La iglesia primitiva no era ajena a las plagas, epidemias, e histeria colectiva. De hecho, según relatos cristianos y no cristianos, uno de los principales catalizadores del crecimiento exponencial de la iglesia en sus primeros años, fue como los cristianos respondieron a las enfermedades, al sufrimiento, y a la muerte. La postura de la iglesia causó una impresión tan fuerte en la sociedad romana que aún los emperadores romanos paganos se quejaron con sus sacerdotes acerca del declive en sus seguidores, pidiéndoles que mejoraran sus “estrategias del juego”.
Entonces, ¿qué hicieron diferente los cristianos que sacudió al Imperio Romano? ¿Y qué puede enseñarnos la iglesia primitiva a la luz del coronavirus?
Respuesta no cristiana a las epidemias
En los años 249 a 262 d. C., la civilización occidental fue devastada por una de las más mortales pandemias de su historia. Aunque la causa exacta de la plaga es incierta, se dijo que la ciudad de Roma perdía, en el clímax del brote, a unas 5.000 personas por día. Un testigo ocular, el obispo Dionisio de Alejandría, escribió que aunque la plaga no discriminaba entre cristianos y no cristianos, “su impacto total recayó en [los no cristianos]”. Habiendo notado la diferencia entre las respuestas de los cristianos y los no cristianos a la plaga, dice de los no cristianos en Alejandría:
“Al comienzo de la enfermedad, hicieron a un lado a los enfermos y huyeron de sus seres queridos, arrojándolos a las carreteras antes de que murieran, tratando a los cadáveres no enterrados como sucio con la esperanza de evitar la propagación y el contagio de la enfermedad mortal; y aunque hicieron lo que pudieron, les resultó difícil escapar”.
Los relatos no cristianos confirman este pensamiento. Un siglo después, el emperador Juliano intentó frenar el crecimiento del cristianismo después de la plaga, liderando una campaña para establecer organizaciones benéficas paganas que imitaran el trabajo que hacían los cristianos en su reino. En una carta del año 362 d.C., Juliano se quejó de que los helenistas necesitaban igualar a los cristianos en virtud, atribuyendo el reciente crecimiento del cristianismo a su “benevolencia hacia los extraños, su cuidado por las tumbas de los muertos, y a la supuesta santidad de sus vidas”. En otra parte escribió: “Porque es una desgracia que… los impíos galileos [cristianos] apoyan no solo a sus propios pobres sino también a los nuestros”.
Aunque Juliano cuestionó los motivos de los cristianos, la vergüenza que sentía debido a las obras de caridad helénicas confirma que los esfuerzos paganos no alcanzaron los estándares cristianos de servir a los enfermos y pobres, especialmente durante las epidemias. De acuerdo con Rodney Stark en The Rise of Christianity (El ascenso del cristianismo), esto se debe a que, “en todo lo que [Juliano] instó a los sacerdotes paganos a igualar las prácticas cristianas, hubo poca o ninguna respuesta porque no habían bases doctrinales o prácticas tradicionales sobre las cuales construir”.
Respuesta cristiana a las epidemias
Si la respuesta no cristiana a la plaga se caracterizó por la autoprotección, la autopreservación, y el evitar a los enfermos a toda costa, la respuesta cristiana fue todo lo opuesto. Según Dionisio, la plaga sirvió a los cristianos como “escolarización y prueba”. En una descripción detallada de cómo los cristianos respondieron a la plaga en Alejandría, escribe cómo “los mejores” entre ellos sirvieron honorablemente a los enfermos hasta que ellos mismos contrajeron la enfermedad y murieron:
“La mayoría de nuestros hermanos cristianos mostraron amor y lealtad ilimitada, nunca escatimandose a sí mismos, y solo pensando el uno en el otro. Sin prestar atención al peligro, se hicieron cargo de los enfermos, atendiendo a todas sus necesidades y ministrándolos en Cristo, y con ellos partieron de esta vida serenamente felices; porque fueron infectados con la enfermedad por otros, llevando sobre sí la enfermedad de sus vecinos, y aceptando alegremente sus dolores”.
De manera similar, en la biografía de Poncio de Cipriano, el obispo de Cartago, escribe sobre cómo el obispo le recordó a los creyentes que sirvieran no solo a los cristianos sino también a los no cristianos durante la plaga:
“No hay nada admirable en mostrar aprecio simplemente a nuestra propia gente con las debidas atenciones de amor, pero quien puede llegar a ser perfecto debe hacer algo más que los hombres paganos o publicanos, alguien que, venciendo el mal con el bien y practicando una bondad misericordiosa como la de Dios, también debe amar a sus enemigos… Así se haría el bien a todos los hombres, no solo a la familia de la fe”.
El impacto de este servicio fue doble: (1) el sacrificio cristiano por sus hermanos creyentes sorprendió al mundo incrédulo al presenciar el amor comunitario como nunca lo habían visto (Jn. 13:35), y (2) el sacrificio de los cristianos por los no cristianos resultó en un crecimiento exponencial de la iglesia primitiva a medida que los sobrevivientes no cristianos, que se beneficiaron del cuidado de sus vecinos cristianos, se convirtieron a la fe en masa.
La respuesta cristiana al coronavirus
A medida que continuamos luchando con la forma de responder al coronavirus, observemos cómo los no cristianos en el Imperio Romano enfatizaron la autoconservación, mientras que la iglesia primitiva enfatizó el servicio sacrificado y valiente. Mientras que los no cristianos huyeron de las epidemias y abandonaron a sus seres queridos enfermos porque temían lo desconocido, los cristianos marcharon a las epidemias y sirvieron tanto a los cristianos como a los no cristianos, viendo su propio sufrimiento como una oportunidad para difundir el evangelio y modelar el amor cristiano.
Si la respuesta no cristiana a la plaga se caracterizó por la autoprotección, la autopreservación, y el evitar a los enfermos a toda costa, la respuesta cristiana fue todo lo opuesto
¿Cómo podríamos poner en práctica esta postura frente al COVID-19, distinguiéndonos del mundo en la forma en que respondemos a la creciente epidemia? Quizás podemos comenzar resistiendo el miedo que está llevando al pánico en varios sectores de la sociedad; en su lugar podemos modelar la paz y la calma en medio de la creciente ansiedad que nos rodea. Quizás podemos elegir apoyar los restaurantes y negocios locales asiáticos que otros están evitando debido a los estereotipos basados en el miedo.
También podríamos tratar de servir sacrificialmente a nuestros vecinos al respetar prudentemente los consejos de profesionales médicos para ayudar a frenar la propagación de la enfermedad. Debemos priorizar la salud de la comunidad en general en lugar de solo la nuestra, especialmente la de los ciudadanos más vulnerables, ejerciendo mucha precaución sin perpetuar el miedo, la histeria, o la desinformación. Esto podría significar algún costo para nosotros (cancelar viajes o eventos planificados, o incluso ponernos en cuarentena), pero debemos aceptar estos costos con gozo.
“Otras personas no pensarían que este es un momento para un festival”, dijo Dionisio sobre la epidemia de su época. “[Pero] lejos de ser un momento de angustia, es un momento de alegría inimaginable”. Para ser claros, Dionisio no estaba celebrando la muerte y el sufrimiento que acompañan a las epidemias. Más bien, se regocijaba por la oportunidad que presentaban tales circunstancias para probar nuestra fe: salir de nuestro camino para amar y servir a nuestros vecinos, difundiendo la esperanza del evangelio, tanto en palabras como en hechos, en tiempos de gran temor.