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Carla y Nelson estaban sentados al otro lado de la mesa y mostraban una gran sonrisa de agradecimiento en sus rostros al volver a reunirse conmigo para el último encuentro de consejería bíblica matrimonial. Habíamos pasado cinco meses reuniéndonos semana tras semana, leyendo la Palabra de Dios, orando, conociéndonos y aplicando el evangelio a la vida y el matrimonio.

Una decisión clave para el matrimonio

Recuerdo que ambos estaban relucientes. Parecía un matrimonio completamente diferente al de meses atrás. En la primera vez que llegaron a mi oficina, derramaban lágrimas mientras me contaban sus frustraciones, lucha con el alcoholismo, discusiones sobre un posible divorcio y la pérdida del gozo y propósito. Pero ahora era distinto. Sus vidas estaban comenzando a experimentar frutos espirituales que provenían de escuchar el evangelio de Cristo y la sabiduría de la Palabra de Dios cada semana.

Nuestros encuentros de consejería eran tiempos especiales de refrigerio espiritual para ellos. Sin embargo, había algo que me preocupaba respecto a su situación. A pesar de haber seguido fielmente varios consejos prácticos que les di, continuaban sin congregarse fielmente y se mantenían aislados de la comunión con otros creyentes. No entendían que el paso práctico más importante para el futuro de su matrimonio era convertirse en miembros fieles de la iglesia local.

Dios estableció a la iglesia local como el lugar central y accesible donde todo Su pueblo recibe los beneficios poderosos de Su Palabra

Les costaba asistir constantemente a los cultos de adoración por razones laborales y personales. Pero les costaba aún más entender por qué era necesario unirse formalmente a la iglesia y asumir con gozo el compromiso de vivir en comunidad. Recuerdo bien las palabras que compartí con ellos:

Pronto dejaremos de reunirnos y una de dos cosas van a suceder. Quizás sigan con sus vidas cotidianas tal y como lo han hecho estas semanas. Intentando orar y leer sus biblias, pero desconectados de la iglesia local. Si deciden tomar ese rumbo, les aseguro que los días y los meses van a pasar y se verán nuevamente en el mismo lugar de crisis donde se encontraban antes de nuestra consejería. Pero esa no es la única opción que tienen.

Pueden tomar la decisión de cambiar las prioridades de sus vidas, hacer de la iglesia local una prioridad, volverse miembros comprometidos de la iglesia y vivir la vida cristiana en comunidad. Si lo hacen, pasarán los años y seguirán encontrando aguas frescas para su matrimonio en la Palabra de Dios proclamada y enseñada en la iglesia. Pero la decisión es suya.

La consejería matrimonial que yo les ofrecía a Carla y Nelson se podría comparar a ofrecerles una botella de agua para un viaje largo a pie a través del desierto. La botella de agua les podría refrescar temporalmente, pero pronto se acabaría y morirían de sed. Su matrimonio no necesitaba una botella de agua, sino aguas abundantes que pudieran tomar semana tras semana, independientemente de si podíamos reunirnos para consejería o no. 

Un pozo de aguas abundantes

Te he contado esta historia porque mi deseo es persuadirte para que abraces con firmeza esta verdad bíblica: Dios estableció a la iglesia local como el lugar central y accesible donde todo Su pueblo recibe los beneficios poderosos de Su Palabra.

En otras palabras, la iglesia local es el pozo de agua principal que provee a todo el pueblo de Dios con el agua que necesita continuamente para sus labores cotidianas y para vivir hidratados durante todo el transcurso de su peregrinaje. Este principio, por supuesto, no busca quitarle ningún mérito o importancia a los devocionales personales y familiares que deben identificar a todo el pueblo de Dios. 

Sin embargo, sí busca elevar y establecer el lugar central que tiene la iglesia local en el diseño de Dios para la vida cristiana. Te presento a continuación algunas evidencias bíblicas que apoyan este principio:

La comunidad de la iglesia fue establecida como columna y sostén de la verdad para todas las generaciones, para que escuchemos la exposición de la Palabra de Dios con precisión (1 Ti 3:15; 2 Ti 2:15).

La comunidad de la iglesia es el contexto donde somos animados a vivir la verdad, exhortándonos al amor y las buenas obras (Heb 10:24).

La comunidad de la iglesia es el contexto donde los líderes puestos por Dios velan y pastorean nuestras almas (Heb 13:17; Hch 20:28).

La comunidad de la iglesia es el espacio donde seremos corregidos y confrontados con amor cuando nos desviemos (Mt 18:12-17).

La iglesia es la familia de Dios a la cual accedimos mediante el bautismo. Es nuestro hogar, donde los hijos de Dios vivimos y convivimos, y nos sentamos a la mesa a celebrar la cena de nuestro Señor (Ef 2:19; 1 Co 11:17-26).

La comunidad de la iglesia es la casa y el templo donde habita Dios, y donde disfrutamos de Su presencia juntos a nuestros hermanos (Ef 2:19-22).

La comunidad de la iglesia impulsa la vida matrimonial y familiar al proveer instrucción bíblica para esposos, esposas, padres, madres e hijos, en áreas tan diversas como la responsabilidad financiera, resolución de conflictos, ética sexual, roles y deberes conyugales, sabiduría en la crianza, etc. (Ef 5-6; 2 P 3:1-3; 1 Co 7; Pr 3:1-12).

La comunidad de la iglesia es donde se levantan los maestros que continuarán proveyendo la Palabra de Dios a nuestros hijos, nietos, y a las próximas generaciones, hasta que Cristo vuelva (2 Ti 2:2).

La iglesia local es el pozo de agua que, semana tras semana, nos hidrata el alma con el evangelio de Cristo en un mundo lleno de desafíos, tentaciones, pecados, debilidades, dificultades, tribulaciones, cambios, frustraciones, decepciones, enemigos, batallas y dudas.

La iglesia local es el pozo de agua que, semana tras semana, nos hidrata el alma con el evangelio de Cristo

Ningún consejero aceptaría reunirse con un matrimonio por cuarenta años seguidos. Ningún discipulado personal dura ochenta años. Pero la iglesia continúa discipulándonos después de dos mil años. La iglesia local continúa enseñándonos, aconsejándonos y edificándonos a través de la exposición fiel de la Palabra de Dios cada domingo, de generación en generación, y lo seguirá haciendo ¡hasta que Cristo vuelva! Tal como lo dijo Jesucristo mismo: «Edificaré Mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella» (Mt 16:18).

¿Qué decisión vas a tomar?

Lamentablemente, Carla y Nelson tomaron la decisión equivocada. Después de aquel último encuentro de consejería, ellos decidieron seguir sus vidas «cristianas» aislados de la iglesia local, sin realizar ningún cambio drástico en sus agendas ni reorganizar sus prioridades. No se unieron a la membresía de la iglesia ni obedecieron el mandato del bautismo.

Su matrimonio se mantuvo bien por unos meses, pero el sentido de vacío y desorientación regresó a sus vidas. Luego de varios años, su relación está colgando de un hilo nuevamente, mientras yo sigo orando para que Dios les ayude a entender que su matrimonio necesita una iglesia local.

¿Y tú? ¿Entiendes la importancia de la iglesia local? ¿Cómo es la relación de tu matrimonio con la iglesia? ¿Viven en comunidad? ¿Son miembros saludables? ¿Sirven a Dios juntos? ¿Oran por el bienestar de la iglesia? ¿La sostienen financieramente? ¿La aprecian? ¿La ven como una prioridad? Si no es así, ¿qué decisión vas a tomar hoy?

Que Dios te ayude a ver que tu matrimonio necesita una iglesia local.

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