Hablar de “las disciplinas espirituales del pastor” es invitar tres preguntas: (1) ¿se debe usar la palabra “disciplinas” en este contexto?; (2) al hablar de “disciplinas espirituales”, ¿no corremos el riesgo de dividir la vida en “lo espiritual” y “lo no tan espiritual”?; y (3) ¿son “las disciplinas espirituales del pastor” diferentes de las de cualquier otro creyente? Intentaré justificar el título de este artículo de tres maneras.
Primeramente, el apóstol Pablo se compara con un atleta y da a entender que él necesita la misma disciplina que un atleta, o incluso más (1 Co. 9:24-27). Me parece necesario que recuperemos el concepto bíblico de la disciplina en la vida cristiana, especialmente en este tiempo que celebra la indisciplina.
Segundo, el hecho de hablar de “disciplinas espirituales” no quiere decir que los demás aspectos de la vida del pastor no sean espirituales, o que sean menos importantes. Se trata, simplemente, de una manera de hablar de los medios provistos por el Señor para la santificación de todos los creyentes y, entre ellos, de los pastores.
Tercero, no es que la santificación de los pastores sea diferente de la de cualquier otro creyente (como veremos más adelante). Sin embargo, debido a la posición de los pastores en el pueblo de Dios, es, si cabe, aún más importante que los pastores trabajen su relación con el Señor y cuiden su salud espiritual.
¿Entonces, cuáles son esas “disciplinas espirituales del pastor”?
1. La Biblia
Aunque todos los llamados “medios de gracia” son regalos del Señor para nuestra salvación y para nuestro crecimiento espiritual, me atrevería a decir que la Biblia, la Palabra de Dios escrita, es el “medio de gracia” número uno. Esto por la sencilla razón de que es por excelencia el medio por el cual el Señor nos habla, y ¿qué puede ser más importante que eso?
Y si es así en cuanto a las personas en general, ¡cuánto más en el caso de los pastores puestos en el rebaño por el Espíritu Santo (Hch. 20:28)! El apóstol Pablo le dijo al pastor Timoteo: “Ten cuidado de ti mismo y de la enseñanza” (1 Ti. 4:16). Esta frase resume el por qué todos los pastores necesitan leer, estudiar, y meditar la Biblia. Sin esa disciplina el pastor espiritual no podrá estar bien con Dios, y por ende no puede enseñar a otros.
Permíteme compartir tres reflexiones al respecto, igual de aplicables para mi vida:
Leer la Biblia como “profesionales”
Cuidado con leer la Biblia en busca de sermones. Otra cosa es que el Señor nos dé un mensaje cuando leemos su Palabra, pero debemos leerla como personas y como creyentes, no como “profesionales”. Nuestro deseo debe ser escuchar al Señor, profundizar nuestra relación con Él, alimentar nuestra alma, y crecer espiritualmente.
Leer toda la Biblia, una y otra vez
Leer toda la Biblia en un año es bueno, pero no es la única ni la mejor manera para todo el mundo. El peligro es leer mucho pero estudiar y meditar poco. Aunque yo uso diferentes planes, el que más uso consiste en leer cada año la mitad del Antiguo Testamento y todo el Nuevo Testamento. Y en cuanto al Antiguo Testamento, leo la mitad de los diferentes tipos de libros (del Pentateuco, de los libros históricos, de los libros poéticos, y de los libros proféticos) cada año. Son dos capítulos cada día, que ni es poco ni es demasiado. Pero es importante leer toda la Biblia, una y otra vez.
Leer, estudiar, y meditar
Estudiar la Biblia es más que solo leerla, y meditar en ella es más que solo estudiarla. Y necesitamos hacer las tres cosas. Aquí una recomendación: ir de más a menos. Déjame explicarlo. Por ejemplo, lee un capítulo o dos, estudia un párrafo o dos, y medita en un versículo o dos. Y para estudiar y meditar, aprovecha las herramientas que hay: Biblias de estudio, comentarios bíblicos, mapas, etcétera. Y hablando de comentarios bíblicos, aunque no los veamos como libros para leer de principio a fin, intento hacer eso: leer cada año dos o tres buenos comentarios bíblicos de principio a fin.
2. La oración
El segundo “medio de gracia” más importante es, sin duda, la oración. El Señor nos habla a través de su Palabra, y nosotros, principalmente, le hablamos a Él a través de la oración.
Sobre este tema también ofrezco tres reflexiones.
Cultivar los cuatro tiempos de oración
¿Cuáles son esos cuatro tiempos de oración?
