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Acabamos de celebrar los 500 años de la Reforma protestante; un evento que transformó el mundo y la cultura occidental permanente y trascendentalmente. Se ha dicho que la causa formal detrás de dicha transformación fue el énfasis de los reformadores en la prioridad y supremacía de la Palabra de Dios en la fe y práctica de la Iglesia cristiana. La sola scriptura fue el fundamento indispensable sobre el cual Dios, en su gracia, hizo resplandecer su verdad revelada para levantar a la Iglesia de la oscuridad y el temor en los que vivía.

Pero el poder transformador detrás del postulado de la sola scriptura fue hecho posible, en gran medida, solo gracias al compromiso firme de los reformadores a traducir las Escrituras al lenguaje común en cada uno de sus idiomas. Hace 500 años, los creyentes de habla hispana no poseían ningún ejemplar completo de la Palabra de Dios en castellano. Hoy glorificamos a Dios porque gozamos de la facilidad y libertad para leer la Biblia en el idioma de nuestro corazón. ¡Pero ahora tenemos tal abundancia de versiones castellanas que pareciera que nos sobran! ¿Cómo podemos determinar cuál de todas las versiones disponibles es la mejor para nosotros, tanto en nuestras iglesias como en lo personal?

Tres consideraciones esenciales

La pregunta, ¿cuál es la mejor traducción de la Biblia al español?, debe responderse tomando en cuenta al menos tres consideraciones importantísimas:

  1. Los textos originales, hebreos, arameos, y griegos usados en la traducción.
  2. La técnica de traducción utilizada.
  3. El propósito principal para el cual dicha versión será utilizada.

A continuación, analizaremos cada una de estas consideraciones para evaluar la Reina Valera Revisada 1960 (RVR), La Biblia de las Américas (LBLA), la Nueva Versión Internacional (NVI), la Nueva Traducción Viviente (NTV), y la Biblia Dios Habla Hoy (DHH), entre otras.[1]

1. Los textos originales usados como base para la traducción.

Los libros que componen la Biblia fueron originalmente escritos a mano (de allí llamados manuscritos) en tres lenguajes. El Antiguo Testamento fue escrito mayormente en hebreo, con algunas porciones en arameo. Por su parte, el Nuevo Testamento fue escrito en griego koiné, el griego popular en el primer siglo d. C. En la época posterior a la Reforma, todas las versiones europeas, incluyendo la Biblia de Lutero en Alemania (1534), y la Biblia del Oso de Casiodoro de Reina en España (1569), fueron traducidas a partir de un número bastante limitado de manuscritos hebreos y griegos. Para el NT utilizaron las ediciones del NT griego-latín de Erasmo, cuya base textual radicaba mayormente en solo tres manuscritos griegos. Este texto llegó a conocerse como el Texto Recibido o textus receptus, y es también la base para el NT de la versión Reina-Valera original, la Biblia del Cántaro (1602).

Sin embargo, con el paso de los siglos, se han seguido descubriendo muchísimos manuscritos adicionales, tanto hebreos como griegos. En muchos casos, estos textos son más antiguos y confiables que los que poseían Erasmo y el resto de los reformadores. Y esta abundancia de manuscritos, con sus variantes y discrepancias, ha dado lugar a la disciplina de la crítica textual. Hoy en día, todas las nuevas traducciones de la Biblia se basan en el llamado texto crítico, es decir, un texto que compara todos los manuscritos disponibles para determinar el texto más cercano a los manuscritos originales. Los textos críticos más respetados en la actualidad son la Biblia Hebraica Stuttgartensia (1977) para el Antiguo Testamento hebreo, y el de las Sociedades Bíblicas Unidas (UBS4 o UBS5), o el de Nestlé-Aland (NA27 o NA28), para el Nuevo Testamento griego.

