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Entre los cristianos, los trastornos psiquiátricos son un asunto polémico. No es raro escuchar desde el púlpito críticas —incluso condenación— hacia la psicología, la psiquiatría, y las personas que recurren a profesionales de la salud mental para resolver sus problemas emocionales. Solemos considerar la tristeza y el enojo como emociones negativas que indican falta de fe o de arrepentimiento en un cristiano, casi sin detenernos a pensar que Dios nos creó capaces de sentir emociones, también las “negativas”. La confusión y el miedo hacia experiencias emocionalmente desagradables crece si nos acercamos a enfermedades mentales más graves como la esquizofrenia.

Tampoco es que sea algo exclusivo de los cristianos. La realidad es que a los humanos nos gusta fingir que todo está bien todo el tiempo. Si a esto le sumamos que muchas veces nuestra definición de esquizofrenia está influenciada por la exposición a historias de ficción, terminamos pensando que una persona con esquizofrenia es extraña y violenta, casi de forma sobrenatural.

Cuando no conseguimos darle sentido a una experiencia difícil podemos caer en la sobreespiritualización de nuestros problemas. Por sobreespiritualización me refiero a la costumbre de culpar a entidades sobrenaturales y malignas por los problemas propios de un mundo natural, físico, y caído. Los cristianos estamos seguros de que el mundo tangible y natural en el que vivimos no es todo lo que existe; hay un mundo espiritual con entes inmateriales que son tan reales como nosotros. Ambos planos —físico y espiritual— coexisten, y su relación no se puede negar (Job 1:6-12, Dn. 10). Es verdad que entre las entidades inmateriales están los demonios o espíritus inmundos, y que hay una guerra espiritual constante. Sin embargo, también es cierto que una consecuencia del pecado cometido por Adán y Eva es que nuestro cuerpo se enferma. Cada órgano de nuestro cuerpo es susceptible a enfermarse, incluyendo al cerebro.

La esquizofrenia según la neurociencia

Según el Instituto de la Salud Mental de Estados Unidos, la esquizofrenia es un trastorno crónico y grave que afecta la forma de pensar, sentir, y actuar de las personas. Se caracteriza por problemas de percepción, conducta afectiva, y comunicación que persisten durante más de seis meses (esto incluye la conducta psicótica, como delirios o alucinaciones). Por lo general, la esquizofrenia se manifiesta al final de la adolescencia o en la adultez temprana. La mayoría de las personas con esquizofrenia no son violentas y tienen más probabilidad de hacerse daño a sí mismas que a otros.[1]

La quinta edición del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, DSM-5, considera a la esquizofrenia como un trastorno de la personalidad. Para su diagnóstico, deben presentarse al menos dos de los cinco síntomas siguientes por un período mínimo de un mes: delirios, alucinaciones, discurso desorganizado, comportamiento muy desorganizado o catatónico y disminución en la expresión de emociones. Es indispensable que se presente al menos uno de los primeros tres síntomas listados. También se considera el impacto de los síntomas en la vida de la persona, de manera que su nivel de funcionamiento en el trabajo, las relaciones interpersonales o en su cuidado personal debe estar muy por debajo del nivel alcanzado antes del inicio del trastorno. Además, deben haberse descartado otros trastornos psiquiátricos como el trastorno esquizoafectivo, el depresivo o el bipolar, y los síntomas no deben poder atribuirse a los efectos de una droga, medicamento o enfermedad médica.[2]

Al igual que con otras enfermedades crónicas, la esquizofrenia no aparece de la noche a la mañana. Ahora sabemos que esta condición se desarrolla durante años y desde la niñez. De hecho, cada vez es más claro que hay etapas previas a la esquizofrenia que son identificables principalmente por la aparición de síntomas de disfunción cognitiva. A pesar de las incógnitas que permanecen alrededor de la esquizofrenia —y del funcionamiento del cerebro en general—, es indudable que hay cambios en el cuerpo humano mucho antes de los primeros síntomas de la enfermedad.

