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Nota del editor: 

Este es un fragmento adaptado del libro Cómo Jesús transforma los diez mandamientos (Publicaciones Andamio, 2019), por Edmund Clowney y Rebecca Clowney Jones.

¿Te has preguntado qué papel ​desempeña la ley en la historia de la redención? Si la ley de Moisés no ofrece la salvación por las obras, ¿cómo prepara el camino para la venida de Cristo? ¿Por qué Dios demandó obediencia a la ley, si la ley nunca podría acercarnos a él?

Jesús señaló que la ley revelada por Dios en el Antiguo Testamento era en sí misma una especie de profecía, una parte de la historia del pacto. Esa historia, que incluye a la ley, apuntaba a lo que iba a venir. En ese sentido, Jesús cumplió la ley no únicamente al obedecerla de forma perfecta por nosotros, sino también al transformar nuestra comprensión de la ley. Cristo no solo obedeció la ley, sino que también mostró su verdadero significado y profundidad.

Por ejemplo, piensa en el Gran Mandamiento: “Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todo tu ser y con toda tu mente” (Mt. 22:37). Jesús transformó tanto este mandamiento como el segundo: “Ama a tu prójimo como a ti mismo” (Mt. 22:39).

Cristo no solo obedeció la ley, sino que también mostró su verdadero significado y profundidad

La interpretación de Jesús de esta ley y cómo la aplica a su propia vida es radical. Redefine todo desde el término de prójimo hasta el significado de amar a Dios. El amor de Jesús por el Padre era tan grande que estaba dispuesto a ser maldito por el Padre con el fin de llevar a cabo el plan de salvación para aquellos que el Padre le había dado. El amor de Jesús por su prójimo era tan grande que dio su vida por esos “prójimos” (que le odiaban).

Una noción tan profunda y radical de la ley muestra el verdadero requisito de este mandamiento: tomar la cruz y seguirle. Del mismo modo que Jesús transforma el mayor de todos los mandamientos, nos muestra un nuevo nivel de interpretación de toda la ley de Dios. Sin Jesús, no tenemos una verdadera comprensión de la ley.

Cuando la gloria de Jesús cegó a Pedro, Jacobo, y Juan en el Monte de la Transfiguración, también vieron a Moisés y a Elías hablando con Jesús. Pero ni Moisés (el gran dador de la ley) ni Elías (el profeta más poderoso) dieron ninguna explicación a los discípulos de Jesús.

La voz del Padre desde la nube dijo: “Este es mi Hijo amado. ¡Escuchadle!” (Mr. 9:7). Jesús no vino simplemente a complementar o explicar la ley, ni a vivir tan solo por ella. Él vino a ​cumplir la ley en su sentido más profundo. Al igual que los discípulos, tenemos que escuchar a Jesús si queremos escuchar la voluntad del Padre. Jesús cumple y transforma toda la ley y todos los profetas. ¿Estamos profundizando en esta verdad?


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