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Las historias recientes de pastores famosos y líderes de adoración apostatando me han hecho pensar en la idea del liderazgo cristiano. Si los líderes caen en desgracia a regañadientes debido a un fracaso moral o renuncian públicamente a su fe en Instagram para ser más “auténticos”, una cosa está clara: la humildad no es un factor contribuyente.

Aunque no me considero un líder humilde —puedo ser descarado y cabezota (tanto en sentido literal como figurado)—, por la gracia de Dios he sido bendecido al servir con muchos líderes humildes. He visto muchos más desde la distancia. 

En lo que he observado, he podido notar 10 rasgos comunes de los líderes que demuestran humildad, en contraste con aquellos que demuestran orgullo. Al proteger nuestros corazones de los engaños penetrantes del orgullo y, especialmente los líderes, de las tentaciones tóxicas del poder, es bueno reflexionar sobre cuáles de estos rasgos marcan nuestras propias vidas.

Líderes humildes vs. líderes arrogantes

  1. Los líderes humildes tienden a compartir sus recursos, tengan poco o mucho. Los líderes arrogantes tienden a atesorar sus recursos, y están dispuestos a compartir solo si obtienen algo a cambio.
  2. Los líderes humildes tienden a construir puentes, y se niegan a demonizar o descuidar a los demás. Los líderes arrogantes tienden a trabajar solos, y se niegan a asociarse con otros, especialmente aquellos que tienen puntos de vista diferentes.
  3. Los líderes humildes tienden a ignorar los chismes, pues son lo suficientemente sabios como para saber que siempre hay otro lado de la historia. Los líderes arrogantes tienden a difundir y oír chismes, siempre queriendo escuchar lo peor de los demás para sentirse mejor.
  4. Los líderes humildes tienden a ser hacedores de reyes, sin exigir ser ellos los reyes. Los líderes arrogantes tienden a buscar atención, y prefieren quemar puentes o llegar con armas de fuego si no se salen con la suya.
  5. Los líderes humildes tienden a celebrar los logros de los demás y no los suyos. Los líderes arrogantes tienden a ignorar los logros de otras personas si no beneficia su agenda.
  6. Los líderes humildes tienden a dar el beneficio de la duda, pues saben que nadie está siempre en su mejor momento. Los líderes arrogantes tienden a asumir lo peor, y son incapaces de ver las vigas en sus propios ojos.
  7. Los líderes humildes tienden a apreciar los matices, ya que saben que se han equivocado muchas veces antes. Los líderes arrogantes tienden a ver todo extremadamente blanco y negro, y están poco dispuestos a considerar puntos de vista contrarios.
  8. Los líderes humildes tienden a ser empáticos, y a menudo priorizan a las personas sobre las ideas. Los líderes arrogantes tienden a ser rígidos, incapaces de recibir críticas constructivas.
  9. Los líderes humildes tienden a aceptar la rendición de cuentas, porque saben cuánto la necesitan. Los líderes arrogantes tienden a rechazar la rendición de cuentas, y la consideran una molestia o una pérdida de tiempo.
  10. Los líderes humildes tienden a reconocer sus errores, ya que saben que están lejos de ser perfectos. Los líderes arrogantes tienden a culpar a los demás por sus defectos o fracasos, y no están dispuestos a reconocer sus propias tendencias pecaminosas.

Cristo, el líder perfecto

Jesús no es solo un modelo a seguir y admirar; Él es la imagen a la que nos estamos conformando.

Quizá esta lista te abruma. ¿Cómo llegaré a ser un líder humilde?, te preguntas. Pero la belleza del evangelio es que, en Jesús, ya tenemos el modelo perfecto de liderazgo humilde. Y no es solo un modelo a seguir y admirar; Él es la imagen a la que nos estamos conformando por el poder del Espíritu Santo en nosotros.

Jesús muestra que el liderazgo humilde comienza en la cruz: “Quien quiera ser grande entre ustedes debe ser su servidor, y quien sea el primero entre ustedes debe ser su siervo. Así como el Hijo del Hombre no vino para ser servido sino para servir, y dar su vida en rescate por muchos” (Mt. 20:26-28). El líder-siervo que se inclina para lavar los pies de los infieles (Jn. 13:1-17) pone de cabeza la idea que el mundo tiene del liderazgo. Él nos muestra el camino hacia arriba (Lc. 22:26), y que el postrero será el primero (Mt. 20:16). En su reino, la ambición egoísta conduce a la muerte, mientras que servir a los demás hasta el punto de la muerte conduce a la vida (Fil. 2:2-9).

Incluso para los cristianos, que tienen el modelo perfecto de humildad en Jesús, ese tipo de liderazgo sigue siendo una lucha. Esto es un testimonio a la incansable atracción del orgullo en nuestros corazones. Por supuesto, el mundo del posicionamiento en las redes sociales, la construcción de plataformas, y la obsesión con las celebridades no ayuda. Pero pocas cosas confunden más al mundo y endurecen los corazones hacia el evangelio que seguidores de Jesús que secuestran Su nombre para promocionarse ellos mismos. ¿Por qué nosotros, que llevamos el nombre del hombre más humilde de la historia, seríamos tan pomposos? Eso es confuso y da tristeza.

La necesidad de un liderazgo humilde, el de cristianos que realmente se parecen a Cristo en la forma en que viven y lideran, es urgente. Que podamos controlarnos con sobriedad y volver a comprometernos humildemente por Su causa, para nuestro testimonio y Su gloria.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Equipo Coalición.
Imagen: Lightstock.
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