Probablemente has escuchado o leído frases bíblicas como “Porque no es judío el que lo es exteriormente” (Ro 2:28) o “no todos los descendientes de Israel son Israel” (Ro 9:6). Es posible que te hayan explicado, o que tú mismo hayas concluido que —debido a que Israel rechazó a su Mesías— ellos perdieron su privilegio como pueblo de Dios y ahora ese privilegio lo disfruta la Iglesia.
Sin embargo, Pablo también dice que “todo Israel será salvo” (Ro 11:26). Entonces surge un torbellino de preguntas en nosotros: ¿A qué se refiere Pablo con esto? ¿Israel no había sido rechazado? ¿Estará hablando aquí de un “nuevo Israel” refiriéndose a la Iglesia? ¿Dios tiene dos pueblos o uno? ¿Cómo considero en mi teología a Romanos 11:26? En este artículo pretendo contribuir a dar una respuesta a este torbellino de preguntas.
Una de las razones principales por las que no entendemos qué tenía el apóstol en mente al escribir que “todo Israel será salvo”, es que nos acercamos al texto con una idea preconcebida de lo que Pablo tenía en la suya. Por eso es importante notar qué es lo que Pablo, a lo largo de su carta, tiene en mente al usar el sustantivo griego Ἰσραήλ (“Israel”).
¿A qué se refiere Pablo cuando habla de Israel?
“Porque no todos los descendientes de Israel son Israel; ni son todos hijos por ser descendientes de Abraham , sino que «POR ISAAC SERÁ LLAMADA TU DESCENDENCIA»”, escribe Pablo (Ro 9:6-7). En este pasaje y su contexto puedes notar que él no está comparando a un descendiente físico de Abraham con otra persona que no lo es (un gentil), sino que está comparando a Isaac e Ismael (dos descendientes físicos de Abraham). Luego Pablo continúa su argumento y compara a Jacob y a Esaú (Ro 9:10-13); una vez más, otros dos descendientes físicos de Abraham.
En otras palabras, el punto que Pablo establece es que entre los descendientes físicos de Abraham hay dos grupos: uno que cree (estos componen un Israel redimido) y otro que no (el Israel endurecido, como Pablo termina explicándolo en el capítulo 11). Luego, obviamente, Pablo argumenta a favor de la inclusión de los gentiles (9:24-26), lo cual no se llevaría a cabo reemplazando a Israel por la Iglesia, sino más bien injertando gentiles creyentes al Israel redimido (Ro 11:17).
Pablo se refiere al Israel nacional, los descendientes físicos de Abraham, cuando escribe pasajes como:
- “Isaías también exclama en cuanto a Israel: «Aunque el número de los hijos de Israel sea como la arena del mar… »” (9:27a).
- “[P]ero Israel, que iba tras una ley de justicia, no alcanzó esa ley” (Ro 9:31a).
- “¿O no saben lo que dice la Escritura en el pasaje sobre Elías, cómo suplica a Dios contra Israel…?” (Ro 11:2b). Pablo escribe esto después de afirmar que Dios no ha desechado a Israel; entonces, se refiere a los descendientes físicos de Abraham.
Otros pasajes en donde Pablo se refiere a judíos étnicos son Romanos 10:19-21 y 11:7. Más adelante, escribe que a “Israel le ha acontecido un endurecimiento parcial hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles” (11:25b). Allí es indudable que habla de los descendientes físicos de Abraham, porque habla de su endurecimiento y los contrasta con los gentiles.
No obstante, nuestro análisis podría incluir un pasaje donde no se emplea el término “Israel”: “Porque no es judío el que lo es exteriormente…” (Ro 2:28). El contexto nos hace ver que Pablo aquí tiene en mente a una persona físicamente judía (v. 17) que, por no evidenciar su fe obedeciendo a Dios (2:25), no es considerada miembro entre los judíos redimidos (como los judíos desgajados en 11:17).
Esto es contrastado con otra persona físicamente incircuncisa que sí evidencia su fe obedeciendo a Dios (2:26-28) y, por lo tanto, es considerada como un miembro entre los judíos redimidos (como los gentiles injertados en Ro 11:17). Dado que Pablo en su argumento no está mencionando a los gentiles (2:27-28), pudiera también estar refiriéndose a judíos criados entre griegos, entre los cuales muchos eran incircuncisos (cp. Hch 16:1-3).