Al considerar, por tanto, los textos originales utilizados por los traductores de las diferentes versiones, podemos afirmar que particularmente en el Nuevo Testamento, las versiones más recientes (NVI, LBLA, NTV) tienen su origen en un mejor texto griego que la versión Reina Valera 1960. En cierto sentido, la dependencia de la RVR en el textus receptus es su desventaja más grande en relación a las demás versiones castellanas que, sin excepción, tienen su origen en el texto crítico, un texto demostrablemente superior y más confiable. Adicionalmente, estas versiones tienen la ventaja de haber sido traducidas más recientemente, y por ende usan un español más contemporáneo y fácil de entender.  

2. La técnica de traducción utilizada en cada versión.

De acuerdo a la Real Academia Española, traducir es “expresar en una lengua lo que está escrito o se ha expresado antes en otra”. El segundo aspecto esencial al evaluar una versión de la Biblia es la técnica primaria utilizada al traducir de un lenguaje a otro. Dicha tarea es noble, compleja, y trascendental. Si la traducción es imprecisa, el significado original del texto podría corromperse o perderse. La precisión asegura la fidelidad del significado en el nuevo idioma. La meta, por tanto, es que la traducción sea lo más precisa y fiel posible.

Con este fin, algunas traducciones se inclinan por preservar el significado exacto de las palabras, mientras que otras prefieren preservar el significado exacto de las ideas. La técnica de traducción que preserva el significado palabra por palabra se conoce como equivalencia formal o literal. En contraste, la técnica de traducción pensamiento por pensamiento se conoce como equivalencia dinámica o funcional. Todas las versiones utilizan en mayor o menor medida ambas metodologías de traducción. Observemos un ejemplo en algunas traducciones castellanas de Romanos 12:20:

 

NA28 RVR NVI DHH

ἀλλ’

ἐὰν*

πεινᾷ ὁ ἐχθρός σου, ψώμιζε αὐτόν·*

ἐὰν διψᾷ, πότιζε αὐτόν· τοῦτο γὰρ ποιῶν ἄνθρακας πυρὸς σωρεύσεις ἐπὶ*

τὴν κεφαλὴν*

αὐτοῦ.

Así que, si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber; pues haciendo esto, ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza.

Antes bien, “Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber. Actuando así harás que se avergüence de su conducta.”

Y también: «Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; y si tiene sed, dale de beber; así harás que le arda la cara de vergüenza.»

Principalmente Equivalencia Formal

Principalmente Equivalencia Dinámica

Equivalencia Dinámica

La primera parte del pasaje es muy similar en las tres versiones. La RVR ofrece un lenguaje un poco más elegante y formal, mientras que la NVI y la DHH presentan un texto más casual. Pero la diferencia significativa se observa en la última frase del versículo. La RVR usa la equivalencia formal, palabra por palabra: “ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza”. De esta manera es fiel al texto original, pero al mismo tiempo oscurece el significado para el lector de habla hispana, ya que la frase no es común ni fácil de entender en nuestro idioma. En contraste, la NVI y la DHH utilizan la equivalencia dinámica para comunicar (o interpretar) el pensamiento detrás de las palabras originales. De esta forma traducen: “harás que se avergüence”, o “harás que le arda la cara de vergüenza”.

Podemos afirmar, entonces, que las traducciones que utilizan principalmente la equivalencia formal (RVR y LBLA) son más precisas textualmente, pero el significado del texto es, en ciertas partes, más difícil de entender para la mayoría de las personas. Esto es inevitable debido a las diferencias históricas, culturales, y literarias implícitas en el mensaje comunicado en los lenguajes originales, en contraste con las del idioma español.

Por otra parte, las traducciones que utilizan mayormente la equivalencia dinámica (NVI, NTV, DHH), son menos precisas textualmente, pero comunican (traducen o interpretan) mejor las ideas o pensamientos expresados por el texto. En otras palabras, en la traducción dinámica, el traductor efectúa, en un sentido muy real, parte de la tarea de interpretación en favor del lector, para facilitarle la comprensión del texto. Por este motivo, las traducciones dinámicas tienden también a utilizar un lenguaje más sencillo y conversacional.