Algunos estudios epidemiológicos han encontrado relación entre esta enfermedad y factores como la deficiencia de vitamina D en recién nacidos o las infecciones virales durante el embarazo.[3] También se han identificado diferencias en el cerebro de pacientes con esquizofrenia respecto a personas sin esta enfermedad. Por ejemplo, las cavidades llenas de líquido en el centro del cerebro, llamadas ventrículos, son más grandes en personas con este trastorno[4], y las conexiones neuronales entre el tálamo, el hipocampo, la amígdala, la corteza prefrontal, y el estriado asociativo están alteradas por una sobreproducción del neurotransmisor dopamina.[5] Más recientemente se ha encontrado que el neurotransmisor glutamato también está implicado en la enfermedad y actualmente se trabaja para desarrollar nuevos tratamientos enfocados a su disfunción.[6]

En cuanto a predisposición genética a desarrollar esquizofrenia, se han identificado más de 700 genes relacionados con la enfermedad.[6] Es posible que las mutaciones genéticas que llevan al desarrollo anormal de las células del cerebro[7] o que impiden que se localicen en la región que les corresponde[8] impidan que distintas regiones de nuestro cerebro se comuniquen efectivamente, como se mencionó previamente. Cabe aclarar que no todas las personas con predisposición genética a una enfermedad mental terminarán desarrollándola, y ahí entran los factores ambientales. En resumen, la esquizofrenia ocurre por un conjunto de factores ambientales y genéticos que producen alteraciones en el cerebro y se manifiestan en forma de los síntomas ya mencionados.

La opresión espiritual en la Palabra de Dios

La opresión espiritual se puede definir como cualquier ataque de una entidad espiritual maligna hacia una persona. A pesar de que la posesión demoníaca no es la única forma de opresión espiritual, cuando hablamos de esquizofrenia sí suele ser algo que se nos viene a la mente. Por lo tanto, me enfocaré más en esto.

La Biblia es clara acerca de la existencia de demonios y espíritus malignos, así como también menciona varias veces la influencia que pueden tener en la vida de los humanos. La palabra griega daimonion, que se traduce como demonio, solo aparece en el Nuevo Testamento. En el Antiguo Testamento se hace referencia a espíritus malignos, pero no del mismo modo. Por ejemplo, en Jueces 9:23-25 registra un espíritu de discordia entre el juez Abimelec y los habitantes de Siquem, al rey Saúl lo atormentaba un espíritu (1 Sa. 16:14-23, 18:10-11, 19:9-10), y Daniel 10:10-14 incluso relata que un espíritu opositor a un mensajero de Dios retrasó la entrega de un mensaje para Daniel. Sin embargo, no hay mención acerca de alguna persona endemoniada.

Si intentáramos hacer una lista de “síntomas” descritos en el Nuevo Testamento que se presentan en las personas endemoniadas, tendríamos lo siguiente:

  • Incapacidad para hablar (Mt. 9:32)
  • Ceguera (Mt. 12:22)
  • Sordera (Mr. 9:25)
  • Autolesión (Mt. 17:15; Mr. 5:5)
  • Convulsiones (Mr. 1:26; Mr. 9:18)
  • Rigidez (Mr. 9:18)
  • Echar espuma por la boca y rechinar los dientes (Mr. 9:18)
  • Fuerza extrema (Mr. 5:3-4)

Salvo por la incapacidad para hablar y la rigidez, los síntomas de la esquizofrenia no coinciden con los síntomas que la Biblia menciona para las personas endemoniadas, por lo tanto, no hay razón para afirmar que la esquizofrenia es resultado de la posesión demoníaca.

