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La Corte Interamericana de Derechos Humanos (IDH), con sede en Costa Rica, falló este martes 9 de enero a favor del “matrimonio igualitario”, afirmando que sus 20 países miembros deben “reconocer y garantizar todos los derechos que se derivan de un vínculo familiar entre personas del mismo sexo”.

La corte ordenó también permitir el cambio de identidad sexual en los registros civiles de los países vinculados a la corte, fallando a favor del movimiento transgénero.

El reconocimiento legal de “matrimonios” del mismo sexo ya es vigente en Argentina, Brasil, Colombia, Uruguay, y algunos estados de México. A ellos se deben añadir los otros países bajo la jurisdicción de la Corte IDH (Barbados, Bolivia, Chile, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Haití, Honduras, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana y Surinam), junto a los estados restantes de México.

La Corte IDH llegó a estas conclusiones en respuesta a una solicitud del gobierno de Luis Guillermo Solís en Costa Rica, quien consultó a la Corte sobre los derechos de las personas homosexuales y transgéneros.

Este fallo no obliga a los países a que cambien sus leyes inmediatamente, pero las parejas homosexuales poseen ahora una herramienta legal para exigir que se cumplan sus presuntos derechos de ser reconocidas como matrimonios.

Esta acción llega en un tiempo en el que varios países de la región y Latinoamérica han cambiado o debaten cambiar sus leyes para permitir el “matrimonio igualitario” (como Chile, Ecuador, y México), y sienta un nuevo precedente en la región.

¿Qué podemos hacer los creyentes?

De acuerdo a la Corte IDH, en este tema debería dejarse a un lado el trasfondo religioso (aunque irónicamente la idea del matrimonio tiene raíces religiosas). Sin embargo, los cristianos tenemos el derecho humano de ejercer nuestra libertad de expresión respetuosamente y cuestionar sobre cuál fundamento una Corte puede determinar qué cosas son o no derechos.

Además, es posible cuestionar si acciones como estas sientan precedentes para violaciones posteriores a la soberanía nacional de los países vinculados a la corte (países en donde hay una fuerte presencia de profesantes evangélicos y católicos, aunque sin influencia para traer cambios en sus naciones).

Sobre todo, eventos como estos nos recuerdan que es preciso estar preparados para defender nuestra fe con mansedumbre, a la vez que mostramos amor hacia nuestro prójimo, predicamos el evangelio confrontando el pecado, y oramos por nuestros países y gobernantes conforme a la Palabra, entendiendo que nosotros también somos pecadores que necesitamos el evangelio a diario (2 Pe. 3:15; Mat. 5:43-48; Rom. 1-3; 2 Tim. 2:2; 1 Tim. 1:15).

Al mismo tiempo, somos llamados a confiar en el Dios soberano que gobierna toda la historia. El Señor ha hecho florecer a su Iglesia en medio de circunstancias morales incluso más adversas que las presentes; seguro puede seguir edificandonos y sostenernos para seamos luz en nuestros países. El Dios que levantó a Jesús de entre los muertos no será frustrado en sus planes.


Imagen: Lightstock.
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