En resumen, al considerar las técnicas de traducción, versiones como la LBLA y la RVR son sin duda más precisas textualmente que la NTV o la NVI. Pero, por otro lado, la NVI y la NTV son mucho más accesibles y comprensibles para el creyente laico, y en general mantienen un buen equilibrio entre precisión y claridad. Y esto nos lleva a nuestro último punto.

3. El propósito principal para el cual la traducción será usada.

Hemos ya hablado de la importancia del texto base en hebreo y griego detrás de las versiones castellanas, así como también de la importancia de las técnicas de traducción y su efecto en la claridad y fidelidad del texto en las diferentes versiones. Finalmente, para poder contestar la pregunta, ¿cuál es la mejor traducción de la Biblia al español?, me parece importante considerar cuál es el uso que se desea dar a la traducción. La misma Palabra de Dios nos invita a acercarnos a ella con diferentes propósitos:

Debemos leerla y escucharla (Dt. 17:19; 1 Ti. 4:13, Ap. 1:3).

Antes que otra cosa, debemos exponernos a las Escrituras directa y personalmente. Esto implica leer sus palabras, en silencio y en voz alta; pero además escuchar su mensaje de manera audible. Es decir, la Biblia fue escrita para ser recibida. Y la recepción de su mensaje se practica cuando la escuchamos proclamada, y no solo cuando la leemos. Esto genera una pregunta importante: cuando nos sentamos a escuchar una lectura, ¿preferimos algo que podemos entender, o algo que requiere de mucha explicación? Al contar con múltiples versiones en castellano, debemos preguntarnos cuál de ellas es más comprensible al ser leída en público, y al mismo tiempo fiel al texto original.

Debemos meditar en ella (Jos. 1:9 RVR).

Meditar significa considerar seriamente alguna idea o pensamiento, posiblemente repitiendo las palabras en tono suave. En otras palabras, cuando Dios nos invita a meditar en las Escrituras, su deseo es que pensemos cuidadosamente en su significado y su importancia para nuestra vida. Sin lugar a dudas, esto también asume que comprendemos el mensaje de las palabras que leemos.

Debemos aprenderla, cumplirla, y vivir conforme a ella (Sal. 119:7-9 NVI).

En otras palabras, al leerla, nuestro propósito es que informe y transforme la manera en que vivimos. Nuevamente, esto demanda que entendamos el significado de sus palabras y la forma en que es aplicable a nuestras vidas.

Debemos examinarla (NTV) o escudriñarla (RVR), buscando comprender su significado (Hch. 17:12).

Las Escrituras también deben ser estudiadas cuidadosamente, investigando e indagando diligentemente para descubrir su significado completo y verdadero. Esto es necesario porque es evidente que hay ciertas porciones de la Biblia que son difíciles de comprender (ver 2 Pe. 3:16).

Debemos deleitarnos en ella (Sal. 119:16,24, 47).

Por último, las Escrituras no son meramente para nuestra instrucción, guía, o transformación. ¡Son para nuestro gozo! Cuando las atesoramos y las obedecemos, esto fructifica en un gozo inevitable que satisface el alma y la llena de paz y esperanza, aun en medio de las circunstancias más difíciles. En este caso, también se asume necesariamente que entendemos el mensaje del texto de forma tal que puede transformar los afectos de nuestro corazón.

De los puntos anteriores deducimos que cuando preguntamos, ¿cuál es la mejor traducción de la Biblia al español?, podemos y debemos hacer una segunda pregunta: ¿qué uso deseo darle a la traducción? Idealmente, nuestro anhelo sería escoger la versión que:

  • Proceda de los mejores textos originales griegos y hebreos disponibles.
  • Traduzca el texto utilizando un correcto balance de técnicas de traducción, de tal manera que preserve con precisión no solo el significado de las palabras, sino también de las ideas que el texto comunica.
  • Sea de fácil lectura y comprensión cuando es leída y escuchada en público o privado, de manera que su meditación sea efectiva y capaz de transformar tanto nuestra manera de pensar como nuestros afectos, sin requerir que en cada momento nos veamos forzados a dilucidar su significado.

