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El ingrediente secreto para tener una iglesia saludable nunca se menciona en los relatos de los Evangelios, sino que aparece predominantemente en las cartas a las iglesias y a las personas que vinieron después. Es una parte integral de la vida juntos como pueblo de Dios, uno de los mandamientos “unos a otros” (1 Ts. 5:11) que vemos en la Escritura, y es muy importante si nuestras iglesias quieren persistir en tiempos difíciles.

¿De qué estoy hablando? De la práctica del aliento.

Un tema principal

La palabra “alentar”, o variaciones de ella, aparece 28 veces en el Nuevo Testamento, diez veces solo en el libro de los Hechos. Esto es importante porque la plantación de iglesias, el pastoreo, la misión, y vivir fielmente en un mundo opuesto al evangelio es realmente difícil, y a menudo conduce a la desesperación y el desánimo.

Sé que aquellos con una visión demasiado realizada de la victoria de Dios, o una perspectiva sesgada del efecto de la obra de Cristo en esta época actual estarán en desacuerdo, pero esta es la realidad: la vida como cristiano fiel puede ser rutinaria. Las constantes críticas, la confrontación de la realidad del pecado, la enfermedad, la muerte y el quebrantamiento, la incesante oposición espiritual, el estado caído de nuestro mundo, y nuestra propia pecaminosidad y fragilidad hacen que sea un camino difícil para quienes desean ser fieles seguidores de Jesús.

Todos estamos de acuerdo en que a través de la muerte sacrificial de Cristo y su resurrección victoriosa el pecado fue pagado y finalmente será derrotado. La guerra está ganada, pero todavía hay escaramuzas. A la serpiente se le aplastó la cabeza, pero aún se retuerce tratando de hacerles el mayor daño posible a los elegidos de Dios.

En todo este desánimo, Dios cuida de su Iglesia a través del don de aliento, el cual, si es hallado en Cristo, conducirá a una unidad saludable dentro de la iglesia.

“Por tanto, si hay algún estímulo en Cristo, si hay algún consuelo de amor, si hay alguna comunión del Espíritu, si algún afecto y compasión, hagan completo mi gozo, siendo del mismo sentir, conservando el mismo amor, unidos en espíritu, dedicados a un mismo propósito”, Filipenses 2:1–2.

Este estímulo que encontramos en la vida y el ejemplo de Jesús nos lleva a no considerarnos superiores a otros cristianos, sino a considerar que los demás son más importantes que nosotros (Fil. 2:3-11). Si hacemos esto a través de la obra de Dios en nuestras vidas, nos convertimos en personas que alientan no solo en palabras, sino también en hechos.

Un regalo hecho grande

¿Alguna vez has recibido aliento de un miembro de tu iglesia? ¿Tal vez fue una palabra de apoyo, una simple afirmación, un recordatorio del amor de Dios por ti, un pequeño regalo, o un acto de servicio hecho solo para ti? El poder para alentarnos a persistir en el camino y seguir comprometidos con Cristo en estas cosas aparentemente pequeñas se hace grande por el Espíritu Santo.

Para ser disciplinados en ayudar a levantar nuestra iglesia, debemos ser disciplinados en ser de aliento a sus miembros.

Lamentablemente, a pesar del poder que tiene el aliento para levantar y apoyar a la iglesia, a menudo nos olvidamos de ello y no decimos ni una palabra de aliento, ni hacemos algo que aliente a otros. Debemos luchar contra esto. Para ser disciplinados en ayudar a levantar nuestra iglesia, debemos ser disciplinados en ser de aliento a sus miembros.

Que esta breve lectura sea exactamente eso: una exhortación a crecer en la disciplina de alentar. Al alentarse unos a otros, te sorprenderá de cómo aquellos a quienes alientas se convertirán, a su vez, en personas que te alienten a ti y a otros dentro del cuerpo de Cristo.


Publicado originalmente en Am I Called?. Traducido por Equipo Coalición.
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