Por supuesto, la lista de arriba no es exhaustiva; no podemos concluir que lo único que los demonios hacen es lo que se registra en los evangelios. Es posible que los demonios actúen sobre una persona imitando los síntomas de una enfermedad como la esquizofrenia, pero no eso no quiere decir que todas (ni siquiera la mayoría) las personas diagnosticadas con esquizofrenia estén oprimidas espiritualmente. Para aprender más sobre la relación entre los trastornos mentales y la opresión espiritual, puedes escuchar este podcast.

Aun si pensamos en formas más sutiles de influencia demoníaca sobre nuestras emociones y pensamientos, no tenemos una base bíblica que nos permita estar completamente seguros de que una enfermedad mental se debe a la opresión espiritual. Por lo tanto, suena razonable dudar.

La sanidad por medio de Jesús

Jesús sanaba tanto enfermos como endemoniados de forma milagrosa y sobrenatural (Mt. 4:24). Todos los milagros de Cristo tenían como propósito revelar su divinidad y glorificar al Padre (Jn. 6:38 y 20:30-31, Mt. 11:2-5 y 14:24-33). Ya sea que creamos en la continuidad de los milagros o la cesación de los mismos en la época actual, es bíblico creer que nuestro Dios bueno y soberano es quien permite toda sanidad (Stg. 1:17). La realidad es que la mayoría de las veces la sanidad incluirá a la medicina humana pero siempre será bajo el control de Dios y para la gloria de Dios.

El problema más grave con la sobreespiritualización de las enfermedades mentales es que minimiza la importancia de un tratamiento médico y psicológico adecuado. En la esquizofrenia esto es particularmente peligroso dado que los síntomas pueden ser tan severos que impidan que la persona sea productiva, independiente, y que mantenga relaciones cercanas al grado de aumentar el riesgo de suicidio.[9] Nuestro llamado es a amar y cuidar a las personas. Privarlas del tratamiento adecuado y oportuno es justo lo opuesto.

No se trata de ignorar que el enemigo se aprovecha de nuestras debilidades y enfermedades para alejarnos de Dios, sino de evitar pensar más en espíritus para culpar que en el Dios que ya venció a cualquier enemigo que pueda atacarnos. La obra de Cristo no es menos admirable cuando un endemoniado es liberado que cuando un esquizofrénico es restaurado.


[1] https://www.nimh.nih.gov/health/publications/espanol/la-esquizofrenia/index.shtml

[2] Diagnostic and statistical manual of mental disorders. American Psychiatric Association. (2013). (5th ed.). Washington, DC.

[3] Solis, Michele. “Before the Break” Nature, vol. 508, no. 7494, 2014, pp. S12-S13.

[4] Seidman, Larry y Mirsky, Alan. “Evolving Notions of Schizophrenia as a Developmental Neurocognitive Disorder” Journal of the International Neuropsychological Society, vol. 23, 2014, pp.881-892.

[5] Kesby, J.P. et al. “Dopamine, psychosis and schizophrenia: the widening gap between basic and clinical neuroscience”, Translational Psychiatry, vol. 8, 2018, art. 30.

[6] Howes, Oliver et al. “Glutamate and dopamine in schizophrenia: an update for the 21st century” Journal of psychopharmacology, vol. 29, no. 2, 2015, pp. 97-115.

[6] Wright, Jessica. “Unravelling complexity”. Nature, vol. 508, no. 7494, 2014, pp. S6-S7.

[7] http://neurosciencenews.com/glial-cells-schizophrenia-7139/

[8] Seidman, Larry y Mirsky, Alan. “Evolving Notions of Schizophrenia as a Developmental Neurocognitive Disorder” Journal of the International Neuropsychological Society, vol. 23, 2014, pp.881-892.

[9] https://www.nimh.nih.gov/health/statistics/schizophrenia.shtml


Imagen: Unsplash
Nota del editor: 

Este artículo fue publicado gracias al apoyo de una beca de la Fundación John Templeton. Las opiniones expresadas en esta publicación son de los autores y no necesariamente reflejan los puntos de vista de la Fundación John Templeton.

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