Lamentablemente, no existe en mi opinión una sola Biblia que perfectamente cumpla con el ideal.

La mejor versión de la Biblia en español

Podemos ahora responder a nuestra pregunta inicial. Mi propuesta es que consideremos tres usos comunes de las Escrituras:

  1. El uso en el servicio público en la iglesia.
  2. Como lectura devocional, de meditación, o memorización.
  3. El estudio sistemático en funciones pastorales, teológicas, o de liderazgo en general.

Biblias para uso público en la iglesia.

En el culto público, creo que la mayoría de las congregaciones se beneficiarían de una Biblia traducida principalmente usando equivalencia dinámica. En mi opinión, de entre las versiones disponibles, la Nueva Versión Internacional (NVI) ofrece el mejor balance entre comprensión y precisión textual. Una segunda opción sería la Nueva Traducción Viviente (NTV).

Biblias para uso devocional.

Para lectura devocional, mi opinión es que el carácter y personalidad del individuo puede determinar la opción. Generalmente pienso que la NVI es la mejor opción. Su texto es claro y de fácil lectura. Las personas más analíticas pueden escoger la Biblia de las Américas (LBLA). Por otra parte, aquellas con una mayor inclinación artística o poética preferirán la joya literaria que es la Reina Valera 1960 (RVR). En tal caso, solo cabe recordar que la RVR no está basada en el mejor texto griego disponible.

Un último aspecto que afecta nuestra lectura personal es la tradición evangélica en la cual llegamos a la fe. En lo personal, habiendo crecido en el evangelio usando la RVR, es mi versión preferida para lectura personal y devocional, y también es la Biblia en la que he memorizado algunos de mis pasajes favoritos. Uso y leo mucho la NVI, pero siempre regreso a la RVR por el afecto personal que le tengo.

Biblias para estudio sistemático pastoral y teológico.

Cuando el pastor realiza su función como predicador de la Palabra de Dios, su intención no es solo leer o meditar. También debe escudriñar el texto para profundizar en su mensaje para el bienestar de la iglesia del Señor. Por esta razón, debe partir de una Biblia traducida principalmente usando equivalencia formal. La mejor de las versiones castellanas es La Biblia de las Américas (LBLA). Pero, en mi opinión, todo pastor, maestro, o líder debe utilizar todas las versiones a su alcance para elucidar el sentido del texto.

Una vez que ha analizado fielmente el pasaje, entonces puede usar lo que ha descubierto para explicar o profundizar en el texto, tal y como está escrito en la versión que la iglesia utiliza en público. En otras palabras, al estudiar, el pastor parte del texto más literal pero más difícil de comprender (LBLA); pero al predicar, parte del texto más sencillo (NVI), y expande su significado cuando sea necesario, utilizando las notas que tomó usando la versión más literal.

Una exhortación final

Al concluir, debo decir que entre las versiones mayores (RVR, LBLA, NVI, NTV), aunque haya distinciones y ventajas de unas para con otras, la mejor Biblia para usted será la que tenga a su alcance; aquella que abra, lea, medite, y aplique fielmente. ¡La mejor Biblia del mundo no será de utilidad si no se lee! Si tiene una de las Biblias anteriores a su alcance, le exhorto en el nombre del Señor, ¡léala!, ¡memorícela!, ¡atesórela! Su vida será transformada para la gloria de Dios, ¡y el mundo a su alrededor notará la diferencia!


[1] No analizamos aquí la NBLH, que es básicamente igual a LBLA, cambiando el vosotros por ustedes, y con algunos paréntesis. Sin embargo, las conclusiones de este escrito sobre la LBLA se aplican en su mayoría a esta otra versión, y su poca disponibilidad impresa dificultan su adquisición. (Nota del editor: Esta es la versión que actualmente sugerimos a los autores en la página web de Coalición por el Evangelio).

Imagen: Lightstock.

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