¡Únete a nosotros en la misión de servir a la Iglesia hispana! Haz una donación hoy.

×

Déjame empezar diciendo esto: no creo que Dios nos revela con quién vamos a casarnos de antemano, al menos no con absoluta certeza.

Entiendo que puedas estar convencido de que Dios sí te lo dijo a ti, pero ¿estarías dispuesto a considerar, por lo menos el tiempo que toma leer este artículo, que la “voz” o empujón que oíste o sentiste no era de Dios? ¿Que tal vez te equivocaste en la forma en que interpretaste su voz, o tus circunstancias? Aquí el por qué quiero desafiarte:

  1. No quiero que tengas una crisis de fe después, si no llegas a casarte con esa persona.
  2. Odiaría que descartaras a otra buena persona interesada en ti porque simplemente te niegas a darle una oportunidad.
  3. Y aún más, quiero que tengas una buena (¡enorme!) perspectiva de Dios.

Dios sí habla

En esto creo que sí tienes razón: Dios habla. Afortunadamente para nosotros, ¡Él quiere que lo conozcamos! Hebreos 1:1-2 es claro:

“Hace mucho tiempo, muchas veces y de muchas maneras, Dios habló a nuestros padres por medio de los profetas, pero en estos últimos días Él nos ha hablado por medio de su Hijo, a quien Él designó como heredero de todas las cosas, por medio de quien también creó el mundo”.

El mensaje de Hebreos 1 es mostrar la supremacía de Cristo. Dios solía hablar a través de los profetas, pero ahora ha hecho algo mejor. ¡Él nos ha hablado al enviarnos a su Hijo! Aunque Hebreos 1 se trata todo de Jesús, podemos aprender de estos dos primeros versos cómo es que Dios ha hablado, y cómo todavía habla hoy.

Cómo Dios habla hoy

En Hebreos 1 vemos que Dios habló en dos fases: hace mucho tiempo por los profetas, y ahora, en estos últimos días, por su Hijo.

Déjenme establecer lo obvio: tú y yo no somos profetas, y definitivamente no somos el Hijo de Dios. En el Antiguo Testamento encontrarás escritos de diecisiete profetas: Moisés, Isaías, Jeremías, Ezequiel, Daniel, Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahúm, Habacuc, Sofonías, Hageo, Zacarías, y Malaquías. Históricamente muy pocos fueron llamados a ser profetas.

Antes de que Dios enviara a su Hijo a la Tierra, Él solía escoger a un profeta mayor por época, quien hablaba en nombre de Dios a su pueblo. Tomemos a Jeremías, por ejemplo. Dios no le dijo a Jeremías qué esperar en su propia vida. Dios básicamente le ordenó decir a la gente que no debían resistir el cautiverio de Babilonia. No debían tratar de encontrar seguridad en los brazos de Egipto. El cautiverio era el castigo de Dios para ellos por no prestar atención a su pacto. Debían aceptarlo.

A quién Dios le dijo con quién casarse

Puedo pensar en dos veces en toda la Biblia en las que Dios le dijo a alguien con quién casarse. En Oseas 1:2, Dios le ordenó al profeta Oseas: “Ve, toma para ti mujer ramera y ten con ella hijos de prostitución”. Esto no lo hizo exactamente a beneficio de Oseas. Y definitivamente no es la norma: Dios nos dice que busquemos casarnos con aquellos que comparten nuestra fe y caminan en santidad (1 Co. 7:39).

Dios le dijo a Oseas que se casara con esta prostituta como una lección visual para todo el pueblo de Dios. Dios da la razón de este matrimonio: “Ve, toma para ti mujer ramera y ten con ella hijos de prostitución, porque la tierra se prostituye gravemente, abandonando al Señor”. El matrimonio de Oseas era un cuadro poderoso de cómo Dios busca a su gente descarriada.

El segundo ejemplo se encuentra en el Nuevo Testamento, cuando un ángel de Dios le dijo a José que no temiera tomar a María como su esposa (Mt. 1:20-21). ¿Se trataba simplemente de la comodidad y el placer de José? Para nada. Dios estaba decidido a cumplir su propósito redentor. El cumplimiento del tiempo había llegado. José necesitaba casarse con la virgen María para que se cumplieran siglos de profecía, y el plan redentor de Dios sucediera.

Libertad para elegir

Cuando asumimos que Dios nos está hablando individualmente, aparte de su Palabra, nos elevamos a la categoría de profeta. Cuando decimos que nuestros propios pensamientos son palabra de Dios, estamos creando un concepto demasiado elevado de nosotros mismos, y no lo suficiente de Dios.

John Piper dice:

“Cada vez que empiezo a quejarme de que Dios guarda silencio, y que necesito que Dios me hable, en ese momento debo detenerme y preguntarme: ¿He escuchado esta palabra antes? ¿Es la palabra de Dios, hablada en el Hijo de Dios, tan corta y simple que ya estoy harto de ella, y que ahora necesito algo más, otra revelación? ¿He oído realmente la palabra de Dios en la persona, en la enseñanza, y en la obra del Hijo? ¿Será que el dolor de mi alma y la confusión de mi mente realmente se debe a que me he agotado de oír esta palabra, y necesito otra? Y entonces siento una reprensión llena de gracia a mis oídos presuntuosos y duros para oír”.

¿Qué significa esto con respecto al matrimonio? Dios nos da una gran libertad al elegir con quién casarnos. Por lo tanto, maravíllate de que Dios nos ha hablado al enviar a su Hijo amado, acepta eso como verdad suficiente para ti, y luego elige sabiamente con quién te casarás.


Publicado originalmente en Desiring God. Traducido por John Chávez
Imagen: Lightstock
Recibe cada día los artículos, podcasts, y vídeos más recientes.
CARGAR MÁS
Cargando