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Nota del editor: 

Te invitamos a leer también el artículo El sermón de tu iglesia no es una película de Netflix, dirigido a los creyentes que escuchan en casa la predicación de sus iglesias.

De seguro todos los pastores están extrañando el volver a predicar desde el púlpito a una congregación que está físicamente presente. Para mí siempre ha sido muy importante no solo exponer con claridad el mensaje, sino también poder interactuar con todo el auditorio: con aquellos que se muestran atentos y nos animan, con los que tienen caras de pocos amigos o se muestran dubitativos y nos desafían; también con los distraídos y hasta con los que dormitan despreocupadamente y nos motivan a llamar su atención. Ver cómo reaccionan los oyentes a una verdad, una exhortación, y una ilustración establece el ritmo y la sensibilidad que nos vincula saludablemente con la congregación al momento de predicar. 

Lamentablemente, ese vínculo se ve interrumpido por la pandemia. Todavía son muchos los lugares en donde los servicios presenciales siguen prohibidos y la predicación se realiza a través de videos transmitidos en vivo o pregrabados en las redes sociales. Los que han vuelto a tener servicios presenciales tampoco están en una situación óptima. Aún las iglesias están restringidas en la asistencia y la distancia social hace que el pastor predique a pequeñas islas desperdigadas por un salón medio vacío.

Predicarle a una cámara mirándose a uno mismo no es el mejor incentivo para un predicador acostumbrado al calor de una congregación activa. Sin embargo, al Señor no se le han escapado estas circunstancias ni están fuera de su cuidado providencial. Por lo tanto, reflexionemos por un momento sobre cómo sacarle el mejor provecho a este tiempo, de tal modo que redunde en un ejercicio saludable del ministerio, la edificación del cuerpo de Cristo, y la gloria de Dios. 

Aprendiendo de Pablo

Algo que ha venido a mi mente en estos tiempos, como ánimo personal, es recordar que las enseñanzas más elevadas del Nuevo Testamento fueron escritas en un contexto de soledad. Por ejemplo, Pablo escribió preciosas cartas desde la prisión y a través de su testimonio podemos recibir ánimo para nosotros, los predicadores solitarios “Zoom” de nuestro tiempo. 

Aunque nuestros templos están cerrados, el Señor proveyó la tecnología adecuada y las redes sociales para que su Palabra siga corriendo sin restricciones

En primer lugar, aunque Pablo no podía estar físicamente con el pueblo de Dios y su libertad estaba coartada, no dejó de creer que estaba por completo en la presencia de Dios. Los cristianos sabemos que nunca estamos solos, que el Señor prometió estar con nosotros siempre, aun en las peores circunstancias (2 Ti. 4:16-17). Esa convicción hace que, aunque estemos predicando solos en un rincón de nuestra casa, en términos espirituales no dudemos que estamos “en los lugares celestiales en Cristo Jesús” (Ef. 2:6).

En segundo lugar, Pablo entendió con absoluta claridad que predicar el evangelio no dependía de sus circunstancias ni de las facilidades o dificultades para poder hacerlo. Él le dijo a Timoteo que su motivación principal en el ministerio era tener siempre en la memoria a “Jesucristo, resucitado de entre los muertos, descendiente de David, conforme a mi evangelio, por el cual sufro penalidades, hasta el encarcelamiento como un malhechor. Pero la palabra de Dios no está presa” (2 Ti 2:8-9). Tenemos la convicción de que anunciar el mensaje glorioso del evangelio, la persona y la obra perfecta y redentora de nuestro Señor Jesucristo, es la voluntad de Dios. Nada ni nadie podrá oponerse a esa decisión soberana del Señor. Una prueba fehaciente de esta realidad es el hecho de que, aunque nuestros templos están cerrados, el Señor proveyó la tecnología adecuada y las redes sociales para que su Palabra siga corriendo sin restricciones.

Procuremos ser creativos como Pablo y usar todos los medios posibles para mantenernos cerca y atentos a las circunstancias de nuestras ovejas

En tercer lugar, es importante recordar que Pablo nunca tomó su aprisionamiento como una situación que le impedía conocer bien el estado de sus ovejas. Por el contrario, él no solo se dedicó a enviar cartas instructivas a sus iglesias, sino que sus cartas demuestran que utilizó todos los medios posibles para mantenerse cercano e informado del estado de cada iglesia en general y de sus miembros en particular. El apóstol escribía cartas, recibía cartas, pedía informes, recibía visitas de cristianos que le traían noticias. Él le dijo a los filipenses, “ya sea que vaya a verlos, o que permanezca ausente, pueda oír que ustedes están firmes en un mismo espíritu, luchando unánimes por la fe del evangelio” (Fil. 1:27).

Una buena forma de mantener encendida la llama de nuestra predicación es manteniendo una buena y estrecha comunicación con nuestra congregación. Nuestra responsabilidad pastoral en este tiempo no es solo estudiar en profundidad la Palabra y exponer el texto bíblico con precisión, sino también cuidar de las ovejas que el Señor compró con su propia sangre. Por lo tanto, procuremos ser creativos como Pablo y usar todos los medios posibles para mantenernos cerca y atentos a la realidad y las circunstancias de nuestras ovejas.

La Palabra no está presa

Todavía pasaremos un tiempo más predicando en solitario a través de las redes sociales, pero no nos desanimemos. Recordemos que el Señor está con nosotros y nuestra vida “está escondida con Cristo en Dios” (Col. 3:3). Mantengamos la convicción segura de que su Palabra nunca estará presa y fortalezcamos nuestro ministerio en el Señor y “en el poder de su fuerza” (Ef. 6:10).

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