Conocer a Jesús y su evangelio desde la juventud es un regalo asombroso. ¿Qué se compara al privilegio de servir en nuestra iglesia local desde la adolescencia? ¿Cómo describir la alegría de usar nuestros talentos y energía juvenil en toda clase de actividades para edificar a otros y animarlos en su caminar con el Señor?
Para muchos, sin embargo, todo se arruina cuando llega el tiempo de ir a la universidad. Aunque los jóvenes suelen empezar esta etapa muy animados, haciendo algunos ajustes para continuar con las actividades de siempre en la iglesia local, pronto se dan cuenta de que las nuevas demandas académicas los superan. Ser universitario no es lo mismo que terminar el colegio. «¿Será que debo elegir entre mi servicio a Dios y mis estudios?», piensan.
Algunos optan por dedicarse de lleno a la escuela y poco a poco olvidan la pasión por Jesús de la juventud. Este enfriamiento puede extenderse incluso después de la graduación, resultando en profesionales (y eventualmente matrimonios y familias enteras) que se conforman con «calentar una banca» el domingo y salir corriendo para seguir con el ajetreo semanal de las labores cotidianas.
La universidad no nos roba oportunidades para glorificar a Dios; la universidad es un contexto en el que podemos glorificar a Dios
En el otro extremo encontramos a los que se rehúsan a bajar la marcha en sus actividades de la iglesia y prefieren abandonar los estudios o hacerlos a medias. Se dedican a servir cada domingo (y se enorgullecen de su récord de asistencia); son los primeros en llegar y los últimos en irse en cualquier evento de la congregación. Se olvidaron de ser sal y luz en el mundo… de hecho, ¡no conocen a nadie en el mundo porque están muy ocupados dentro de la iglesia!
Estos errores extremos son fruto de un entendimiento errado de lo que significa servir a la iglesia local. La iglesia no son los servicios dominicales, las reuniones de adolescentes ni los campamentos de jóvenes. La iglesia local es la comunidad de creyentes. Podemos ser parte de esa comunidad y servir a esa comunidad en una multitud de formas, muchas de ellas fuera de las cuatro paredes de la congregación.
El apóstol Pablo nos enseña que debemos hacer todo para la gloria del Señor y eso incluye nuestros estudios (1 Co 10:31). La universidad no nos roba oportunidades para glorificar a Dios; la universidad es también un contexto en el que podemos glorificar a Dios.
Así que si Dios te ha llamado a pasar los próximos años en la universidad para desarrollar tu carrera profesional, ¡aprovecha bien este tiempo! Estas son algunas maneras en que puedes glorificarlo mientras estudias:
1) No abandones tus disciplinas espirituales ni tu vida en la iglesia local.
Es bastante probable que no vayas a ser capaz de estar tan involucrado como antes en los eventos y grupos de servicio de tu iglesia local. Eso está bien. No tienes que cantar en la alabanza o ser consejero en un campamento para servir a Dios. Jesús nos envió a ser luz en un mundo oscuro… ¡y la universidad es un excelente lugar para hacer discípulos del Señor!
Ahora, el hecho de que no puedas estar tan involucrado en los servicios y actividades de la iglesia local no significa que no puedas ser parte activa de la iglesia local. Congregarte regularmente no es opcional (Heb 10:25)… y congregarse es más que escuchar el sermón y salir corriendo. Muestra interés por tus hermanos y hermanas, ora por ellos, anímalos en sus dificultades y comparte acerca de tus propias luchas.
Quizá te sientes solo en el campus, ¡pero es muy probable que no lo estés! Pide a Dios que te dé oportunidad de conocer a otros creyentes en tu universidad para que juntos puedan animarse y confrontarse en medio de su caminar como estudiantes. Podrían reunirse en un rato libre, algunas veces al mes, para orar y leer la Biblia juntos.
Los cristianos tenemos el privilegio de poder vivir Coram Deo: en la presencia de Dios. Que el ajetreo de la universidad no te haga olvidar ese gran deleite. La Escritura es alimento y la oración es aliento para nuestra vida espiritual. Mantén tus prioridades en orden: de nada sirve estudiar cálculo o anatomía por tres horas diarias si tu comunión con Dios languidece.
