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Siempre me ha gustado pensar. Desde pequeña, los libros y el estudio han sido parte importante de mi vida. Eso jamás fue un problema en la escuela y en mi casa, ¡todo lo contrario! La lectura era practicada y el conocimiento atesorado. Pero las cosas cambiaron un poco conforme fui creciendo en la iglesia.

Cuando era niña todos se alegraban de que memorizara versículos y supiera las respuestas de la escuelita dominical. Pero en mi juventud empecé a escuchar las advertencias: “Cuidado, que el conocimiento envanece”.

¿Será que debo elegir entre pensar profundamente y expresar adoración genuina al Señor? ¿Será que mis afectos por Dios se apagarán conforme más tiempo pase aprendiendo? Ciertamente, la pecaminosidad de mi corazón puede ocasionar que esto suceda. Pero no tiene que ser así. De eso se trata el libro Piense, de John Piper.

“Poner más conocimiento de Dios y de sus maneras en mi cabeza fue como arrojar madera en el horno de mi adoración. Para mí, ver ha significado saborear. Y cuanto más claramente veo, más dulce es el sabor” (p. 4).

En este recurso, Piper nos explica que no tenemos que elegir entre pensar y amar. Todo lo contrario: el pensamiento cuidadoso, por el poder del Espíritu Santo, lleva a la adoración. Y es que no podemos amar lo que no conocemos. Para amar más a Dios, necesitamos pensar más en Él.

“No podemos amar a Dios sin conocerlo. Y Jesús es la más completa revelación de Dios. Si lo conocemos verdaderamente, conocemos a Dios” (p. 67)

Piper presenta dos afirmaciones que podrían parecer contradictorias: (1) debemos esforzarnos para obtener sabiduría y (2) la sabiduría es un don de Dios. Pero la Biblia misma enseña estas verdades. En 2 Timoteo 2:7, el apóstol Pablo escribe: “(1) Considera lo que digo, pues (2) el Señor te dará entendimiento en todo”. Por otro lado, Proverbios 2:3-6 afirma: “Porque si (1) clamas a la inteligencia, alza tu voz por entendimiento; si la buscas como a la plata, y la procuras como a tesoros escondidos, entonces entenderás el temor del Señor y descubrirás el conocimiento de Dios. Porque (2) el Señor da sabiduría, de su boca vienen el conocimiento y la inteligencia”.

¿Debemos esforzarnos por conocer a Dios? Sí.
¿El Señor nos concederá sabiduría? También.

Piper lo resume así:

“Nosotros buscamos el entendimiento y Dios lo da. Buscarlo como plata es esencial para encontrarlo. Pero el hallazgo es un don de Dios” (p. 10).

¡No quiero envanecer!

Algunos huyen de la vida intelectual por temor. Tienen miedo de llenarse de información y dejar de obedecer, servir, o adorar al Señor. Tienen miedo de que sus corazones se endurezcan y terminen abandonando la fe. Tienen miedo de convertirse en una de esas personas que viven presumiendo lo mucho que leen en lugar de reflejando el amor sacrificial de Cristo.

Pero huir del entendimiento no es la solución. El problema no es el conocimiento, sino el corazón. El mandamiento de adorar a Dios con toda nuestra mente no es solo para algunos (Mt. 22:37). Dios quiere que uses toda tu capacidad mental en humildad para verlo cada vez más glorioso.

“No pensar no es la solución al pensamiento arrogante. […] Si abandonamos el pensamiento, abandonamos la Biblia, y si abandonamos la Biblia, abandonamos a Dios” (p. 120).

Nuestra mente no fue creada para pensar para nuestra propia gloria. Todo lo contrario. La vida verdaderamente intelectual es una vida que utiliza la mente en toda su capacidad para amar a Dios y amar a otros. Para contemplar mejor las glorias del Señor en la Palabra y la creación, y luego comunicarlas a otros. Piper escribe que “cualquier conocimiento que no está al servicio del amor no es conocimiento verdadero” (p. 164).

Puedes pensar y puedes amar. El pensamiento no es un fin en sí mismo; pensamos para adorar. Así que utiliza tu mente en humildad, por el poder del Espíritu, y serás cautivado por el Dios de toda sabiduría.

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