesalónica han quedado reducidos a escombros. Puedes comprar un boleto para recorrer las ruinas. Los dioses grecorromanos, que alguna vez fueron objeto de tanta adoración, devoción, sacrificio y esperanza, han sido relegados a los museos y, en ocasiones, a las películas de Disney. Mientras tanto, el cristianismo se ha extendido de Jerusalén a Judea, Samaria y los confines de la tierra (Hch 1:8).

Poco ha cambiado

Mucho ha cambiado en el mundo desde que los tesalonicenses se reunieron para escuchar estas cartas de su amado apóstol. Sin embargo, en muchos sentidos, poco ha cambiado. ¿Somos realmente tan diferentes? La verdad es que nosotros también necesitamos:

  • Ánimo (1 Ts 1:2-10).
  • Integridad (1 Ts 2:1-16).
  • Amor (1 Ts 2:17-3:13).
  • Desafíos (1 Ts 4:1-12).
  • Esperanza (1 Ts 4:13-5:11).
  • La virtud (1 Ts 5:12-28).
  • Seguridad (2 Ts 1:1-12).
  • Corrección (2 Ts 2:1-12).
  • Oración (2 Ts 2:13-3:5).
  • Aguijones (2 Ts 3:6-3:15).
  • Paz (2 Ts 3:16).
  • La gracia de principio a fin (1 Ts 1:1; 5:28; 2 Ts 1:2; 3:18).

Las cartas 1 y 2 a los Tesalonicenses se encuentran entre los primeros documentos que poseemos desde el inicio de la iglesia del Nuevo Testamento (solo Santiago y Gálatas se escribieron antes). Sin embargo, a pesar de que nos divide una brecha de dos milenios, estas cartas suenan muy relevantes para hoy.

El mundo no debería ver su reflejo cuando se asoma a la iglesia. Debería ver la gracia de Jesús derramada sobre los humildes pecadores y encarnada en el amor desinteresado

Los tesalonicenses enfrentaron una intensa oposición por su fe (2 Ts 1:1-12). Muchos creyentes en todo el mundo han experimentado lo mismo durante mucho tiempo y nosotros en Occidente nos estamos acercando cada vez más a esa etapa. Los tesalonicenses se habían vuelto negligentes en la búsqueda de la santidad (1 Ts 4:1-7); muchos de nosotros también. Los tesalonicenses estaban inquietos porque habían malinterpretado su esperanza futura (1 Ts 4:13-5:11; 2 Ts 2:1-17); muchos de nosotros vivimos con malentendidos similares. Debido a que rara vez tenemos una mente celestial, somos de poco bien en la tierra.

Fortaleza para hoy, esperanza brillante para mañana

El mundo no debería ver su reflejo cuando se asoma a la iglesia. En cambio, debería ver un tipo de vida diferente. Debería ver la gracia de Jesús derramada sobre humildes pecadores y encarnada en un amor desinteresado. Nuestros amigos y vecinos incrédulos claman por cosas que nunca los satisfarán. No saben por qué están aquí ni adónde van. Lo que les espera más allá de la tumba no es hermoso, sino aterrador.

La liberación de la ira de Dios por medio de la sangre de Su Hijo, está disponible, de forma gratuita, para todos los que se vuelvan, confíen y atesoren al Señor Jesús

Las dos cartas a los Tesalonicenses resuenan con la noticia de que la salvación, la liberación de la ira de Dios por medio de la sangre de Su Hijo, está disponible, de forma gratuita, para todos los que se vuelvan, confíen y atesoren al Señor Jesús. Estas cartas resuenan con la noticia de que el Espíritu Santo ha tomado residencia en los corazones de los cristianos, capacitándonos para caminar de una manera digna de Dios. Estas cartas resuenan con la noticia de que este mundo no siempre será como lo es ahora. El Rey Jesús un día vendrá de los cielos y regresará por Su pueblo, establecerá Su justicia y renovará todas las cosas.

Estas cartas juntas forman una refutación de ocho capítulos a la idea de que la escatología no es práctica. Estudiar escatología es ser alentado y empoderado (1 Ts 4:18; 5:11). La escatología también es relevante para la ética: la virtud cristiana no surge de la nada, sino que es impulsada por la misericordia pasada y sostenida por la esperanza futura. Si necesitas «fuerza para hoy y una esperanza brillante para mañana», 1 y 2 Tesalonicenses son un regalo de Dios para ti.


Publicado originalmente en Crossway. Traducido por Martín Manchego.
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