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Nota del editor: 

El pastor John Piper recibe preguntas de algunos de sus oyentes de su programa Ask Pastor John. A continuación está su respuesta a una de esas preguntas.

Cerramos la semana con un correo electrónico de una oyente llamada Cara. Cara dice que no tiene ningún don espiritual. Ninguno. ¿Qué puede hacer? Aquí está su correo electrónico: «Pastor John, ¡hola! Soy creyente desde hace unos doce años, pero parece que no tengo ningún don espiritual. ¡Realmente me siento como un desastre sin talento y pecadora! ¿Significa esto que el Espíritu realmente no mora en mí? ¿Cómo puedo descubrir mi propósito en Él y cumplir 1 Pedro 4:10?».


Creo que tengo muy buenas noticias para Cara, pero antes debo hacer una advertencia. Ella dice: «Me siento como un desastre sin talento y pecadora». Aquí va la advertencia. Hay una diferencia fundamental entre talentos y pecados. Si fuera —y no creo que sea cierto— que ella careciera de talentos, eso no sería un problema espiritualmente grave; Dios no nos juzga en función de si tenemos talentos o no. Pero ser un desastre pecador es un gran problema. Dios sí juzga el pecado. Odia el pecado. Si la vida de Cara está cayendo en espiral hacia el pecado, es un asunto muy urgente. Mi advertencia es esta: Lucha contra eso, Cara, como todos debemos hacerlo, con todas tus fuerzas, con todas las fuerzas de Dios en ti. Haz morir las actitudes, palabras y hechos pecaminosos por el Espíritu, aferrándote a las promesas de Dios y confiando en que Él te satisface más que cualquier camino pecaminoso de placer. Bien, esa es mi advertencia.

Ahora pasemos a lo que más le preocupa. Tal vez ella ha exagerado su caso. Eso espero. Ella dice: «Parece que no tengo ningún don espiritual. ¿Significa esto que el Espíritu no mora realmente en mí? ¿Cómo puedo descubrir mi propósito en Él y cumplir 1 Pedro 4:10?».

Un don para cada uno

Lo primero que hay que decir es que Cara tiene dones espirituales. Voy a creer en la palabra de Cara de que ha sido cristiana durante unos doce años. Voy a suponer —y creo que es correcto suponer— que ella es verdaderamente una hija del Dios viviente a través de la fe en Cristo. Por eso sé que tiene un don espiritual, porque Dios lo dijo en Su Palabra.

Ser cristiano es ser miembro del cuerpo de Cristo, y ser miembro del cuerpo de Cristo es tener un papel en el cuerpo que es esencial para el cuerpo

Por ejemplo, Pedro no dice: «Si cada uno ha recibido un don…». Eso no es lo que dice. Él dice: «Según cada uno ha recibido un don especial, úselo sirviéndose los unos a los otros» (1 P 4:10). Pablo dice: «Pero a cada uno se le da la manifestación del Espíritu para el bien común» (1 Co 12:7). No dice: «A algunos cristianos se les dan esas manifestaciones», sino: «A cada [cristiano] se le da la manifestación del Espíritu para el bien común».

O una tercera forma de decirlo es que todo cristiano forma parte del cuerpo de Cristo. Por definición, eso hace de cada uno una oreja, o un ojo, o una ceja, o un pie, o un dedo, o un diente, o una lengua. Pablo habla de todo cristiano cuando dice:

Pues así como en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función, así nosotros [nosotros los cristianos, todos nosotros], que somos muchos, somos un cuerpo en Cristo e individualmente miembros los unos de los otros (Ro 12:4-5).

Cada miembro de un cuerpo tiene una función.

