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Existen temas que uno se siente inadecuado para escribir. Para mí, la depresión es uno de estos. Hasta hace unos años atrás yo pensaba que la depresión era un invento de la psicología moderna. Las personas tenían que dejar de ser tan sensibles y confiar en Dios. Pero durante el año 2011 experimenté personalmente periodos de profunda tristeza en mi vida. Dios lo permitió para que yo pudiera ver lo que experimentan otros hermanos en la fe, y con ello poder consolar como yo fui consolado (2 Cor. 2:4).

En la Biblia podemos observar que las personas experimentaron momentos profundos y extensos de tristeza. En los salmos, por ejemplo, vemos al salmista derramar su alma:

Esperé pacientemente al Señor, y Él se inclinó a mí y oyó mi clamor. Me sacó del hoyo de la destrucción, del lodo cenagoso; Asentó mis pies sobre una roca y afirmó mis pasos. Puso en mi boca un cántico nuevo, un canto de alabanza a nuestro Dios. Muchos verán esto, y temerán y confiarán en el Señor”, Salmos 40:1-3.

“¿Por qué te abates, alma mía, y por qué te turbas dentro de mí? Espera en Dios, pues he de alabarle otra vez. ¡Él es la salvación de mi ser, y mi Dios!”, Salmos 42:11.

También podemos ver al profeta Jeremías con una gran lucha en su alma (Lam. 3:14-20). La realidad es que la Biblia presenta la verdad de que en un mundo caído lucharemos con nuestras emociones. Y en ciertos momentos esa lucha puede ser profunda y extensa.  

La realidad biológica

Antes de continuar, es importante señalar que la depresión podría ser causada por aspectos biológicos. Un golpe severo en la cabeza, cambios hormonales, tumores, alergias dietéticas, el sobrepeso, entre muchas otras cosas pueden afectar el funcionamiento del cerebro. Es esencial que una persona que esté padeciendo depresión elimine la posibilidad de que algo físico sea la causa, para poder trabajar la situación. Conocí a una persona que estaba luchando con la depresión más de lo acostumbrado. Le recomendé que visitara al doctor, y después de ir con una endocrinóloga, supo que algunos de sus niveles hormonales no estaban bien. Con ejercicio y dieta, la persona salió del ciclo depresivo (y perdió cinco libras).

Habiendo dicho esto, ¿qué sucede con personas que experimentan largas temporadas de depresión? La comunidad médica suele atribuir esto a desbalances químicos en el cerebro. Aunque no negamos la gracia común que existe en la ciencia, los creyentes deseamos procesar nuestras vidas de forma bíblica. El problema con limitarnos a un diagnóstico como este es que muchas veces impide que el creyente vea los aspectos espirituales relacionados a su tristeza. Simplemente amarran su situación a un problema biológico que solo puede ser resuelto con medicamentos.

Los medicamentos pueden ser un medio de ayuda para llevar a una persona a un lugar donde pueda comenzar a pensar racionalmente. Con todo, debemos ser conscientes de que vivimos en una cultura sobre-medicada, particularmente en Estados Unidos, que desea suprimir el dolor y no sentir nada. El creyente debe caminar con mucho cuidado la ruta de la medicación durante un tiempo de depresión. No deseamos hacer que nadie se sienta rechazado en nuestras comunidades de creyentes porque están en un tratamiento con antidepresivos, pero sí deseamos que ellos no dependan de por vida de estos medicamentos.

La gracia en el sufrimiento

La depresión es un tipo de sufrimiento. Hay momentos en que alguien puede experimentar algunos días de tristeza que son difíciles de explicar. Pero también hay personas que pasan épocas largas con debilidad y poco ánimo para vivir. Para ambas situaciones hay gracia de parte del Señor. El creyente debe creer que Dios nos puede dar la gracia necesaria para ver sus promesas y poder confiar más profundamente en Él durante esta etapa difícil de la vida.

Como comenté anteriormente, hace unos años viví un periodo de depresión profunda. Durante ese tiempo no tome ningún tipo de antidepresivo, pero me ayudó el tener una dieta saludable y abundante. Me di cuenta de que si no consumía las calorías que necesitaba diariamente, era mucho más propenso a una tristeza más profunda. El ejercicio fue un medio de gracia para mantenerme a flote. Sin embargo, lo más importante de todo fue la Palabra de Dios.

Me di cuenta de que mi depresión estaba atada a mi sentido de vivir centrado en mí. Había situaciones en mi vida que no eran de mi agrado, y pensaba que no merecía estas cosas. Para salir de la depresión comencé con el arrepentimiento. Miré áreas de mi vida donde no estaba confiando en Dios y confesé mis pecados. Busqué el perdón de Dios y su presencia en mi vida. Con esto llegó el poder predicarme las verdades de la Palabra que no estaba creyendo. Me recordaba constantemente que Dios es bueno, que Él no me abandona, que Él está conmigo. En algunos días sentía que Dios estaba lejano, pero aún así continuaba recordando para mí mismo las verdades del evangelio.

Mi esposa fue un medio de gracia muy importante. Para ella esta época fue una sorpresa, pues se casó con un hombre energético, independiente, y alegre. Con todo, ella me sostuvo durante los días oscuros y me apuntó constantemente a las verdades del evangelio. En ese tiempo, el salvavidas que me mantenía a flote era recordar que soy un pecador perdonado.

La dieta me ayudó, correr me ayudó, mi esposa me ayudó, pero el que me salvó fue Dios mismo.

El Salmo 73 se convirtió en mi bálsamo. No puedo recordar cuánto lo leí, quizá fueron cientos de veces. Me podía identificar con el salmista que envidiaba la prosperidad de los impíos. El verso 17 se convirtió en mi grito de guerra: “Hasta que entré en el santuario de Dios; entonces comprendí el fin de ellos”.

Me di cuenta que lo que necesitaba era la presencia de Dios. No necesitaba que mis circunstancias cambiaran, sino al Dios inmutable. La dieta me ayudó, correr me ayudó, mi esposa me ayudó, pero el que me salvó fue Dios mismo. Sin la presencia de Dios hubiera seguido en un espiral de la cual quizá nunca hubiera podido salir. Mirando hacia atrás, ese tiempo se ha vuelto un periodo preciado en mi vida. Dios se volvió más precioso para mí, su evangelio tomo mayor valor y su presencia se convirtió en mi refugio. Con el salmista pude decir,

“¿A quién tengo yo en los cielos, sino a ti? Y fuera de ti, nada deseo en la tierra”, Salmo 75:25.

Y también,

“Más para mí, estar cerca de Dios es mi bien; en Dios el Señor he puesto mi refugio, para contar todas tus obras”, Salmo 75:25.

Si te encuentras en una espiral de depresión, te animo a que busques ayuda. Elimina la posibilidad de que el problema sea algo físico. En medio de todo, lo más importante es que la presencia de Dios sea tu bálsamo. En nuestra debilidad necesitamos ser animados recordando que Dios está cerca. Como él salmo 46 nos dice, “Él es un pronto auxilio en la tribulación”. Lo importante es que por el evangelio, por la muerte de Cristo, podemos acercarnos a Dios. Podemos entrar al santuario para que Dios se convierta en aquello de mayor valor. Cuando esto sucede, todo lo terrenal pierde valor y podemos regocijarnos en el Dios de nuestra salvación.

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