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Una de las cosas más maravillosas y esperanzadoras que puedes saber sobre ti y tu vida se ve en una oración sencilla y sin pretensiones:

“Según el Señor ha asignado a cada uno, según Dios llamó a cada cual, así ande”, 1 Corintios 7:17.

El versículo podría golpearnos como un poco constrictivo, quizá incluso opresivo, especialmente si nuestras circunstancias son difíciles o dolorosas. Pero eso no va con el corazón de la intención de Dios para nosotros.

Tu vida es un regalo y una tarea de Dios. Esto debería llenar nuestra vida —lo bueno y malo, lo dulce y amargo, la salud y la aflicción, la prosperidad y pobreza, la comodidad y sufrimiento— con una dignidad, un propósito, y una gloria insondable. No eres un accidente. Tampoco eres potencial arruinado, no recibiste una mala mano genética, sufriste el abuso de otros, o tomaste decisiones necias y pecaminosas, lo que te colocó más allá de la esperanza de una vocación útil en el reino de Jesús.

No, tú existes porque Dios quería que existieras. Y tú eres quien eres, lo que eres, cómo eres, y estás en el lugar en dónde estás, porque Dios te hizo (Jn. 1:3), te tejió en el vientre de tu madre (Sal. 139:13), te llamó a ser ​​suyo (Jn. 10:27; Ro. 8:30), y te asignó un lugar para vivir (Hch. 17:26).

Lo mejor que puedes hacer con tu vida es vivir con fuerza la tarea aventurera que Dios te ha encomendado.

Dios te ha llamado

Jesús no quiere que gastemos la vida que hoy nos ha dado estando absortos en la irrealidad de un mañana imaginado.

Piensa en esto por un momento: “Deja que cada persona lleve la vida… a la que Dios le ha llamado”. ¡Dios ha hecho de tu vida entera tu vocación!

Tendemos a pensar que nuestro llamado es nuestra vocación, siendo nuestra vocación un trabajo importante que Dios nos da con un título de preferencia importante. Tal vez es una vocación de carrera, o tal vez es una vocación no profesional en una iglesia o ministerio. Pero eso es pensar demasiado estrecho. Por supuesto, las vocaciones deben ser vehículos para nuestro llamado, formas en que cumplimos con nuestra tarea dada por el Señor. Pero nuestro llamado abarca más que nuestras vocaciones.

Nuestro llamado principal es amar a Dios con todo lo que somos y amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos (Lc. 10:27). Y este llamado incluye a todas las personas con las que interactuamos (o aquellas que nos vienen a la mente) en todo lo que hacemos desde la mañana hasta la noche. Por eso Juan Calvino dijo: “Dios nos ordena a cada uno de nosotros a considerar nuestro llamado en cada acción de la vida” (Institutos, p. 821).

Esto significa que nuestro llamado no está detrás de esa puerta que estamos esperando que Dios abra algún día (aunque eso puede ser parte del llamado de mañana). Nuestro llamado es amar a Dios hoy, amar a los vecinos que Dios coloca en nuestro camino hoy, y hacer bien lo que Dios nos da para hacer hoy.

Esa es una de las razones por las que Jesús nos dice: “No te preocupes por el mañana” (Mt. 6:34). Estar excesivamente preocupado por el llamado de mañana, por más tentador que eso pueda ser, es a menudo una forma en la que se nos engaña para que nos desvinculemos del llamado de hoy. Jesús no quiere que gastemos el don inestimable de la vida que hoy nos ha dado estando absortos en la irrealidad de un mañana imaginado.

Ahora bien, es cierto que nuestros llamamientos cambian con el tiempo. Nos movemos a través de diferentes fases de la vida, nos cambiamos a diferentes lugares en diferentes momentos, y experimentamos varios cambios circunstanciales y de salud. Todo esto altera nuestra vocación. Y a medida que el Espíritu nos ilumine, debemos buscar anticiparnos y planear cambios como corresponde a buenos administradores.

Pero Dios quiere que nos centremos principalmente en la vida a la que nos ha llamado, que es la vida que tenemos hoy.

Sé fiel a tu tarea

Lo mejor que puedes hacer con tu vida es vivir por completo la tarea aventurera que Dios te ha dado.

El Espíritu nos dice a través de Pablo: “Según el Señor ha asignado a cada uno, según Dios llamó a cada cual, así ande”.

Tal vez estás pensando: “Tú no sabes mis circunstancias”. No quiero ser insensible, pero no importa cuáles sean tus circunstancias.

Las circunstancias de los cristianos en corinto a quienes Pablo estaba escribiendo eran de todo: casados, comprometidos y solteros, viudas y siervos, circuncidados y no circuncidados. Eso es solo una muestra.

Piensa en los siervos. Eran la propiedad física de un amo humano. Y sin embargo, Pablo les dice en 1 Corintios 7:21: “No te preocupes. Aunque si puedes obtener tu libertad, prefiérelo”. Lo que Pablo quiso decir fue que las circunstancias, incluso las muy difíciles, no descalifican a nadie de la asignación dada por Dios. Si podemos librarnos honorablemente de esas circunstancias, debemos hacerlo. Pero si no, consideremos la asignación de Dios, al menos por hoy, y seamos fieles,

“no para ser vistos, como los que quieren agradar a los hombres, sino como siervos de Cristo, haciendo de corazón la voluntad de Dios. Sirvan de buena voluntad, como al Señor y no a los hombres, sabiendo que cualquier cosa buena que cada uno haga, esto recibirá del Señor, sea siervo o sea libre”, Efesios 6:6-8.

Asignado a padecer aflicción

Piensa en las diversas circunstancias de Pablo: encarcelado, violentamente perseguido, enfermo, expuesto al frío, hambriento, náufrago, traicionado, sin hogar, mal vestido, burlado, difamado, espiritualmente enemistado, afligido, a veces desesperado de la vida, y finalmente asesinado (2 Co. 11:23-28). ¡Y fue glorioso! ¡Todo ello! Debido a que la vida de Pablo estaba escondida con Cristo en Dios (Col. 3:3), y puesto que la Vida (Jn. 14:6) le había dado la vida eterna, la muerte no podía más que darle un nivel de vida completamente nuevo (Fil. 1:21).

Como dijo Juan Calvino: “Todos deberíamos considerar nuestra situación particular como una tarea que Dios nos ha asignado; de otro modo, en el curso de nuestras vidas pasaremos de un lado a otro sin rumbo” (Institutos, p. 821). Ve tu vida hoy como una tarea de Dios. Y mantente fiel en tu tarea hasta que el Señor te mueva.

Tu mejor aventura

Considera tu vida hoy como una tarea dada por Dios. Y mantente fiel en tu puesto hasta que el Señor te mueva.

Aquí está la verdad fundamental en 1 Corintios 7:17: Dios, el Creador y sustentador de todo lo que existe, es el que nos ha elegido y nos otorgó el honor extremadamente raro de vivir aquí y ahora. Él nos ha asignado una vida. Y no hay sentido de la vida más maravilloso, emocionante, esperanzador, satisfactorio, y productivo que darse cuenta de que somos lo que somos, como somos, y donde estamos, por la voluntad asignada por el Señor.

Te han dado el regalo insondable de la vida. Te han dado el regalo infinitamente más valioso de la vida eterna. Y se te ha otorgado el privilegio asombroso y extremadamente raro de recibir una asignación de Dios. No hay un llamado más elevado que llevar la vida que el Señor te ha asignado. Acepta tu tarea, esta gran aventura elegida para ti, y llévala al límite.


Publicado originalmente en Desiring God. Traducido por Equipo Coalición.
Imagen: Lightstock.
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