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Para el estudiante perspicaz de las Escrituras, una de las preguntas principales al elegir una traducción bíblica tiene que ver con su base textual. Esto se refiere a cuáles manuscritos en los lenguajes originales utilizaron los comités editoriales para traducir las Sagradas Escrituras al español. Dado que Dios las reveló a lo largo de unos 1500 años –hace ya casi 2000 años– en un mundo donde no existían impresoras o correos electrónicos, que la Biblia llegue a nosotros hoy es una labor titánica, por la que damos gracias a Dios.

El tema de cuáles manuscritos preservan de mejor manera la revelación de Dios no es sencillo. Pero tampoco es uno que deba asustar al creyente ni afectar su confianza en la Palabra, que es viva y poderosa (Heb. 4:12), lámpara a nuestros pies (Sal. 119:05), útil para formarnos en la imagen de Cristo (2 Tim. 3:16-17), y más deseable que el oro (Sal. 19:10).

Dada las dificultades de la vida de los cristianos en los primeros siglos (¡y la gran cantidad de tiempo que ha pasado!) el hecho de que tengamos tantos manuscritos que contienen las palabras de Dios para nosotros es una verdadera y grata providencia del Señor. Dios garantizó la inspiración de la Escritura y la ha preservado hasta nuestros días; es un hecho que ningún documento de la antigüedad está tan verificado por fuentes antiguas (¡más de 5500 manuscritos!) como la Biblia.

Dios garantizó la inspiración de la Escritura y la ha preservado hasta nuestros días

A su vez, el estudio de estos manuscritos (Crítica Textual) muestra que, debido a diversas circunstancias, encontramos variaciones entre los documentos preservados. Esto es comprensible y es —humanamente hablando— inevitable. A riesgo de sobresimplificar un tema complejo, hay dos grandes grupos de manuscritos, y ambos grupos están representados en el Texto Recibido y el Texto Crítico.

El Texto Recibido (también conocido como Textus Receptus o Texto Mayoritario) hace referencia a una familia de manuscritos provenientes de textos del imperio bizantino. Erasmo de Rotterdam utilizó algunos manuscritos bizantinos en su importantísima edición del Nuevo Testamento griego publicada en 1516, reflejando su intención de regresar al idioma en que se escribió originalmente (el griego) y no el idioma utilizado principalmente por la iglesia (el latín) utilizando los manuscritos que tenía a su disposición. Si bien otras fuentes colaboraron (principalmente una edición Políglota impresa en 1514), el trabajo de Erasmo sirvió como base para lo que luego sería conocido como Texto Recibido, siendo esta labor la base textual utilizada por los Reformadores del siglo XVI. Ninguno de los manuscritos disponibles en su momento eran del primer milenio.

La llamada “Reina de las Versiones”, la Reina Valera 1960, se separa de la mayoría de versiones contemporáneas en que usa como su base textual el Texto Recibido. Debido a su influencia, esta versión es el primer y más preciado encuentro con las Escrituras de la mayoría de cristianos protestantes en el mundo hispanohablante. Esta versión incluye el conocido “final largo de Marcos” (versículos 9-20).

El Texto Crítico representa una base textual del Nuevo Testamento que compara los diversos manuscritos antiguos que tenemos a la mano hoy, buscando preservar las palabras de los autores. Impulsado por la labor de Brooke Foss Westcott y Fenton John Anthony Hort, el Texto Crítico accede a diversas familias de manuscritos del Nuevo Testamento griego, pesando las evidencias a favor y en contra de cada posible diferencia entre uno y otro. Está basado principalmente en manuscritos del siglo IV, utilizando también manuscritos más antiguos como estén disponibles.

La mayoría de las versiones contemporáneas de la Biblia están basadas en el Texto Crítico. La Biblia Textual, La Biblia de las Américas, la Nueva Versión Internacional, y la recién lanzada NBLA lo utilizan como su base, entendiendo que preserva de una mejor manera las Palabras de Dios en el Nuevo Testamento. Este es también el caso de otras versiones respetadas en inglés, como la reconocida ESV, la NASB, y la CSB, entre tantas otras. En la mayoría de los casos, estas Biblias presentan una nota aclaratoria sobre estos pasajes en Marcos 16. La NBLA, por ejemplo, agrega un asterisco que aclara: “Algunos de los más antiguos no contienen los vers. del 9-20”. Debido a que RV60 está basada en Texto Recibido, con manuscritos mucho más tardíos, no ve la necesidad de añadir estas notas.

Hay varias razones tanto históricas como teológicas para considerar este “final largo de Marcos” como un pasaje no escrito por el autor bíblico. En este artículo puedes encontrar muchos de ellos. En resumen, aquí presento algunas:

  1. Marcos 16:9-20 no está presente en los dos mejores manuscritos antiguos, ni en muchos más.
  2. Tanto Eusebio como Jerónimo (y varios otros padres de la iglesia) afirman que este final no pertenecía al texto. Por ejemplo, Eusebio, en el Siglo III, dijo: “Las copias precisas definen el final de la historia según Marcos en [16:8]…de esta manera, el final del Evangelio de Marcos es definitivo en casi todas las copias”.
  3. Otros manuscritos presentan otros dos finales más luego del versículo 8.
  4. Estos 11 versículos contienen varias palabras y expresiones que Marcos no usa en ningún otro lado en su evangelio.
  5. El final extenso no fluye naturalmente luego de 16:8. El sujeto en Marcos 16:8 es femenino plural (ellas), pero pareciera ser Jesús en el v. 9 (“Después de haber resucitado…”). Se presenta a María Magdalena otra vez (Marcos 16:9), luego de haberlo hecho en Marcos 16:1. Marcos 16:2 habla del primer día de la semana, pero luego Marcos 16:9 lo repite.
  6. Hay ciertas enseñanzas peculiares en este final, siendo la más extraña de ellas Marcos 16:16, que pareciera enseñar que es necesario ser bautizados para ser salvos. Esto puede explicarse bíblicamente, pero de plano es, cuando menos, peculiar.

Algunas consideraciones finales:

(1) La Iglesia no cuenta hoy con los manuscritos originales escritos por los apóstoles. Esta es una realidad que debemos enfrentar sin temor, reconociendo que tenemos amplio testimonio de que Dios ha guardado Su Palabra, como Él mismo ha prometido (Is. 40:8).

(2) Las diferencias entre el Texto Recibido y el Texto Crítico (y aun entre manuscritos dentro de estas familias) no deben sorprendernos, puesto que copiar a mano largas porciones de la Escritura sigue siendo una tarea monumental hoy en día, con las diversas facilidades que tenemos.

(3) En la gran mayoría de los pasajes no hay diferencias significativas entre el Texto Recibido y el Texto Crítico. En ningún caso hay alguna doctrina o verdad significativa de la Escritura que esté puesta en juego. Solo hay dos porciones de la Escritura que tienen diferencias sustanciales (Marcos 16:9-20 y Juan 7:53-8:11), que no trastornan (¡en lo absoluto!) los fundamentos de nuestra fe, ni ninguna doctrina o práctica en la iglesia.

(4) Por la gracia de Dios, el Señor ha provisto de una gran cantidad de opciones para el lector hispanohablante. Siempre que se haga la labor de conocer lo esencial sobre el tema y elegir una traducción fiel, el cristiano puede descansar en que lo que está leyendo en español es, en efecto, la Palabra de Dios, revelada originalmente en hebreo, arameo, y griego.

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