2) Haz lo mejor que puedas con lo que tengas.
Algunos piensan que la manera de glorificar a Dios en los estudios es sacar siempre notas perfectas y ser el mejor de la clase. Si esto fuera cierto, significa que solo una persona en todo el salón de clases puede glorificar a Dios. Espero que ya hayas notado que esto es absurdo.
Nuestra labor es ser fieles: estudiar con diligencia y alegría porque sabemos que lo hacemos para el Señor
Dios no nos exige que seamos «los mejores»; Dios nos llama a ser fieles. Recuerda la parábola de los talentos (Mt 25:14-30); el siervo que terminó con cuatro talentos obtuvo la misma respuesta por parte de su señor que el siervo que terminó con diez talentos: «Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor» (vv. 21, 23).
Dios nos ha concedido diferentes capacidades y habilidades. También ha provisto situaciones económicas y sociales distintas para cada uno de nosotros. Todo eso afectará la manera en que rendimos académicamente. No sirve de nada vivir comparando nuestras calificaciones con las del vecino o soñar despiertos con que «si tan solo» tuviera más dinero pudiera comprarme una mejor computadora y ser más eficiente. Nuestra labor es ser fieles: hacer lo mejor que podamos con lo que tengamos, estudiando con diligencia y alegría porque sabemos que lo hacemos para el Señor (Col 3:23).
3) Sé humilde y valiente.
Durante tus estudios universitarios comenzarás a darte cuenta de que hay muchísimas cosas que no sabes. Eso te hará humilde. Durante tus estudios universitarios comenzarás a darte cuenta de que, si estás en Cristo, lo más importante acerca de la vida son cosas que ya sabes. Eso te hará valiente.
Los estudios superiores te permitirán explorar la profunda belleza de la creación de Dios y caminar a través de la historia del pensamiento humano. Verás que por cada pregunta que logramos responder sobre cómo funciona el cosmos, surgen otras tres. Pero también verás que muchas de las interrogantes que abrumaron y siguen abrumando las mentes más grandiosas —«¿Por qué todo en vez de nada?» o «¿Qué hago aquí en la tierra?» o «¿Cómo encuentro plenitud en la vida?»— ya fueron respondidas por la Escritura hace milenios.
Prepárate para ser luz en la oscuridad. Estudia las verdades del evangelio y equípate para presentar «defensa ante todo el que [te] demande razón de la esperanza que hay en [ti]. Pero [hazlo] con mansedumbre y reverencia» (1P 3:15).
Gózate en plantar semillas, aunque no te toque ver el fruto
Glorifica a Dios en tus estudios pidiéndole que te dé sabiduría para escuchar con humildad y aprender. Glorifica a Dios en tus estudios pidiéndole que te dé sabiduría para hablar con valentía y enseñar. Escucha más de lo que hablas, ¡pero habla! No sientas la presión de «convertir» a todos tus compañeros y profesores; Dios es quien hace la obra. Gózate en plantar semillas, aunque no te toque ver el fruto.
Aprovecha bien la universidad
Entonces, ¿cómo puedes glorificar a Dios durante este tiempo? Empieza recordando que para ser parte activa de la iglesia local no necesitas participar en todos los eventos y actividades. Esfuérzate también por ser fiel con la mente que Dios te ha dado y úsala para su gloria, sin afanarte por ser «el mejor» o atar tu identidad a tu desempeño académico. Finalmente, aprovecha cada instante para aprender con humildad sobre la creación de Dios y el pensamiento humano, y también sé valiente para —con mansedumbre y reverencia— confrontar el error con la verdad de la Palabra.
Sobre todas las cosas, ¡deléitate en el Señor durante este tiempo! Él está en medio de ti durante tus lecciones, mientras te esfuerzas por pensar con mayor precisión, cuando ríes con tus compañeros y cuando estás decepcionado por haber obtenido una mala nota.
Ni tú ni yo sabemos exactamente qué es lo que Dios hará con tu título universitario. De lo que podemos estar seguros es que, si estás en Cristo, Él usará este tiempo de estudios para su gloria y para tu bien. Tu esfuerzo no es en vano.