- Los tiempos a solas con el Señor.
- Orar sin cesar.
- Los tiempos extraordinarios de oración.
- Los tiempos colectivos de oración.
En cuanto al primero, cada creyente —y cada pastor— necesita esas citas diarias a solas con el Señor. ¡No todos los hábitos son malos! La disciplina de la oración no es “legalismo”. ¡No creamos esa mentira del diablo! Es uno de los pilares de nuestra relación con el Señor. Luego, orar sin cesar es vivir conscientes del Señor a lo largo de cada día, aun cuando no podamos cerrar los ojos y hablar con Él directamente. Las oraciones extraordinarias son esas “flechas” espirituales que tiramos hacia el cielo cada vez que surge una situación urgente. Y además de todas esas oraciones individuales, ¡qué importante es que los pastores oremos con otras personas! Empezando en casa con la familia, pasando por las personas con quienes entramos en contacto, y en las reuniones normales de la iglesia local
Trabajar los cinco tipos de oración
¿Cuáles son?
- Las oraciones de alabanza.
- Las oraciones de confesión de pecado.
- Las oraciones de acción de gracias.
- Las oraciones de intercesión.
- Las oraciones de petición.
Muchos de nosotros tendemos a “especializarnos” en algunos de estos tipos de oración, y a descuidar otros. He observado que el orden más frecuente es: (1) petición; (2) intercesión; (3) acción de gracias; (4) alabanza; y (5) confesión de pecado. Tal vez tu caso sea diferente. Pero me atrevería a sugerir que la mayoría de nosotros necesitamos reconocer y corregir cierto desequilibrio en nuestra manera de orar. Por ejemplo, la alabanza no es igual que la acción de gracias, y es muy fácil pasar, casi de forma inconsciente, de aquella a esta. ¿No se deberá esto, a veces, por egocentrismo de nuestra parte? Y, ¿por qué no se oyen más oraciones de confesión de pecado, incluso colectivas, como en Esdras 9, Nehemías 1, y Daniel 9? Y si usas una lista para tus oraciones de intercesión, ¡no dejes que tu lista domine demasiado tus oraciones!
Mantener abierta la línea de comunicación
Esta tercera reflexión tiene algo que ver con la idea de “orar sin cesar”, pero con una diferencia importante: se trata de oraciones como tales, palabras dirigidas al Señor, a lo largo de cada día. Se dice que aunque Spurgeon no oraba por más de quince minutos seguidos, rara vez pasaban quince minutos sin que volviera a orar.
A mí me ayuda mucho decirle al Señor a lo largo de cada día: “¡Ayúdame, Señor!”, o “¡Gracias, Señor!”. Leí en algún libro sobre la oración que esas dos oraciones sencillas resumen la esencia de la oración… sin olvidarnos de esos otros tipos de oración. Sea que estemos en casa, en la calle, en la carretera, o donde sea, soltar esas pequeñas exclamaciones de oración nos ayudará a mantener abierta la línea de comunicación con el Señor.
3. Otras disciplinas
Aunque la Biblia y la oración sean los dos “medios de gracia” más importantes, tanto para las personas en general como para los pastores en particular, no son los únicos.
Yo añadiría a la lista estos elementos:
- Participar de las ordenanzas, del bautismo y la Cena del Señor, como creyente necesitado y no solo como el que preside.
- La lectura de buenos libros cristianos (de todo tipo).
- Reunirse de forma regular con otros pastores y líderes.
- Escuchar buenas predicaciones (por lo menos de vez en cuando).
- Saber aprovechar las nuevas tecnologías para la edificación personal.
Conclusión
Antes de ser pastores, somos personas y creyentes. Los pastores tenemos las mismas necesidades espirituales que los demás creyentes, y estamos en la misma etapa de la salvación que ellos, la etapa de “la salvación presente”: de la santificación. Y los mismos “medios de gracia” que nos regaló el Señor para llevarnos a la salvación son los que sirven también para nuestra santificación.
Todo eso con el factor añadido de que, por el hecho de ser pastores, hay otra serie de personas que necesitan que estemos espiritualmente bien, y que si no lo estamos, van a verse afectadas ya que nuestros ministerios son, o deben ser, “medios de gracia” para nuestras ovejas también.
“Y para estas cosas ¿quién está capacitado?… Esta confianza tenemos hacia Dios por medio de Cristo: no que seamos suficientes en nosotros mismos para pensar que cosa alguna procede de nosotros, sino que nuestra suficiencia es de Dios”, 2 Co. 2:16b; 3:4-5.