Imagina que un demonio, llamado Orugario, aconseja a su sobrino, Gorgojo, sobre cómo tentar a un matrimonio cristiano. Basado en Cartas del diablo a su sobrino, de C. S. Lewis.
Mi querido Gorgojo:
Estoy terriblemente preocupado por haber recibido tu última carta. Por supuesto, debes comenzar a torcer sus pensamientos sobre el matrimonio, ¿cómo no lo has hecho ya? ¿No te das cuenta de que incluso un ser humano creado según el diseño del Enemigo puede costarnos almas? Tu negligencia en este asunto es criminal.
Desde la primera boda en el jardín, sospechamos que el Enemigo estaba preparando algo repugnante, pero ¿quién podría haberlo imaginado? Incluso Nuestro Padre de Abajo no pudo adivinar el verdadero horror de todo esto. El matrimonio, que descubrimos demasiado tarde, no tiene que ver en última instancia con el amor de los humanos por los demás. Su plan, desde el principio, era casarse con las desdichadas criaturas… ¡vergonzoso!
A lo largo de la historia, Él ha juntado a dos bichos para mostrar su amor antinatural y un sacrificio perturbador por su novia. Creó a los esposos para anunciar, a todos los que quisieran escuchar, que pronto Él se convertiría en uno. ¿Cómo puede ser que alguna vez lo alabamos? Todavía no me lo puedo explicar.
El matrimonio, Gorgojo, refleja todo lo que detestamos. El hombre se viste como el Enemigo, mientras que la esposa sustituye a Su amada. Cuando hizo al hombre a su propia imagen, hizo el matrimonio para reflejar Su terrible historia. Pero si bien el Enemigo quiere contar un cuento, podemos hacer que se cuente otro. A través del matrimonio podemos predicar uno de nuestros evangelios. Quizá la manera más efectiva de hacerlo en estos días es hacerlo por lo que me gusta llamar: matrimonio homofuncional.
Matrimonio homofuncional
Aunque no tuvo éxito durante miles de años, la persistencia de tu tío Enriscado ha dado resultados extraordinarios. ¡Realmente los convenció de que un hombre puede casarse con otro hombre! Pero el hombre que tienes a cargo, como me informas, no está convencido. Sin embargo, aunque puede que nunca quiera participar en el matrimonio homosexual, puede participar fácilmente en nuestra interpretación homofuncional. Déjame explicar.
Cuando convencemos a los actores de que se aprendan las líneas de los demás y que se intercambien los roles, no terminan con una versión diferente, sino con un drama diferente.
En realidad, es bastante simple: mientras que el “matrimonio” homosexual une a dos personas del mismo sexo, el “matrimonio homofuncional” consiste en dos sexos diferentes que funcionan de manera idéntica. Lo mismo se casa con lo mismo: ambos lideran y siguen. Ambos deben asumir la misma cantidad de carga, ambos deben ofrecer la misma cantidad de sacrificio, y ambos deben ser igualmente responsables por el otro ante Dios.
Cuando convencemos a los actores de que se aprendan las líneas de los demás y que se intercambien los roles, no terminan con una versión diferente, sino con un drama diferente. Romeo y Julieta se convierte en Julieta y Julieta. Intercambiable, querido sobrino, intercambiable. Llámalo compañeros de equipo, mejores amigos, ilustrados, liberados, progresistas, igualitarios, cualquiera cosa que se necesite.
Un antidrama
Ahora, como puedes adivinar, esa noción de 50/50 no puede durar mucho. Alguien eventualmente romperá el empate. Y Adán, como les recordamos, tuvo su turno. Déjame te hablo de Mónica y Alex, quienes son excelentes ejemplos del pequeño grupo al que pertenece el hombre que tienes a cargo.
Mónica es una esposa fuerte y moderna. Ella vive de los negocios, asume la responsabilidad de la familia, y se enorgullece de no vivir en el “campo de concentración cómodo” de las madres que se quedan en casa. Como punto de partida, ella se resiste a hacer cualquier cosa que considere doméstica, y se apresura a compartir su opinión con otros durante horas y horas, mientras su esposo se sienta inexpresivo a su lado. Ella se niega a la idea de ser una compañera de ayuda, y le molesta la idea de la sumisión. Su verso favorito de la Biblia, para deshacerse de los versos que ella desprecia, es Gálatas 3:28. Esas cinco palabras (“no hay hombre ni mujer”) la han convertido en una apologista. Por fortuna, ella odia el guión del Enemigo casi tanto como nosotros. Ella lo odia por completo.
Mientras tanto, Alex se queja poco en estos días. Ya no espera tener mucho qué decir en las decisiones familiares, y según él, todo está mejor así. Finalmente se dio cuenta (como muchos de nuestros pacientes finalmente lo hacen) que cuando deja que su esposa maneje, nunca lo culparán si terminan en una zanja.
Para él, el asiento del pasajero es más cómodo. Se reclina más. Hay menos sacrificio y responsabilidad. Más oportunidad para las siestas. Incluso escucha cómo otros miembros del grupo lo alaban por “dar su vida”. Habiendo pasado por alto nuestra oferta de ser machista, uno que domina, menosprecia, y abusa, ha aceptado muy bien esa falta de masculinidad que trae menos problemas y más elogios. Él vive para diferir. Se necesita menos energía.
¿Y qué ven todos los que miran este drama teatral de dos personas? Algo poco diferente a aquellos que asisten a estudios bíblicos los miércoles por la noche (¿no tienen nada mejor qué hacer?). No ven a un hombre que ama a su esposa, la pone en primer lugar, y da su vida al sacrificar su propia comodidad y fortaleza por el bien eterno de ella. Nadie ve a una novia que adorna a su esposo, lo respeta y lo sigue con gusto, mientras florece bajo su amor y liderazgo. No ven nada del drama del Enemigo.
Deliciosamente, ven a una mujer varonil a cargo. Aunque se leyeron algunos textos tóxicos en su boda, los olvidaron todos cuando ella lo llevó a casa después de la ceremonia.
Lo que nunca deben ver
Gorgojo, comienza inmediatamente la instrucción con tu hombre.
Aunque Dios lo hace solemnemente responsable de cómo cumple con su deber, también le brinda ayuda infinita y le ofrece gracia ilimitada cada vez que falla.
Dile que si hay sacrificio, que sea uniforme. Deja que el matrimonio sea para lo que ellos llaman “igualdad”, porque ningún matrimonio puede tener dos amos. Deshazlo. Dignifica (o al menos excusa) la pasividad que abre la puerta de atrás a los pecados que matan a los hombres sin rumbo. Haz que le apasionen los deportes, no las almas. Si es hombre, conviértelo en maniquí.
Que el matrimonio cuente cualquier historia que no sea la del Enemigo. El matrimonio terrenal nunca debe hablar del terrible por venir. Sofoca esa obscenidad. Invítalo a ser parte de uno de nuestros matrimonios homofuncionales. Pero mientras trabajas en él, nunca dejes que se te olvide que, aunque el Enemigo lo hace solemnemente responsable de cómo cumple con su deber, también le brinda ayuda infinita y le ofrece gracia ilimitada cada vez que falla.
Tu tío perplejo pero a la expectativa,
Orugario