El plan de Dios para Israel
De todo este análisis, podríamos concluir que para Pablo “judío” significa “físicamente judío”. Aquellos no-judíos que son considerados judíos, lo son al ser injertados “contra natura” (Ro 11:24) entre los judíos redimidos. Y esto no significa que los judíos étnicos ya no sean verdaderos judíos y que los gentiles creyentes sí lo sean (p. ej. a los Judíos desgajados en Ro 11:24, Pablo continúa llamándolos verdaderos judíos o “naturales”).
Todas las referencias directas a Israel, y una indirecta, citadas hasta ahora se refieren sin excepción a descendientes físicos de Abraham o judíos étnicos. Entonces, ¿por qué en Romanos 11:26, de repente, ahora “Israel” podría significar otra cosa? Esto no parece ser lo que el apóstol trae en mente durante el desarrollo de su carta.
Pablo dice: “Entonces ¿qué? Aquello que Israel busca no lo ha alcanzado, pero los que fueron escogidos lo alcanzaron y los demás fueron endurecidos” (11:7). Según este verso, la totalidad de Israel está compuesto exclusivamente por dos grupos, ambos judíos: el Israel escogido y el Israel endurecido. Por lo tanto, cuando se nos dice: “Y si su transgresión es riqueza para el mundo, y su fracaso es riqueza para los gentiles”, Pablo concluye, “¡cuánto más será su plenitud!” (v. 12). Es decir, si la incredulidad del “Israel endurecido” ha beneficiado tanto al mundo, ¿cuánto más se beneficiará al mundo cuando este “Israel endurecido” sea plenamente admitido? En otras palabras, para Pablo, la plenitud de Israel será la suma de estos dos grupos, el Israel escogido y el Israel endurecido.
Aunque Pablo podía observar que en cada época, incluyendo la suya, un remanente de judíos sería reconciliado con Dios a través de Jesús (Ro 11:1-6), él aclara que se refiere a la salvación del Israel escogido (Ro 11:7). Sin embargo, cuando se refiere a la salvación del resto de Israel (el Israel endurecido) utiliza otro lenguaje y pregunta en asombro: “¿qué será su admisión, sino vida de entre los muertos?” (Ro 11:15b). Es decir, cuando el resto de Israel sea salvo, será tan extraordinario que significará vida de entre los muertos.
¿Qué podemos aprender de estas verdades?
Hay al menos cuatro lecciones que aprendemos a la luz de Romanos 11, las cuales informan nuestra compresión sobre Israel y afirman la manera en que debemos vivir.
Primero, debemos vivir confiados al saber que Dios es fiel, como lo ha sido con Israel (Ro 11:1-7; 11:12,15,24-27), y que cumplirá todas sus promesas.
Segundo, somos confrontados con nuestro pecado de arrogancia. A lo largo de la historia hemos sido culpables de lo mismo que Pablo advirtió a la iglesia en Roma: la “arrogancia” hacia los judíos que aún no creen en Jesús (Ro 11:20). Más bien, deberíamos recordar con temor que si Dios no escatimó a estas “ramas naturales” (los judíos étnicos) en su incredulidad, tampoco lo hará con nosotros que somos simples “ramas silvestres”, cristianos gentiles (Ro 11:17-21).
Tercero, esta comprensión debe desafiar la manera en que proclamamos el evangelio a la comunidad judía. De acuerdo a Pablo, nosotros, como creyentes gentiles, somos llamados a testificar con nuestra fe las buenas noticias del evangelio a los judíos que aún no creen en Jesús (Ro 11:11,13-14, 28-32).
Y por último, debemos responder en adoración. Si la profunda sabiduría de Dios –la cual consistió en redimir una parte de Israel y endurecer el resto, para con esto injertar a los gentiles, y luego usar eso para redimir el resto de Israel– llevó a que el apóstol Pablo estallara en adoración (Ro 11:33-36), ¿qué nos impide a nosotros ahora hacer lo mismo ante el gran plan de salvación de nuestro soberano Dios?