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Nota del editor: 

Este es un fragmento adaptado del libro El matrimonio que agrada a Dios: Cómo vivir el evangelio hasta que la muerte nos separe (B&H Español, 2019), por Joselo Mercado.

Tengo más de una década en el ministerio pastoral y todavía estoy esperando el día en que un matrimonio busque recibir consejería porque están teniendo conflictos debido a que cada uno desea servir al otro. Cuánto quisiera que la esposa llegue molesta porque su esposo solo desea servirla y que eso ya la tiene cansada. Yo le preguntaría: “¿Por qué te molesta tanto?”. Y que ella responda: “¡Porque no me deja servirlo tanto como yo quisiera!”.

Lo más común es que los conflictos que llegan a mi oficina se resuman en todo lo contrario, esposos y esposas que desean que los sirvan y demandan ser servidos. Entiendo que esa consejería imaginaria que les acabo de presentar nunca pasará. Las parejas que tienen una mentalidad bíblica no verán como un problema el esforzarse por servirse el uno al otro. No solo eso, aun permitir que el uno pueda servir al otro es una forma de honrar el llamado a morir a nosotros mismos.

Servirnos mutuamente no es tan solo un llamado bíblico dentro del matrimonio, sino que es una de las partes esenciales de la unidad matrimonial. El servirnos en el matrimonio es comunicar de forma práctica que somos uno. Pablo lo explica de la siguiente manera:

“Así también deben amar los maridos a sus mujeres, como a sus propios cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama. Porque nadie aborreció jamás su propio cuerpo, sino que lo sustenta y lo cuida, así como también Cristo a la iglesia; porque somos miembros de su cuerpo. Por esto el hombre dejará a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne” (Ef. 5:28-31 LBLA).

La Biblia presenta con absoluta claridad una realidad espiritual que el Señor confirma: servimos a nuestras parejas porque somos uno.

Este pasaje nos enseña que los esposos aman y sirven a sus esposas como si lo hicieran para ellos mismos. Los esposos están llamados a servir de forma sacrificial a sus esposas. En términos prácticos, estamos llamados a dejar nuestros propios intereses por el bienestar de la esposa que Dios nos ha provisto. El amor de los esposos por sus esposas se demuestra en que ellos están dispuestos a hacer el máximo sacrificio por ellas, dando sus propias vidas por su bien. Este es un tema reflejado en toda la Biblia y que en Efesios se ilustra con absoluta claridad. Peter O’Brien lo explica de la siguiente manera: “En el Antiguo Testamento la imagen del matrimonio era usada para enseñar la relación de pacto entre Jehová y Su pueblo Israel. Jesús tomó esta enseñanza y la refirió a Él y Su novia”.

Es importante señalar que esa relación no se aplica solamente a Jesús y Su novia, sino también a los matrimonios, los cuales están llamados a mostrar esa relación del pacto en su convivencia diaria, dando sus vidas por el bienestar de sus parejas.

Desobedecer este mandato que nace del mismo evangelio, resultará en perjuicio de la relación. Cuando no nos servimos a nosotros mismos, al final resulta en nuestro beneficio porque, de acuerdo con el diseño de Dios, servir a nuestras esposas es servirnos a nosotros mismos. Podría sonar como un argumento egoísta: “sirve a tu esposa para que te sirvas a ti”, porque es como si detrás estuvieras pensando así: La ayudaré un poco en la limpieza para que me deje tranquilo y pueda ver el juego de fútbol. Sin embargo, no se trata del argumento bíblico, sino de que detrás hay una motivación egoísta.

El amor es un acto de la voluntad donde decidimos buscar el mayor bien de la otra persona por sobre el nuestro.

Lo que la Biblia presenta con absoluta claridad es una realidad espiritual que el Señor confirma: servimos a nuestras parejas porque somos uno. O’Brien nos dice: “Este llamado es la aplicación del segundo mandamiento; ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’ (Lev. 19:18), en una forma directa señala que el esposo debe amar a la esposa como a su prójimo más cercano”.

Si estamos llamados a amar a nuestro prójimo, cuánto más debemos amar y dar nuestras vidas por nuestra propia carne. Muchas veces ponemos la excusa de no servir y amar a nuestras parejas porque el servicio depende de nuestras emociones. Algunos dicen: “Ya no la amo; no siento estar con ella”, y cosas similares. La Biblia no nos enseña que el servicio depende de nuestras emociones o nuestro estado de ánimo. El amor es un acto de la voluntad donde decidimos buscar el mayor bien de la otra persona por sobre el nuestro.

No olvidemos que la Biblia presenta claramente que para amar a alguien no tienes por qué sentir emociones. Entonces, ¿cómo amamos? En la práctica, una de las formas más claras de amar a otras personas es sirviéndolas, siendo siervos que buscan el bienestar de la otra persona sobre el nuestro. ¿Deseas crecer en amor por tu pareja? Lo repito, una de las formas más palpables de amar a otros es sirviendo, buscando el bienestar del otro al hacer que las cargas del día a día sean más livianas producto de nuestro apoyo.


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IMAGEN: Lightstock.
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