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“Además, yo procuraré con diligencia, que en todo tiempo, después de mi partida, ustedes puedan recordar estas cosas”, 2 Pedro‬ ‭1:15.‬

A veces estamos obsesionados en dejar un buen legado a las siguientes generaciones. Queremos que nuestra vida cuente, que haga un impacto en el reino y que Dios la use para inspirar a otros.

Sin embargo alguien a dicho que, “Si tienes la ambición de dejar un legado, dejarás, sin querer, un legado de ambición” (R. Mullins).

Y es que muchas veces detrás de este anhelo al parecer puro y loable, puede también haber un sentido de justicia propia que busca ser reconocido por nuestros esfuerzos, por nuestra vida de fe, por nuestros sacrificios hacia los demás y al ministerio.

Las Buenas Noticias para ti y para mí son que solo hay un sacrificio que cuenta para toda la eternidad y este no es ninguno que tú o yo podamos hacer. Es el sacrificio de Cristo y por nosotros que nos hace libres para vivir vidas sin cargas innecesarias sobre nuestros hombros y experimentando el gozo de darnos a los demás en Su obra.

Pedro les dice a los hermanos que lo que quiere es que simplemente recuerden. Que tanto ellos como nosotros recordemos lo que ya hemos aprendido y procesado como una verdad funcional en nuestra vida, lo que ya somos y tenemos “en Cristo” y gracias a Su obra por nosotros en la cruz del calvario.

Es una verdad a la que necesitamos regresar diariamente y recordar a nuestra alma continuamente. Es una verdad activa y transformadora que cumplirá el propósito de Dios, a través de Su Espíritu en nosotros, y que permanecerá aún cuando ya no estemos.

Por eso unos versículos antes vemos al apóstol diciendo, “siempre estaré listo para recordarles estas cosas, aunque ustedes ya las saben y han sido confirmados en la verdad que está presente en ustedes” (v. 12‬).

Piensa en esto y encuentra tu descanso en Él.

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