Así que mi conclusión a partir de estos textos es que ser cristiano es ser miembro del cuerpo de Cristo, y ser miembro del cuerpo de Cristo es tener un papel en el cuerpo que es esencial para el cuerpo (no llamativo, no prominente, pero esencial). De hecho, Pablo se esfuerza por asegurarse de que ningún cristiano, por insignificante que se sienta, se sienta excluido del cuerpo. Creo que esto es realmente relevante para la pregunta de Cara. Pablo dice:

Si el pie dijera: «Porque no soy mano, no soy parte del cuerpo», no por eso deja de ser parte del cuerpo. Y si el oído dijera: «Porque no soy ojo, no soy parte del cuerpo», no por eso deja de ser parte del cuerpo… Ahora bien, Dios ha colocado a cada uno de los miembros en el cuerpo según le agradó (1 Co 12:15-16, 18)

No hay miembros insignificantes

Me parece ahora que estas palabras son casi perfectamente adecuadas para ayudar a Cara a no sentirse sin esperanza respecto a su papel en el cuerpo de Cristo. Las personas en Corinto a las que Pablo cita estaban mirando su propia debilidad relativa y sintiéndose totalmente insignificantes porque no eran como los demás. No tenían los dones de los demás. No eran una oreja; eran solo un dedo.

Ahora me pregunto qué diría Cara si alguien le preguntara si las personas con profundas discapacidades mentales, pero con una fe sencilla forman parte del cuerpo de Cristo. Y creo que ella diría: «Sí, lo son». Pablo tiene algo sorprendente para decir que creo se relaciona con ese caso extremo y, quizás, también con el de Cara. Él dice:

Los miembros del cuerpo que parecen ser los más débiles, son los más necesarios; y las partes del cuerpo que estimamos menos honrosas, a estas las vestimos con más honra. Así que las partes que consideramos más íntimas, reciben un trato más honroso, ya que nuestras partes presentables no lo necesitan. Pero así formó Dios el cuerpo, dando mayor honra a la parte que carecía de ella, a fin de que en el cuerpo no haya división, sino que los miembros tengan el mismo cuidado unos por otros (1 Co 12:22–25).

Pablo está dispuesto a ir tan lejos como para decir que el don que algunas personas tienen en el cuerpo de Cristo es ser débiles y necesitados para que otros puedan tener la oportunidad de mostrarles un cuidado especial. Ahora bien, dudo que ese sea el caso de Cara. Lo menciono para que quizás ella reoriente su pensamiento sobre el cuerpo de Cristo y quizás no tenga expectativas sobre la naturaleza de los dones espirituales que la hacen sentir tan inadecuada.

Apunta al amor

Voy a referirme a algo más sobre lo que ella pregunta: «¿Puedo descubrir mi propósito? ¿Cómo puedo descubrir mi propósito y cumplir 1 Pedro 4:10?».

Que tu objetivo no sea descubrir tu don; más bien, que tu objetivo sea amar a los demás por amor a Cristo

En otras palabras, ¿cuál es su siguiente paso desde este punto de desánimo? Creo que hay una pista para responder a esa pregunta en 1 Pedro 4:10. Este es el versículo: «Según cada uno ha recibido un don especial, úselo sirviéndose los unos a los otros como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios». Así que una manera de definir los dones espirituales sobre la base de este versículo es que son simplemente el resultado de nuestra experiencia de la gracia de Dios expresada a través de nuestra personalidad. O dicho de otro modo, quitamos la mirada de nosotros mismos para que la gracia de Dios nos use. Luego disponemos nuestros corazones para amar a las personas por la gracia de Dios, para mostrar la gracia de Dios a las personas, para canalizar la gracia de Dios a través de nosotros mismos, a través de nuestras personalidades dadas por Dios, de cualquier forma que nos resulte natural.

Esa forma de amar a otros será probablemente una bendición de Dios, es decir, un don. Me animo a decir esto porque Pablo llama dones espirituales a algunas cosas bastante ordinarias. Por ejemplo, dice: «el que da, con liberalidad; el que dirige, con diligencia; el que muestra misericordia, con alegría» (véase Ro 12:6-8).

Así que, Cara, que tu objetivo no sea descubrir tu don. Sé que es contraintuitivo, así que permíteme repetirlo: que tu objetivo no sea descubrir tu don; más bien, que tu objetivo sea amar a los demás por amor a Cristo. Hazlo de todas las formas posibles que sean naturales a tu personalidad. Creo que al hacerlo, descubrirás tu propósito y cumplirás 1 Pedro 4:10.


Publicado originalmente en Desiring God. Traducido y adaptado por Eduardo Fergusson.
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