El segundo nombre de mi hija es Gracia, y conozco a más de una familia con una hija llamada Misericordia. Gracia y misericordia: conceptos que son pilares en el evangelio, conceptos lo suficientemente hermosos como para ponerles esos nombres a los niños. Pero en todos mis días, nunca he conocido a una persona que se llame Obediencia.
Este nombre fue utilizado por los puritanos para sus hijas hace mucho tiempo, pero ha caído en desuso. Es una lástima, ya que la obediencia es una idea fundamental en la Palabra de Dios. De hecho, la gracia y la misericordia que tanto amamos fueron posibles gracias a la obediencia perfecta de Jesús.
Pero esta palabra y el concepto asociado a ella han perdido popularidad. La obediencia no suele surgir en conversaciones informales con otros creyentes. No se suele escribir en las letras de las canciones de alabanza modernas, y rara vez es el tema de podcasts o artículos.
¿Por qué la obediencia ha pasado a un segundo plano en nuestro discurso cristiano habitual?
Evitando el legalismo
Hace un par de décadas, existía una tendencia a ejercer la libertad cristiana al tiempo que se rechazaban las mentalidades legalistas de generaciones anteriores. Cuestiones como el consumo de alcohol, la práctica del descanso sabático, el diezmo bíblico y el uso de malas palabras fueron objeto de acalorados debates. En un esfuerzo por evitar todo lo que oliera a legalismo, los cristianos a menudo hacían hincapié en la gracia y la misericordia por encima de la obediencia.
Rechazar el legalismo y buscar la obediencia no son posturas mutuamente excluyentes
Evitar el legalismo es un esfuerzo digno cuando seguimos a Jesús. Ciertamente, Él no era legalista. Al mismo tiempo, la obediencia al Padre era de importancia primordial para Él y nosotros seguimos Sus pasos cuando también damos prioridad a la obediencia. Rechazar el legalismo y buscar la obediencia no son posturas mutuamente excluyentes. Más bien, son actitudes con matices que trabajan en conjunto para producir un corazón sabio.
Cediendo a la pereza
Considerar lo que agrada a Dios a menudo requiere intencionalidad. Puede consistir en detenerse, aunque sea brevemente, a orar por sabiduría y fortaleza para el momento que nos espera. Detenerse a considerar cosas como el tono de voz o si es prudente hacer clic en «enviar» después de escribir un texto requiere un músculo espiritual que se fortalece con la repetición a lo largo del tiempo.
Desarrollar el músculo espiritual de la obediencia a través de una vida lenta y reflexiva en una cultura de incesante actividad es un reto. Pero cuando nos inclinamos repetidamente hacia la gracia y la misericordia sin esforzarnos por obedecer, estamos cediendo a la pereza. Ciertamente, la gracia y la misericordia de Jesús están aquí para cubrir nuestros pecados; son los cimientos sobre los que se construye nuestra fe. Pero nunca fueron concebidas para ser la base de nuestro desinterés. Como explica 1 Samuel 15:22: «obedecer es mejor que un sacrificio, y el prestar atención, que la grasa de los carneros».
Cultiva una visión elevada de la obediencia
Nuestros esfuerzos por evitar el legalismo y nuestra tendencia a ceder a la pereza pueden llevarnos a restar importancia a la obediencia. Pero con la ayuda del Señor, podemos cultivar una visión elevada de la obediencia que refleje más fielmente la perspectiva de Dios. Estas son dos razones por las que vale la pena volver a poner la obediencia en el primer plano de la vida cristiana.
1. La obediencia agrada a Dios
En las Escrituras, la persona que se somete voluntariamente al Señor recibe la impresionante bendición de caminar más estrechamente con Él. Abraham fue llamado amigo de Dios porque creyó a Dios (Stg 2:23), y ese creer fue demostrado a través de la obediencia continua. Las Escrituras dicen que Noé, Enoc y Leví caminaron con Dios, al tiempo que mencionan la rectitud de ellos (Gn 6:9; 5:24; Mal 2:4-6).
Honestamente, es fácil desanimarme cuando oigo hablar de santos como estos, porque parece que no puedo pasar sesenta segundos sin desobedecer a Dios de una manera u otra. Pero no leamos «perfección» en las vidas de estos hombres o de cualquiera de las otras personas en las Escrituras que agradaron a Dios a través de su obediencia.
Nunca se nos dice que fueran perfectos; al contrario, la Palabra nos muestra lo lejos que estaban de serlo. Pero caminaban con Dios en una atmósfera relacional constante de obediencia acompañada de arrepentimiento. No solo sus actos de obediencia eran agradables para Él, sino que la postura de arrepentimiento regular por la desobediencia revelaba una sumisión a los mandatos de Dios. Esta cadencia de obediencia y arrepentimiento marca el ritmo del caminar con Dios día a día también para nosotros.
2. La obediencia demuestra el creer
Como cristianos, podemos salir de nuestro estudio de las Escrituras, nuestra comunión con los hermanos, nuestra adoración en la iglesia y nuestro tiempo de oración privada sintiéndonos espiritualmente fuertes. Pero cuando el calor se eleva a través de circunstancias difíciles, ¿elegiremos demostrar con nuestras palabras, actitudes y cuerpos lo que creemos en nuestros corazones, especialmente cuando esto nos cuesta algo? La obediencia es la prueba irrefutable de que creemos, ante Dios, ante los demás y ante nosotros mismos, que tomamos en serio la Palabra de nuestro Padre y que estamos dispuestos a arriesgar nuestras vidas por ella.
Cuando vivimos en obediencia a Cristo, construimos nuestra vida sobre cimientos firmes
En Lucas 6:46-49, Jesús nos dice que quienes no ponen en práctica Sus palabras, sino que viven a su manera, pueden esperar los efectos devastadores de las tormentas de la vida. Pero cuando vivimos obedeciéndole, construimos nuestra vida sobre cimientos firmes. Así, cuando lleguen las tormentas, no seremos sacudidos. Incluso los actos más pequeños de obediencia hoy sientan una base que nos ayudará a mantenernos firmes en el futuro.
La obediencia a Dios no suele ser fácil y mucho menos popular. Probablemente nunca conoceré a un niño que se llame Obediencia (aunque podría llamarse «Obed» para abreviar). Pero como medio para demostrar a nuestro Padre que confiamos en Él y que estamos dispuestos a hacer lo que dice aunque sea difícil, realmente no hay nada mejor. Así que, como cristianos que juntos formamos el cuerpo de Cristo, hablemos de obediencia. Complacer a Dios debería complacernos a nosotros también.