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“¿Quién puede discernir sus propios errores? Líbrame de los que me son ocultos”, Salmos 19:12.

A veces nos fascinan los misterios del universo, las cosas extrañas de la creación y lo desconocido de la historia de la humanidad.

Sin embargo quizá los misterios más difíciles de conocer están más cerca de nosotros de lo que nos damos cuenta. Por ejemplo, qué tal si cuando criticamos a alguien por ser altivo, chismoso, y buscar ser siempre el centro de la atención, es porque nosotros mismos, y sin darnos cuenta, también tendemos a ser altivos, chismosos, y personas que buscan ser siempre el centro de la atención?

Y es que nuestro propio corazón encierra lugares ocultos, luchas aún desconocidas para nosotros que vienen de nuestro trasfondo, experiencias familiares, factores culturas y naturaleza pecaminosa que no nos damos cuenta han influenciado y formado nuestra cosmovisión.

Estos factores son tan profundos que se necesita una intervención divina para poderlos discernir y siempre están conectados con nuestros anhelos más profundos por seguridad, felicidad y propósito.

Es entonces un regalo de Dios y una evidencia de Su gracia cuando Él nos muestra las profundidades de nuestro corazón. Lamentablemente esto sucede muchas veces cuando tenemos una fuerte caída por una tentación o decepción en la vida y es un shock para nosotros el descubrir el potencial que tenemos para hacer lo malo.

Aunque doloroso entonces, es muy importante aceptar esta realidad y pedir a Dios, El continúe revelándonos estas áreas de nuestra vida. Es reconocer que esto es apenas la punta del iceberg y que aún somos mucho peor de lo que todavía conocemos de nosotros mismos. Es solo al vivir vidas caracterizadas por el continuo arrepentimiento que podremos enfrentar esta cruda realidad y recibir sanidad espiritual y emocional.

Sin embargo es aún más importante pedir a Dios entonces nos revele, no solo intelectualmente pero aun funcionalmente, la profundidad de Su gran amor por nosotros. Esto es lo que nos dará la libertad para reconocer nuestra condición humana en forma realista, pero optimista gozándonos en la realidad de estar bajo el favor de Dios y gracias a la obra de Jesucristo por nosotros.

Piensa en esto y encuentra tu descanso en Él.

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