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Aunque la labor principal del pastor es predicar la Palabra de Dios (2 Ti. 4:2), los pastores invertimos horas en consejería, visitas, y llamadas; también en estudio, lectura, y capacitación. Las tareas del ministro son muchas. Sin embargo, puede que haya un aspecto ignorado de nuestro ministerio: los pastores también somos administradores.

La administración de la iglesia debe reflejar el orden que Cristo quiere en su cuerpo. No hablo de estorbos burocráticos, sino de herramientas prácticas. Por ejemplo, cuando en la iglesia de Corinto hablaban en lenguas de manera desordenada, Pablo les indica “que todo se haga decentemente y con orden” (1 Co. 14:40, cursiva añadida). En otras palabras, el “orden” debe estar presente en todo lo que hagamos en la iglesia y no solo en el uso de los dones del Espíritu.

Considera estos consejos sobre la administración de la iglesia tomando en cuenta tu contexto personal.

1) Ten en orden tu agenda

Si no conoces tus metas principales de cada día, ¿cómo esperas ver avance y progreso? Necesitas tener una lista de tareas según su prioridad en tu agenda diaria. Establece metas, trázalas, y dales seguimiento. Levántate temprano, haz ejercicio; estudia diligentemente, usa tu tiempo con sobriedad (Ef. 5:16). Bloquea programas en tu computadora que suelen ser distractores. Define una hora de entrada y una de salida para tus labores diarias. Sé ordenado en tu vida.

Sé que hay sucesos inesperados, y que no todo se puede planear y seguir al pie de la letra. Con todo, es indispensable que seas disciplinado con la administración de tu tiempo. Recuerda, es nuestra responsabilidad ser fieles a Dios mientras descansamos en que Él tiene el control sobre todo (esto incluye lo inesperado).

2) Ten en orden las actividades del ministerio

Como pastores, debemos velar por la adecuada administración de lo que Dios nos da. Necesitamos ver que todo comience a tiempo, preparar todo lo que hagamos, y evitar improvisaciones como resultado de negligencia en la planificación.

Acerca de las actividades: ¿Estás planeando las próximas series a enseñar? ¿Tienes los cantos listos con tiempo de anticipación? ¿Qué pénsum usa el ministerio de niños y por qué? ¿Tú y tu equipo ministerial revisan su calendario, estudian los programas, eliminan lo innecesario, mejoran lo deficiente?

La correcta administración de la iglesia es crucial porque refleja la seriedad con la que vemos el servicio a Dios

Acerca de las visitas: ¿Qué haces con las nuevas visitas que llegan a la iglesia? ¿Quién les da seguimiento y cómo? ¿Cuál es el proceso de integración para nuevos miembros en tu iglesia? ¿Eres intencional en llevar a las personas de visitas a asistentes regulares y finalmente a miembros?

Necesitas un registro ordenado de todo: historial de asistencia, ofrendas, actividades, etc. Es importante tener gráficas que muestren el crecimiento en promedios, avances, o estancamientos. Necesitas medir todo, porque lo que no se mide fácilmente se pierde de vista.

3) Ten como meta la excelencia

La correcta administración de la iglesia es crucial porque refleja la seriedad con la que vemos el servicio a Dios. Si eres un pastor bivocacional, tu tiempo tendrá obvias limitaciones. Pero eso no impide que hagas todo con excelencia y orden. Tristemente, muchos tratan el ministerio como una actividad de “voluntariado”. Por ejemplo, algunos justifican que si las instalaciones están en condiciones deplorables, se debe a que “lo estamos intentando poco a poco”.

Afirmaciones como la anterior no son del todo ciertas. He estado en localidades pobres de México o en lugares recónditos de Centroamérica, donde la excelencia y el orden son palpables. Esto no se trata de tiempo, dinero, u oportunidad. Se trata de una actitud determinada a ser excelentes. La planeación es el mejor antídoto contra la mediocridad. Planea con excelencia tus clases, predicaciones, alabanza, visitas, horarios, y manejo de dinero. No improvises, busca la excelencia para la gloria de Dios.

4) Ten presente lo que proyecta una iglesia

Las personas que visitan nuestras iglesias hacen una detallada lectura de lo que ven. Las visitas notarán la falta de organización, impuntualidad, suciedad, desorden; quizá se fijarán si los músicos están confundidos, la letra de la música es incorrecta, o si la predicación es confusa y sin claridad. Con todo lo anterior, las probabilidades de que los invitados regresen disminuirán. La iglesia de Dios debe reflejar una buena imagen a todos los que nos visiten.

La iglesia necesita que seamos administradores excelentes y piadosos para la gloria de Dios y el avance de su evangelio

No digo que la iglesia debe “capturar” a las personas solo por el ambiente, decoración, e imagen. Pero tampoco debemos darnos a la tarea de “ahuyentarlos” por nuestra falta de organización. El Espíritu hace la obra de convencer a las personas de su pecado (Jn. 16:8), pero me temo que a veces usamos esa verdad para excusar nuestra falta de excelencia y dedicación.

La Iglesia no es una empresa

Dicho lo anterior, quiero enfatizar que no estoy sugiriendo que la iglesia es una empresa, un “local” donde nos reunimos, o que debemos tener todo limpio para que la iglesia sea exitosa. La iglesia es la congregación de creyentes, no los edificios.

Si conviertes a la iglesia en una empresa —y la gobiernas así— formarás una entidad moralista, cívica, o ética, quizá exitosa según los estándares del mundo, pero no espiritual: moral pero no santa, grande pero no honrosa. Si ves a la iglesia como una empresa que necesita mercadotecnia, habrás perdido de vista la verdadera identidad de la iglesia.

La iglesia no es una corporación mercantil, la iglesia es un organismo vivo comprado por la sangre de Cristo. Y los pastores debemos evaluar cómo apacentamos a las ovejas que Dios ha puesto bajo nuestro cuidado. Cuando nos congregamos, ¿cómo estamos llevando a cabo esas celebraciones? ¿Estamos administrando con excelencia y orden? ¿O hemos trivializado la administración al dar servicio de tercera clase a los ciudadanos del reino de Dios?

Si hemos fallado en esta tarea, acudamos a nuestro Señor lleno de gracia y verdad para hallar el consuelo y la fortaleza que necesitamos para trabajar en esto. Nuestro Salvador y su iglesia merecen que seamos administradores organizados, preparados, excelentes, y piadosos para la gloria de Dios y el avance de su evangelio.

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